Las leyendas rurales dejan tanto poso como las urbanas, o más. Tienen añadido un componente exótico que las hace más fuertes y duraderas. Permanecen más que los mitos nacidos en las ciudades porque están más venteadas y oxigenadas. A excepción, claro de la leyenda de la chica de la curva, alumbrada en la urbe pero que también tiene un componente rústico, que la hace eterna. Contra ella no valen análisis ni sentido común. Hay que creérsela y ya está porque le pasó al primo de no sé quién y además entronca con los arcanos de la humanidad. No hay nada que hacer.

Una leyenda rural muy extendida en la provincia es la de las fumigaciones aéreas de La Guareña para intentar cambiar el clima, hacer llover o vaya usted a saber qué. Aviones desconocidos siembran las nubes, manchan el cielo con vapor, no paran de dar vueltas hasta enmarañar la bóveda celeste. Total, que no llueve en la comarca zamorana y que los cultivos se están yendo al carajo y las enfermedades aumentan entre la población. Eso es lo que dice el mito, que tiene muchos seguidores.

Bueno, pues ahora, un grupo de psiquiatras zamoranos ha elaborado un trabajo que desmiente la conspiración de las estelas y dice que es una hipótesis sin planteamiento, puro pensamiento mágico. Mecachis, adiós al "efecto chemtrails" y el nano-aluminio, que podíamos haber exportado.

Es sintomático que sean los psiquiatras quienes hayan salido al paso de esta leyenda rural. No estaría mal que lo hicieran también sobre la "siembra" de topillos, lobos, águilas, culebras y un rosario de bichos que, dicen, nos han caído del cielo.

Las estelas no nos dejan ver el cielo que está atiborrado de nubarrones, pero de los que no son culpables los aviones. Busquen, busquen más cerca.