Gracias a El Correo de Zamora me enteré del cierre del ferrocarril del Noroeste, que vertebraba verticalmente el Oeste de España, es decir, la España atlántica, por oposición a la España mediterránea, ya que su recorrido era paralelo a la línea que separa nuestras tierras de Portugal. Hablo del ferrocarril que pasaba por mi comarca y se detenía dos veces al día en La Tabla. Un reportaje de El Correo mentaba la noche en la que pasó el último tren por la estación y un artículo posterior hablaba del declinar definitivo de Otero de Sariegos y la posterior vandalización de sus casas. La Tabla y Otero son dos localidades deshabitadas, ruinosas y colindantes, rodeadas de lagunas y en sus más lejanos lindes cercadas por el Esla, que podrían suponer en este momento el ejemplo más radical de la muerte de la cultura rural, cierto, pero sin olvidar que la cultura rural se ha desvanecido en todo el universo Occidental, tanto en Europa como en América. El primer golpe mortal a la cultura rural lo dieron las desamortizaciones que despojaron a los pueblos de sus tierras comunales. Tanto en España como en Francia, esas tierras solían estar vinculadas a la Iglesia, pero las disfrutaba toda la comunidad. En el territorio al que me refiero, el de la de las lagunas de Villafáfila, las tierras comunales eran dehesas que pertenecían al monasterio de la Granja de Moreruela, donde los pueblos de la zona hallaban la leña para explotar las lagunas y producir la sal, además de pastos para su ganado. La desamortización de Mendizábal y la construcción de presas diezmaron los pueblos que se quedaron sin las vegas donde las vacas se criaban solas. Si despojas a los pueblos de las tierras comunales los arruinas, y tienes mano de obra barata y abundante para las factorías de la revolución industrial, a la que estuvo vinculada la región de la que procedo a través de estaciones como La Tabla y de las fábricas que las rodeaban. 

Otero de Sariegos, pueblo abandonado.

Europa iba cambiando de paradigma y comenzaba a imponerse la cultura urbana muy por encima de la cultura rural, cada vez más agonizante. Hubo pueblos que prosperaron, pero en la mayoría de los casos era porque se habían enganchado a la revolución industrial. Y los pueblos industriales eran en realidad pueblos urbanos, que aceptaban el urbanismo de la ciudad, si bien de modo bastante precario. 

En el valle del que hablo, el lugar que más prosperó fue La Tabla, que en los años sesenta alcanzó su punto más álgido mientras que los demás pueblos se iban vaciando, y sin embargo, bien podría decirse que hasta los años cincuenta del siglo pasado aún no se había consolidado la verdadera y más definitiva destrucción. Antes de que empezase la llamada revolución verde que hizo poco competitivo el trigo de Castilla, los pueblos de Zamora estaba superpoblados y no podían dar trabajo a los que fueron los niños de la Guerra Civil, de modo que cuando esos hombres y mujeres cumplieron los veinte años empezaron a emigrar al País Vasco, a Cataluña, a Francia, a Alemania, a Holanda... Desde entonces las zonas de las que eran originarios no han cesado de decaer y ahora conforman una de las imágenes más lamentables de la España vaciada. Se podría pensar que la cultura rural solo está muriendo en esas áreas despobladas, pero no es cierto, pues como ya dije al principio, la cultura rural está muriendo en todas partes y la España vaciada es solo la punta del iceberg de un fenómeno universal. ¿Y a qué me refiero con cultura rural? Pues me refiero a una sistema de lazos, de alianzas, de costumbres, de estructuras clánicas, de relaciones, de relatos, de leyendas, de símbolos, de creencias que que daban aliento y espíritu a la vida de todos los días y que ahora mismo ni siquiera son el recuerdo de un sueño. Se han destruido miríadas y miríadas de estructuras que ya no podrán volver a integrarse y que han desaparecido para siempre. Y ahora voy a citar a uno de mis maestros de París, el antropólogo Lévi-Strauss. Al final de su obra fundamental Tristes Trópicos, Lévi-Strauss viene a decir que el hombre ha construido ciudades y ha cultivado campos; pero que, cuando se piensa en ello, esas realizaciones son máquinas destinadas a producir inercia y vacío a un ritmo sofocante que podría conducir a la desaparición del género humano, de forma que la civilización, tomada en su conjunto, podría ser descrita como un mecanismo prodigiosamente complejo destinado a fabricar lo que los físicos llaman entropía, es decir, inercia, es decir, muerte...

La cultura rural ha muerto por partida doble y aunque los pueblos vacíos se repueblen, ese sistema abolido no volverá a emerger, y lo que aparezca será otra cosa

Con la desamortización muchos pueblos sucumbieron pero otros ascendieron gracias a las industrias, sin embargo ya en los años ochenta del siglo pasado se clausuró en Occidente la revolución industrial, que fue exportada a Asia. Ese proceso se llamó reconversión, y fue entonces cuando también agonizaron los municipios industriales por las que pasaba el ferrocarril del Noroeste, con lugares como La Tabla o localidades mucho más importantes como Béjar y Hervás, que se quedaron sin su industria textil. 

La antigua estación de tren de La Tabla, sin uso al desmantelarse el ferrocarril de la Ruta de la Plata, en una foto restrospectiva.

La cultura rural ha muerto por partida doble y aunque los pueblos vacíos se repueblen, ese sistema abolido no volverá a emerger, y lo que aparezca será otra cosa... En la historia humana, muchas estructuras van quedando atrás y de nada sirve que nos echemos las manos a la cabeza. El hombre avanza incesantemente hacia lo desconocido y no podemos prever el futuro de nuestras tierras, solo podemos imaginarlo. ¿Hay formas de renacer? Sin duda que las hay, pero hace falta más voluntad, más impulso, más esperanza, más deseo, y siempre sabiendo que, como decía el poeta, hay sendas que ya nunca volveremos a pisar.