Para opinar sobre el futuro de esta santa tradición, que ha situado a Zamora entre las celebraciones más relevantes y valoradas del país, debemos recordar primordialmente su pasado y después pasar revista al presente que esta nuestra generación modela con algunas luces y sombras que ya apuntase certeramente, hace cincuenta años, el obispo Ramón Buxarrais Ventura, de feliz memoria. Luces y sombras que ahí siguen, unas atenuadas y otras aún más acentuadas tanto tiempo después.

Con la experiencia de las muchas vicisitudes que ha vivido la Junta de Fomento a lo largo de los 125 años de vida, aletargada unas veces y pujante en otras, sí podemos intuir lo que puede ser esta Semana Santa con el paso del tiempo. O lo que querríamos que fuese. Aquellas primeras etapas se afanaron por reforzar la vertiente material de las procesiones y, por ello, el incremento de cofrades, la sustitución de grupos escultóricos de escaso valor, la creación de nuevas escenas de la Pasión y de imágenes originales y valiosas, que luego han tenido continuidad en otras épocas de mayor o menor esplendor como demuestra la progresiva fundación de nuevas hermandades y cofradías que sumaron con indudable acierto esculturas de reconocido valor y crearon momentos de religiosidad y belleza muy intensas. Y ahí están tan magníficos resultados. La Semana Santa del futuro, si agregase algún otro grupo o imagen, tendría que hacerlo con los parámetros de una enorme calidad y nombradía de su autor. Aquí ya no caben medias tintas ni más experimentos. Y en lo que atañe a la creación de nuevas hermandades y procesiones, deberá estudiarse con mucho rigor y prudencia en un calendario ya conformado con el paso del tiempo. Solamente queda la tarde avanzada, noche ya, del Domingo de Ramos en la que, perdido en 1960 el traslado del Nazareno de San Frontis, el Obispado no permitió su reimplantación en esa fecha treinta años después, sin que hasta ahora hayan cuajado algunos otros experimentos.

Con el nuevo Museo hemos desaprovechado la ocasión de haber retado a alguno de los grandes arquitectos de nuestro tiempo, sin límite de fronteras o formas, a enfrentarse a la realidad de levantar en Zamora un espacio atractivo, diferente, y rompedor

En la parte de la religiosidad popular, las cofradías han creado o renovado actos de culto en mitad o al final de sus procesiones con singular acierto, dotándolos de una naturaleza devota muy digna y en espacios urbanos armónicos con ese propósito esencial. Sin embargo queda una tarea pendiente, ciertamente complicada, la de recuperar una mayor presencia de hermanos en los actos de culto que organizan las cofradías a lo largo del año, principalmente en cuaresma, y que cuentan cada vez con menor asistencia, situación preocupante cuando la Semana Santa tiene una única y fundamental identidad religiosa. En esa labor, la iglesia diocesana y las propias cofradías deben hacer un gran esfuerzo de concienciación entre los hermanos, muchos de los cuales limitan su actividad tan solo a participar en la procesión. 

Por otra parte, hay momentos y cuadros de confusión en algunas de nuestras procesiones que deberían ser corregidos. Para empezar, una música inapropiada, interpretada sin venir a cuento, ya que tiene su razón de ser exclusivamente ante una imagen concreta y en un lugar y momentos determinados. Luego está la algarabía con que se introducen pasos e imágenes en el Museo, en una moda contraria por completo a las virtudes fundamentales que caracterizaron nuestra Semana Santa, fervor, silencio, austeridad, recogimiento. Respecto de la música se deberían aceptar las opiniones de los directores y compositores de las bandas locales que conocen perfectamente el rico muestrario de marchas procesionales de ayer y de hoy y no imponerles las partituras “porque para eso les pagamos”. Y respecto a esos finales de procesión tan poco edificantes, la autoridad eclesiástica debería sugerir, aconsejar y si no, imponer un final de las procesiones más acorde con las escenas e imágenes que se portan de Cristos con la cruz o ya en ella y de Vírgenes llenas de dolor. No se debe confundir el alboroto que se organiza como un gesto de reconocimiento y ánimo a los hermanos de paso porque la devoción que les lleva a cargar con una imagen no debe tener nunca arengas ni aplausos sino respeto y admiración. Basta y sobra la compañía de la música y la presencia, multitudinaria si se quiere, pero silenciosa y acogedora, de los suyos que les esperan al término de su notable sacrificio. Las principales virtudes de las que presumía esta Pasión están hoy melladas por estos defectos, aunque son fáciles de corregir con la buena voluntad de todos.

