Este año se conmemoran los 125 años del nacimiento de lo que hoy es LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA: nuestro periódico zamorano por antonomasia y líder indiscutible. Un siglo y cuarto da para mucho y no todos los diarios han sido capaces de contarlo. Su primer número vio la luz el lunes 1 de febrero de 1897. Desde entonces, no ha parado de publicar noticias con las que los lectores hemos podido estar informados y al día de todos los acontecimientos importantes del mundo, del país y de nuestra provincia.

Durante este tiempo, se ha vivido una verdadera expansión de las empresas que ya traían la inercia de la Revolución Industrial. Las fusiones empresariales han estado a la orden del día para lo que han sido necesarias grandes emisiones de acciones, prestando especial atención a los Mercados Financieros que han experimentado un auge nunca conocido. 125 años han dado para mucho y por el camino también se han vivido momentos de pánico provenientes de las quiebras, problemas de financiación, guerras y los siempre eternos fraudes, primando, en estos casos, la propia supervivencia de las empresas.

El caso es que el pasado ya lo hemos vivido y este diario nos lo ha contado; el presente lo estamos viviendo y el futuro vendrá y este periódico, del que tan orgullosos nos sentimos los zamoranos, estará ahí para contárnoslo. El futuro se construye en el presente y el mejor momento para empezar a construirlo es ahora. El hoy es la prolongación del ayer y el mañana dependerá de todo lo anteriormente acontecido, tomándolo como referencia para elaborar hoy el propio proyecto de vida hacia el mañana, que no deja de ser un tanto indeterminado.

El fenómeno más difícil de predecir es el futuro, sobre todo si todavía se está luchando por averiguar qué está pasando con la situación financiera actual. El horizonte económico al que nos enfrentamos se supone más complicado de lo que se nos quiere dar a entender. Todos los indicadores macroeconómicos ayudan a concebir un futuro alejado de la balanza económica. Distintas instituciones, tanto nacionales como internacionales, y el propio Gobierno, han revisado a la baja la previsión del crecimiento, lo que llevará al traste la creación de empleo. Si no hay inversión no hay empleo, si no hay empleo no hay ingresos, si no hay ingresos no hay consumo ni ahorro.

El aumento de tipos provocará que las familias inviertan en activos como la vivienda y que se consuma menos

El principal riesgo radica en el entorno geopolítico y la evolución del conflicto bélico y sus consecuencias en la economía global. Al vivir en un mundo en constante estado de cambio es muy difícil hacer pronósticos a medio y largo plazo, y mucho menos confeccionar un escenario cierto que sea capaz de ayudarnos a entender el futuro, y no me refiero al del medio y largo plazo sino al de más rabiosa actualidad. El crecimiento de nuestra economía dependerá en gran medida de la evolución de los costes energéticos.

Sin embargo, el programa de estabilidad que se ha enviado a Bruselas tiene grandes dosis de optimismo, cuando la realidad va por otro camino. Es verdad que la recaudación se ha incrementado, pero en su mayor parte se debe al aumento de la inflación. Si la inflación disminuye, el efecto recaudatorio que ha provocado se pierde. Y, si sigue aumentando, el empobrecimiento reducirá la actividad económica haciendo disminuir la recaudación por el descenso de la actividad. Como saben, la inflación, que siempre es acumulativa, beneficia a quien tiene una deuda contraída y perjudica a quien tiene que cobrarla porque el que paga pagará con unos euros que tendrán menos valor que cuando se los prestaron.

Nuestra economía patria, de momento, acaba de ingresar en urgencias con los siguientes síntomas: demasiada gente en el paro y muchos puestos sin cubrir (¡qué paradoja!), inflación descontrolada, elevado endeudamiento público, pérdida de competitividad, pérdida de poder adquisitivo, encarecimiento de la financiación tanto a nivel estatal (hasta ahora, el Estado se beneficiaba cuando pedía dinero prestado) como individual. Las expectativas son malas, sí, pero es la realidad que nos tocará vivir y no hay mejor remedio que afrontar la realidad según viene, por lo que, ante la subida desenfrenada del IPC, el BCE no tendrá más remedio que activar políticas económicas de subida del precio del dinero que implicarán una amenaza para la demanda interna de nuestro país.

El aumento de tipos que se espera está provocando que las familias inviertan en activos como la vivienda y que se consuma menos en los próximos meses debido al empobrecimiento de la capacidad adquisitiva de las rentas (mayor precio del dinero y créditos más restringidos), provocando que los inversores se lancen a firmar más préstamos hipotecarios para aprovechar los actuales tipos de interés, tanto variables como fijos.

El incremento del IPC provocará una pérdida irreparable de la renta disponible, ralentizando el consumo y la inversión. Al venir de un periodo donde ha aumentado el ahorro al descender la capacidad de consumo, la demanda de los hogares se mantendrá constante amortiguando el descenso de la renta disponible, pero el ahorro si no se cuida acaba por desaparecer, y todos sabemos que la prosperidad viene del ahorro, no del gasto, aunque gasto y ahorro vivan en simbiosis. Solía decir Samuel Johnson que “alguien que gasta y ahorra es la persona más feliz, porque disfruta por partida doble”.

El comportamiento de la sociedad varía mucho dependiendo del ciclo económico que le toque vivir: durante los periodos de recesión y de incertidumbre, los hogares tienden a reducir sus niveles de consumo y a aumentar considerablemente el ahorro. Una vez pasado ese periodo desfavorable, el ahorro sale a espuertas provocando un aumento del consumo y la demanda, lo que provoca un aumento de los precios. Por tanto, el ahorro es el termómetro para medir la solidez financiera familiar.

Son muchas las tendencias que van a marcar la situación económica y financiera en los próximos años. Tal es el caso de la salud y el envejecimiento, la inversión sostenible, las nuevas tecnologías y la desaparición del dinero en efectivo como medio de pago. 

Desde el punto de vista financiero, el dinero en liquidez pierde el equivalente de la inflación y la rentabilidad de los bonos soberanos no son capaces de batir a la inflación provocando un rendimiento real negativo. No es de extrañar que los inversores canalicen sus ahorros hacia activos financieros con más riesgo.

Lo que sí está claro es que en un mundo cambiante donde de la noche a la mañana puede aparecer una pandemia o un enfrentamiento bélico, habrá incertidumbre y sobresaltos, pero también surgirán oportunidades y cambios favorables. Cualquiera que sea la situación en la que uno se encuentre es importante que se comience a pensar en el dinero como el único instrumento para asegurar los planes a largo plazo.

A partir de ahora, pasada ya la resaca de la celebración, LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA seguirá acompañándonos y ofreciéndonos puntualmente información de las venturas y desventuras de lo nuestro y de lo del resto.