Juan, Pedro, Andrés viven desde hace años madrugadas afiladas, de las que rompen la entraña, de las que brillan por dentro. El color lo abrocha una mirada: el establo está tranquilo y los balidos "laínos", el tinte es claro; la grey está revuelta y los quejidos broncos, lloran las sombras, el tinte es rojo. Los tres son ganaderos de ovejas, especie sin pedigrí, sin nadie que le escriba. Sus reses pastan al sur del Duero, en comarcas zamoranas.

La Comisión Europea ha enviado una delegación de visita a Ávila y Zamora, las provincias más castigadas por los ataques del cánido (más de 850 en la región en lo que va de año). Han hablado con Juan, Pedro, Andrés, Enrique ..., pero no le han hecho mucho caso ni a ellos ni a la Junta: no habrá cambio del estatus del cánido salvaje, que seguirá estando protegido y no será especie cinegética al sur del Duero. El mensaje europeo es claro: habrá que reforzar las explotaciones con medidas de protección para evitar ataques. Más gastos.

El reto está en lograr que la ganadería extensiva sea una actividad profesional rentable y valorada socialmente. Y, asimismo, hay que conseguir que el lobo sea aceptado por todos como un indicador de la calidad ambiental de Zamora, ejemplo de diversidad y un yacimiento turístico de primer orden, teniendo en cuenta que la provincia se ha convertido en la reserva de Europa más poblada de esta especie, que tiene desde el principio del mundo una vida paralela al ser humano.

Naturalistas y proteccionistas creen que el animal salvaje es una oportunidad para el desarrollo endógeno de Zamora. Calculan que su explotación sostenible dejaría anualmente en torno a seis millones de euros de ingresos directos e indirectos. Aseguran que el conflicto se minimizaría si los ganaderos contarán con medios de prevención como vallados y perros amaestrados.

Juan, Pedro, Andrés no saben qué hacer, no tienen quien los consuele.