Nunca ves lo que tienes dentro de tus ojos. Es verdad. Ni el aire, aunque sea capaz de tirar árboles cuando se pone tieso. Hay quien no sabe que los alimentos se hacen con materias primas, que alguien tiene que producir. Hay niños que creen que los pollos no son seres vivos, siempre están asados. O las cajas de leche, que salen de las centrales lecheras sin haber ordeñado antes a la vaca. Pasa algo parecido con la PAC, la Política Agrícola Común, sobre la que la sociedad tiene un cliché hecho desde hace años: es la bolsa que da de comer a agricultores y ganaderos, un sistema malsano que sirve para alimentar vagos. Y se quedan tan campantes.

Actos como el que ayer se celebró en la sede de la Consejería de Agricultura de la Junta siguen siendo necesarios. Lástima que a ellos no acudan más que representantes y ejercientes del sector agropecuario. Si hubieran estado esos que creen que la PAC es la bolsa que engorda a los "comemeriendas", habrían salido con otra imagen y se darían cuenta de que el sistema es imprescindible. Mejorable, sí, pero imprescindible.

La PAC no es un cesto lleno de dinero que ha servido a agricultores y ganaderos para comprar pisos. No (con más espacio hasta se podría explicar). Es una política global, la primera, la más importante de la UE. Aporta el 30% de la renta agraria a cambio de que los precios de las materias primas se mantengan en guarismos de hace 30 años. Sí, sí, el trigo, la leche, la carne, se la pagan a agricultores y ganaderos al mismo precio que hace tres décadas. Las ayudas, por tanto, en quienes repercuten son en los consumidores, que pueden comprar a precios asequibles en comercios y grandes superficies.

Si no hubiera PAC, con precios de la materias primas de hace 30 años, ¿quién sería agricultor y ganadero? Nadie, claro. El sector, en Europa, no existiría. Dependeríamos del exterior, con todo lo que eso supone. Aún con la PAC, ya ven, cada vez menos. Por algo será. Porque nadie se hace rico en el campo.