Veintidós ejemplares de raza sayaguesa, pertenecientes a tres explotaciones ganaderas zamoranas, partieron ayer desde Villar del Buey rumbo a su nuevo destino en Croacia, dejando tras sí una profunda "pena y tristeza" en sus dueños, que los vieron partir hacia los nuevos pastizales como si fueran miembros de la familia. "Un viaje de 2.500 kilómetros, y dos días y diez horas de camión", con algunos descansos, uno de ellos en Francia, de 24 horas, porque la normativa de Sanidad y Bienestar Animal es rigurosa y todo debe estar más que certificado de antemano. Prueba de ello es que la resolución de los trámites burocráticos exigió ayer un verdadero ir y venir hasta la Unidad Veterinaria de Bermillo de Sayago. Fue necesario dejar todo bien cumplido para garantizar el paso de la histórica raza, sin mayores incidentes, por diferentes países europeos.

La adquisición de esta remesa de animales obedece a la puesta en marcha de un proyecto europeo, denominado Tauro, que pretende emparentar genéticamente los bóvidos más antiguos del continente; aquellos que se consideran los más claros descendientes del uro, desaparecido de los bosques polacos en el año 1627.

Es una expansión más de los ejemplares de la raza autóctona zamorana, tenida por "dura y desdolida para vivir en el campo", en palabras de José Domínguez. Durante los últimos años se han diseminado animales de esta raza por Alemania, Alicante, Toledo, Salamanca, Ávila, Valladolid y León. En febrero, está previsto que otra veintena de ejemplares marche para Alemania.

"Esta raza se acaba si no cuenta con ayuda de la Administración y cambian las formas del medio rural" dicen los ganaderos que sostienen en la provincia unos seiscientos ejemplares de sayaguesa.

La carencia de ayudas suficientes, la falta de concentración parcelaria, los conflictos con los vecinos por el cierre de los campos con pastores, para evitar estar todo el día a rabo de los animales, la detección de tuberculina en el vacuno son algunas razones que apuntan José Martín, de Gamones; Antonio Vázquez, de Villar del Buey; José Domínguez, de Villar del Buey; y Coralino Esteban, de Luelmo. Todos ellos son ganadería de sayaguesa que ayer participaron en la operación de carga de animales de sus explotaciones al camión holandés contratado para portar las reses hasta dos puntos de la zona de Gospic, en Croacia.

Desde las ocho de la mañana hasta pasadas las 13.00 horas los animales se mantuvieron a la espera encerrados en un mueco. Mantenían una mirada inteligente y de plena incertidumbre por las circunstancias de encierro forzado que vivían, y daban la impresión de estar ansiosos por recuperar la libertad y pisar el campo. Los propios dueños sufrían al ver el estado de inquietud de las reses y solo querían que comenzara de una vez por todas el embarque y el viaje.

Tras acolchar con paja de trigo el suelo del interior del camión, limpio como el jaspe, comenzó el manejo de los animales. Todos ellos fueron pasando de las celdas del mueco, a través un estrecho pasadizo, hasta la celda del vehículo, con una disciplina sorprendente. Bastaba que uno diera el paso, impulsado por los dueños y colaboradores, para que todos le siguieran al instante.

En la primera tanda entraron un grandioso toro y dos vacas, y luego ocho reses más. En un segundo apartamento del camión articulado, fueron metidos dos novillos, en un piso superior, y una decena de reses en el piso inferior.

Los dueños miraban por la comodidad de sus reses. De ahí las cuestiones y sus pareceres. "¿Cuántas van ahí?" preguntaban "Cinco". "Parece poco espacio" decía Antonio Domínguez. "¡Vamos, vamos! ¡Despacio, despacio!" exclamaban, animando así a que las sayaguesas fueran adentrándose al lugar hasta cerrar las puertas. Los vaivenes posteriores del camión y el pataleo que sonaba en sus entrañas demostraban el nerviosismo de las ocupantes.

Manuel Martín está convencido de que los animales "no probarán bocado en todo el viaje porque sienten extrañamiento. Les pasa cuando los llevamos a Zamora, a la fiesta de San Pedro, que los echan buena alfalfa y no la comen".

Sobre el precio se hablaba de 1.500 euros la novilla, 1.800 la novilla de un año a dos años, 2.000 la vaca grande, y entre 2.000 y 2.500 euros el toro.

Ángel Fernández Argüelles es integrante de la Fundación Naturaleza y Hombre, participante en España del proyecto Tauro, que cuenta con la reserva biológica Campanarios de Azaba, en Espejas (Salamanca). Ayer seguía de cerca la operación de traslado y hacía de interlocutor entre los transportistas, de origen holandés, y los ganaderos. Fernández Argüelles señala "lo que se quiere es trabajar con las razas genéticamente más antiguas para tratar de hacer algo parecido al antiguo uro, dentro del intento de conseguir este gran herbívoro para reintroducir en la naturaleza".

La idea, explica, "es cruzar las razas más antiguas de Europa". Precisa que estos animales "estarán en semilibertad y haciendo la función de los grandes herbívoros: pastar y abrir grandes superficies para que no sea todo bosque sino que haya un mosaico".

Subraya el interés por la sayaguesa "por ser una de las razas más antiguas de Europa y por ser un animal bastante rústico, del que se espera una buena adaptación y que ejerzan su labor de gran herbívoro". Reitera que "no se pretende reconstruir un uro, se trata de conseguir algo de unas características parecidas, un animal que sea bastante rústico, que puede defenderse de los depredadores y que, a la vez, no sea agresivo y peligroso".

Temor a la tuberculina

Antonio Vázquez, José Martín, Coralino Esteban y José Domínguez resaltan la dureza de la raza sayaguesa y su capacidad para adaptarse a los terrenos más duros. Además se reafirman en la necesidad de "no dejarla perder y de recuperar lo que es propio". Los análisis de la tuberculina les tiene el miedo metido en el cuerpo "porque el positivo de una res supone que toda la explotación queda intervenida para la vida, durante dos años, aunque no para la carne".

"¿Dónde cogen esta enfermedad?" se preguntan, y reparan en que lo mismo afecta "a los animales más gordos, que a los más viejos, que a los jóvenes".

Este colectivo de ganaderos de raza sayaguesa destaca incluso la validez de estos animales para la carne. "No la enseñan como otras, pero llevan la carne encima", manifiestan , y alaban su calidad gastronómica hasta situarla al nivel de las más selectas. Se basan en que una ternera de sayaguesa "no puede compararse con otras razas de engorde rápido".

El presidente de la Asociación de la Raza Sayaguesa, Antonio Domínguez, vivía ayer el traslado de los animales a un territorio tan alejado preocupado, y tratando de que los elegidos tuvieran un viaje cómodo y confortable. Había quien estaba interesado en que se les remitiera por el móvil alguna fotografia de los animales, pasado un tiempo, para saber de cómo les iban las cosas en su nuevo campamento ganadero. José Martín echará de menos una de las seleccionadas "porque era la que dirigía la vacada. Dabas una voz y sabía hacía dónde dirigirse".

En el proyecto Tauro, además de la raza sayaguesa, toman parte otras razas que consideran ligadas al uro, como la vaca moronesa, de Portugal, o la vaca limia, que aún pervive en algunos escenarios ganaderos de Galicia y que también está en peligro de extinción.

La partida de esto veintidós animales se hizo con cierta tristeza reflejada en los dueños, y también en las reses, que miraban por las ventanillas como pidiendo la libertad y la ayuda de sus conocidos cuidadores.