Es como un rebujón esponjoso de gloria. No estaría aquí si no existiera el río Dorantes y una ciudad clavada en su orilla, la orgullosa y doliente Homs, en la Siria más seminal. No estaría aquí si la familia de su padre, Némer, no se hubiera abierto camino entre una existencia brumosa y accidentada, rompiendo muchas veces el destino.

Sofía, la zamorana, no estaría aquí si los celtas no hubieran esparcido la semilla de su estirpe por toda Europa ni hubieran colonizado la bella Irlanda. Su madre, Susana es la imagen más apacible de Erin y lleva también el sol de Al-Ándalus prendido en su existencia.

Sofía es como un rebujón esponjoso de gloria. Y aunque ha necesitado para nacer mil casualidades, aquí está, zamorana con compromiso, el que le va a pedir el tiempo para reivindicar esta provincia que se está deshaciendo por donde más daño hace, por la gente.

Sofía es noticia porque ha nacido. Y lo es más en ese rincón donde los cementerios acorralan a los parques infantiles. Nacer en otoño y en Zamora tiene mérito. Más si buena culpa del hecho lo tiene la cultura árabe, el amor por una civilización que está pegada a nuestra alma como el pericardio al corazón.

Sofía se parece a sus hermanas Susu y Sira. Lleva en el rostro, diminuto y moreno, la picardía y la inteligencia de las dos. No hay mejor cosa que mezclar en el mismo tarro mil sensaciones, mil experiencias, mil embates al tiempo. De ahí siempre sale la claridad.

Sofía, Sira y Susu -y otros niños y niñas- son quienes tendrán que darle la vuelta a la provincia. Romper los hilos oscuros que sustentan el victimismo, salir a la calle, llamar al futuro a voces y retarlo en un torneo incruento. Ellas van a conseguir la victoria. Y sacar a la provincia del fondo del armario donde duermen los sueños.

Sofía es como un rebujón esponjoso de gloria. Y Susu y Sira la miran embobadas. Que esta poquita cosa sea tan importante..., no se lo creen. Mayores tontos.