Mañana se inicia en el centro regional de Robledo un congreso internacional sobre el cánido salvaje. El enunciado del mismo es muy atractivo: "Gestión y conservación del lobo en Norteamérica y Europa. Un conflicto sin resolver". Expertos de varios países pondrán sobre la mesa el corpus de un asunto que preocupa, y mucho, en Zamora, con varias partes en litigio, un mar de malentendidos, mucha adrenalina y un océano de testosterona.

El lobo es un animal totémico -que palabra más ambigua, verdad, pero sirve para adjetivar a un ser de leyenda-que si fuera consciente de las fobias y filias que despierta estaría permanentemente deprimido. Pero no, él anda a otra cosa, a lo que se le supone. Mientras tanto hay unos pocos humanos que quieren extinguirlo y otros -en el extremo opuesto- que pretenden elevarlo a los altares.

Ganaderos, proteccionistas, cazadores, gestores cinegéticos y turísticos, ciudadanos concienciados con la transcendencia de la biodiversidad, agricultores, todo un universo de intereses, en muchos casos contrapuestos, que emborronan la realidad y la pintan de colores chillones que se pegan entre sí.

La solución para resolver el conflicto pasa por armonizar las posturas contrapuestas. Difícil, sin duda, pero no imposible. La obligación de hacerlo la tiene la Junta de Castilla y León, administración que tiene que trabajar por conseguir la igualdad entre los ciudadanos y el equilibrio entre estos y la fauna salvaje.

La premisa está clara: el lobo es una especie imprescindible en nuestros montes. Su supervivencia es responsabilidad de todos y su presencia, un valor en alza. La Administración regional debe ejercer su función de árbitro y lograr que el cánido salvaje sea apreciado por todas las partes en litigio. Para eso tiene que compensar de forma justa a quienes sufren daños, teniendo también en cuenta a estos cuando legisla sobre la materia. El desarrollo sostenible, una expresión muy manoseada, tiene aquí su significación más propia.