Recreación del nuevo Museo de Semana Santa J. S. S.

El Museo de Semana Santa continuará siendo un importante punto de apoyo en la difusión de los muchos y notables valores de nuestra Semana Santa. Un almacén levantado en 1964 de prisa y corriendo para salvar los pasos en peligro se convertirá en un digno contenedor cultural de exposición de esculturas. Sin embargo siento que hemos perdido la oportunidad de poseer una obra para la historia de la arquitectura internacional y de mostrar nuestra original y notable riqueza artística de la Pasión en un envoltorio impresionantemente atractivo. Hemos desaprovechado la ocasión de haber retado, desafiado, comprometido, a alguno de los grandes arquitectos o estudios de nuestro tiempo, sin límite de fronteras o formas, a enfrentarse a la realidad de levantar en Zamora un espacio potente, atractivo, diferente, rompedor y a la vez ensamblado en una ciudad en la que el arte románico es su principal seña de identidad arquitectónica. Creo que el contenido, magnífico en esculturas e imágenes, hubiera tenido también el continente de una edificación que pasase a la historia de la arquitectura del siglo XXI, como hay ya otros ejemplos por el mundo. Recuerdo el edificio de la Ópera de Sidney, diseñado por el desaparecido John Utzon, el Museo Munch de Oslo, erigido por la brillante personalidad del español Juan Herreros y Jens Richter, el de la Acrópolis en Atenas de los maestros Bernard Tschumi y Mijalis Fotiadis o el Centro Pompidou de París, maravilloso trabajo de Renzo Piano y del recientemente fallecido Richard Rogers. Con ello no pretendo afirmar que el que va a costearnos la entente política local y regional no sea válido y meritorio, ni mucho menos, pero no será la pequeña joya arquitectónica firmada por uno de los grandes maestros internacionales de nuestro tiempo que engrandeciese la historia urbanista de la ciudad en los siguientes cien años y muy probablemente muchos más. No hemos arriesgado. Hemos sido realistas, hasta prácticos, pero no ambiciosos ni atrevidos.

Procesión de la Resurrección J. L. F.

Aunque tengo mis dudas, espero que nuestra Semana Santa sea vivida y sentida en un futuro cercano tal como nos la entregaron a nosotros. Confío que las generaciones venideras, aunque mermadas según apuntan las estadísticas, sabrán proteger y fortalecer esta tradición, sin olvidar su única razón de ser, una religiosidad popular pura y sencilla como fue en sus raíces, eliminando los pegotes tan inapropiados que exhibe ahora. Deberán procurar sobre todo que siga siendo un irrenunciable signo de identidad de esta ciudad, castigada con numerosos períodos de marginación y olvido, algunos de ellos como el que ahora padece, propiciados en buena parte por la cobardía y egoísmo de una sociedad nada reivindicativa, y que hoy día tan solo tiene en su Semana Santa, una vez al año, un limitado motor turístico y económico que apuntala a duras penas su débil presente. Sería fundamental, por ejemplo, inventarse otras muchas semanas, aunque no fueran santas, pero ya se ha comprobado muchas veces que nos faltan imaginación, voluntad, ilusión. O dicho de otra forma, nos sobran indolencia, conformismo y división.

Dos hermanas del Silencio J. L. F.