Nunca se le olvida el frío helador de las mañanas de invierno de los años setenta. Ni los baches de la carretera de entonces entre Sanzoles y Toro. Ni el tractor sin cabina que transportaba remolacha de la familia hasta la azucarera. Eran tiempos ajustados, afilados, con futuro pringado de esfuerzo. Y sudor. Entonces, empapado de clima hiemal, decidió aprehender el campo y mejorarlo. Puede decir "yo traje la colza a la provincia", porque es verdad. Y "he incrementado las producciones con nuevas semillas", porque también. Es, además, hombre juicioso y con mucha experiencia. Eso marca impronta.

-Empezó a trabajar cuando el sector agrario lo era todo en los pueblos y ha dejado de hacerlo cuando ser profesional del campo es una rareza.

-Cuando me inicié en este mundo más del 25% de la población activa de Zamora era agraria y ahora no llega al 5%. La evolución es imparable y se ha producido en toda Europa.

-¿Pero es un poco triste, no?

-Es lo que hay. Nosotros, desde las empresas especializadas, hemos intentado extender la cultura de semillas de mayor calidad para aumentar las producciones y los rendimientos.

-¿Incluso utilizando transgénicos?

-No, y ojalá no lleguemos a utilizarlos nunca de forma genérica. El debate sobre las necesidades de alimentación en el mundo está ahí con una población creciente, pero es mejor no asumir ciertos riesgos. Hay otras fórmulas para aumentar los rendimientos.

-¿Cuáles?

-La mejora genética de las semillas, la hibridación para controlar el desarrollo de ciertas plagas y malas hierbas y el incremento de abonado. Hay que abonar pensando en la cosecha y no en la cartera.

-¿Se ha notado mucho el incremento de rendimientos?

-Sí, sí, claro. Cuando yo empecé, una hectárea sembrada de girasol producía una media de 700 kilos, ahora ronda los 1.200 kilos en un año normal. El aumento lo hemos conseguido introduciendo híbridos, sobre todo en girasol y colza.

-¿No cree que la normativa sobre semillas es muy restrictiva y penaliza al agricultor con precios desproporcionados?

-No. Hay determinadas empresas que invierten mucho para sacar al mercado nuevas semillas, más productivas y tienen que estar protegidas. Si no nadie haría investigación, no evolucionaríamos. No se puede especular con el trabajo de los demás. Hay que pagar royalties, pagar a científicos, es complicado. Las inversiones hay que amortizarlas . Todo eso hay que reconocerlo. Los agricultores pueden utilizar las semillas, pero no quienes quieren hacer negocio con ellas sin pagar a quien las ha puesto en el mercado.

-A pesar de la evidente mejora de los rendimientos de las explotaciones, cada vez hay menos agricultores y ganaderos, ¿qué se puede cambiar para invertir este proceso?

-Es muy difícil. No hay relevo generacional. Y no lo hay porque los jóvenes no ven atractivo el sector, incluso socialmente. Hay que hacer grandes inversiones para abrir nuevas explotaciones y, además, hoy día se necesitan muchos conocimientos técnicos. La de agricultor y ganadero es una de las profesiones más profesionalizadas. La Administración debería apostar por los bancos de tierras.

-¿Cómo se puede vivir del sector agropecuario?

-Hay dos maneras: consiguiendo producciones máximas, aprovechando todos los recursos y, claro, hay una segunda fórmula, la de especular, cobrar la PAC y percibir todos los pagos por siniestro.

-¿Siguen teniendo futuro los cereales en Zamora?

-Sí, sí. Logrando rendimientos muy altos y aprovechando el valor añadido...

-¿Y la remolacha?

-Sí, va a seguir siendo rentable. Se sigue avanzando en las semillas y se van a lograr aún mayores rendimientos. Lo que no será rentable es media hectárea o una, hay que ir a mayores superficies individuales.

-Están poniéndose de moda cultivos alternativos como los pistacheros o los almendros, ¿no hay riesgo de que esta fiebre acabe deshinchándose y arrastrando a muchos propietarios?

-Es importante que todavía haya agricultores que se ilusionen con nuevas producciones, eso es que todavía existen inquietudes en el sector. Vamos a ver la evolución de estas producciones. El problema inicial es que se necesita mucho capital de partida, pero en principio es positivo para el sector agrario.

-Usted ha sido el gran impulsor de la colza en Castilla y León, ¿le costó mucho convencer a los agricultores?

-No fue fácil, ni sencillo. Empezamos en los años ochenta. Impliqué a la Diputación Provincial que puso sobre la mesa una subvención de 5.000 pesetas por hectárea. Hicimos algunas pruebas de cultivo y no resultaron mal, pero en 1981 estalló lo del Síndrome Tóxico y fue un tsunami, se llevó todo. El cultivo fue criminalizado injustamente y durante unos años hablar de plantar colza era un crimen.

-¿Cómo fue cambiando el panorama tras la crisis del Síndrome Tóxico?

-Primero fue el Protocolo de Kioto, que impulsó los cultivos industriales. Se empezó a explotar el biodiésel por la crisis de los hidrocarburos. Las variedades mejoraron con la introducción de híbridos resistentes a las enfermedades. La gente perdió el miedo y empezamos a sembrar colza sobre barbecho. Fue la clave. Aumentaron las producciones en barbecho. Fue la clave. La vigilancia técnica fue muy grande. Visitábamos todas las explotaciones. El tema pasó a los medios de comunicación porque la flor de la colza es preciosa. Se empezaron a cambiar los paisajes de la Meseta Norte. Dijimos en este periódico que el objetivo era sembrar 5.000 hectáreas de colza en Zamora y nos llamaron locos. Ya ves ahora, más de 12.000 hectáreas. El cultivo ya está establecido y creciendo porque es rentable.

-¿Pero habría algún otro motivo para que la colza se extendiera de forma tan espectacular?

-Claro. El seguimiento técnico. Garantizábamos la forma de cultivo, pagábamos rápidamente..., todo influye, por supuesto.

-¿Usted siempre ha abogado por la necesidad de la rotación de cultivos?

-Por supuesto. Las explotaciones agrarias pueden ser rentables con los cultivos que tenemos. Pero, eso sí, es necesario rotar. Mi propuesta para varios años es clara: barbecho, colza, trigo o cebada, leguminosa y otra vez barbecho. Si lo hacemos así, ganaremos la batalla a las malas hierbas y ahorraremos en gastos, aumentando la rentabilidad.

-¿El campo zamorano tiene futuro o tenemos que cerrar definitivamente nuestros pueblos?

-Tiene futuro siempre que contemos con unas explotaciones bien acondicionadas. Lo ideal en todo caso es diversificar y complementar la agricultura con una actividad ganadera. Si el trigo y la cebada se convierten en carne en la propia explotación la rentabilidad está asegurada. Una cosa está muy clara: no se pueden poner todos los huevos en la misma cesta, hay que diversificar por si vienen mal dadas en un producto completo.