Zamora tirita inválida, perdida entre la soledad que alimenta el frío descarnado, hálito congelado que cabalga sobre el nuevo año. Es una provincia aterida, yerta, que se encoge buscando una pizca de calor que le devuelva la vida. Más de la mitad del recién alumbrado 2019 lo ha pasado bajo cero, esperando que el sol tibio del mediodía empape la noche y le dé una pátina de calidez que le devuelva la alegría de la existencia.

Zamora, los zamoranos tienen que poner hogueras en la intemperie. Hay que romper ese frío interior que envuelve la provincia desde hace años. Y ahora, cuando la helada nos visita cada noche, hay que sacar los trastos viejos a la calle y quemarlos en una pira pública. Lo acaban de hacer los quintos en algunos pueblos, reviviendo una costumbre ancestral que buscaba romper con lo malo del pasado y abrir la espita de un futuro sin huecos, sin agujeros negros.

Zamora necesita cambiar, una catarsis general, salir de esa depresión que la ata a la silla de la inacción desde hace años, calentar el ambiente para impedir que la helada esclerotice el movimiento que crea futuro. Hay que aprovechar que el invierno no solo trae frío e impotencia. Hay que airear esa nueva luz que ilumina el mes de enero, la que marca el camino por donde va a trascurrir el año.

Zamora no puede esperar más con los brazos cruzados, seguir mirando como sus hijos se van a otras tierras. Si no se produce un cambio, la provincia se escurrirá por la gatera de la nada, se irá sin luchar, cobarde y asustada. ¿Qué se puede hacer para cambiar? Que cada zamorano haga examen de conciencia. Romper amarras purifica, iniciemos una nueva travesía sin ataduras. Bastante tiempo hemos vivido helados.