Ser zamorano es sentir la provincia, preocuparte de lo que ocurre en ella, intentar entender su pasado y trabajar para aclarar su futuro. La definición es propia, pero ha surgido así, para este artículo, al intentar definir el sentimiento de los nacidos en esta tierra que viven fuera. De hecho, la reflexión tiene que ver con el contacto de un día con las gentes originarias de aquí que transitan por la Casa de Zamora en Madrid.

Te choca que la mayor parte de quienes se interesan por las actividades que organiza este centro (el sábado se inauguró una interesante y completa exposición fotográfica sobre trashumancia y cultura pastoril obra de Félix Navarro) son zamoranos del ámbito rural. Sorprende también que la mayoría, al menos los más visibles, procedan de pueblos de los valles benaventanos, Aliste y Sanabria. La presidenta actual, Mari Luz Uña Riesco, salió de su pueblo, Bercianos de Vidriales, con 17 años, pero nunca ha perdido el norte ni sus referencias. Es un ejemplo de zamorana comprometida con su tierra.

Hablas con los zamoranos-madrileños y rápidamente te das cuenta de que siguen pegados a su tierra, a las costumbres de antes. La patria, está claro, es la infancia. Un porcentaje alto acumula recuerdos y años que se diluyen siempre en el pasado: "Nunca se me olvidará cuando mi abuela contaba, en las noches de invierno, con todos los nietos alrededor de la lumbre, historias de los lobos que acompañaban al tío Genaro, que venía muy tarde de cortar leña en el bosque. Les daba pan y llegaba a acariciar a los cánidos, que lo protegían...".

Los zamoranos de fuera son docentes muy cualificados, funcionarios, trabajadores de aquí y de allá, que se juntan para sentir juntos con un corazón único. (¡Cuantos soldados, curas, servidores públicos leales, trabajadores sin horas ha dado esta provincia...!).

Quizás entidades como la Casa de Zamora en Madrid ya no cumplan muchas de las funciones para las que fueron creadas: proteger a los socios, llevar un trozo de la provincia a otra tierra, enjugar la nostalgia..., pero siguen teniendo justificación: son el reducto más zamorano, más puro, aclarado por otros aires, por otros tiempos. ¡Larga vida y protección institucional para ellas!

Ser zamorano es sentir la provincia, preocuparte de lo que ocurre en ella, intentar entender su pasado y trabajar para aclarar su futuro.