A mediados del siglo XIX la provincia de Zamora contaba con unos ciento ochenta mil habitantes. Las estadísticas de la época no nos permiten ser más precisos. A finales de siglo el crecimiento vegetativo había elevado esa cifra en casi cien mil personas y, a pesar de las salidas a América y la incidencia demográfica de la crisis económica de finales de los años veinte y la inestabilidad política que acaba desembocando en una cruenta guerra civil que deriva en dictadura, con muertes y destierros, en 1950 la provincia alcanza los 315.885 habitantes. Desde aquí, las limitadas salidas hacia América, especialmente a Argentina y Venezuela, los casi treinta mil zamoranos que emigran a distintos países europeos (Francia, Alemania y Suiza especialmente) y de forma mucho más influyente las decenas de miles que lo hacen dentro de España, determinan que cuando acabamos el siglo XX nuestra población se ha reducido a 203.469. Con ocasión de los 120 años este periódico escribí un artículo titulado “Acompañando un fenómeno más que centenario” en el que analizaba esos procesos de emigración y sus efectos 

Parecía, al empezar el nuevo siglo, que el proceso se podía en cierta medida compensar con sostenidas llegadas de inmigrantes desde el 2000 que suponen varios miles. Pero era una tendencia inestable y la crisis económica que se inicia en 2008 así lo pone de manifiesto. La emigración continúa con el nuevo siglo, especialmente de personas relativamente jóvenes y muchas bien formadas. Así, de 2002 a 2010 emigran 26.843 zamoranos de ellos solo 577 al extranjero. Lo llamativo es que 12.870 tienen entre 16 y 35 años, de los que 246 emigran fuera de España. La emigración continuó durante la crisis económica y no solo protagonizada por los extranjeros que habían venido en los primeros años del actual siglo. De 2011 a 2020 salieron de Zamora 30.827 personas, de las que 4.917 fueron al extranjero. La pandemia del covid-19 redujo las salidas pero no las eliminó y el resultado poblacional es conocido en esta sociedad zamorana en la que a la emigración hay que añadir el creciente envejecimiento. En 2022 tenemos solo 167.19425 habitantes de los que en 2021 6.246 figuraban como extranjeros residentes, cuando en 2012 se había llegado a la cifra de 8.803. Un dato más, también significativo, referido a 2021: del conjunto de nacidos en Zamora que vivían en España, 261.069, solo 132.786 residían en nuestra provincia. En Madrid estaban afincados 35.666 y en Cataluña 11.993.  

No es de extrañar por tanto que las referencias a la hipoteca demográfica derivada del binomio despoblación/ envejecimiento estén presentes en muchos ámbitos sin encontrar soluciones viables. 

Si, como analizamos en el artículo mencionado de hace cinco años, las causas fundamentales de la emigración zamorana de esas tres grandes oleadas se centraban en la diferencia de expectativas de desarrollo económico, disponibilidad de servicios y calidad de vida para los propios emigrantes y sus posibles descendientes, la situación comparativamente no ha cambiado tanto para que la vuelta o la venida a Zamora sea una aspiración atrayente, incluso para quienes, vinculados o no a Zamora, se encuentran en coyunturas complicadas como ocurre en Cuba, Venezuela o incluso Argentina. La atracción es España, pero no toda España. Las incomodidades del mundo urbano puestas de manifiesto en las circunstancias de la pandemia sufrida estos dos últimos años no han empujado a muchos a vincularse permanentemente a un mundo despoblado como el zamorano. Despoblado de gentes, pero deficiente también, especialmente de forma comparativa, en servicios y expectativas. 

Pero no todo ha permanecido inamovible y ciertas tendencias se han mantenido y, lo que es más importante, reforzado. Nos referimos a la vinculación, al contacto e implicación de muchos que, no residiendo permanentemente en Zamora, intensifican la relación con nuestra provincia y nuestros pueblos. Lo significativo es que gran parte de esta población vinculada son emigrantes o descendientes de emigrantes. 

En un mundo despoblado y envejecido lo que se necesita en primer lugar es dinamismo social, cuya falta presagia la inanición y finalmente la desaparición

La realidad de esa vinculación que mantienen y fomentan los emigrantes se ha traducido en distintas actuaciones que analizábamos en el mencionado artículo, como la creación de asociaciones que desde hace más de cien años han impulsado la relación con los lugares de procedencia de sus socios. Podemos mencionar algunas de ellas como la Colonia Fermosellana de Santiago de Cuba, o la Colonia Zamorana de Cuba, fundada en 1916 y que sigue existiendo teniendo una actividad y un número de asociados mayor que nunca. En Argentina habría que destacar el Centro Viriato y la Sociedad Sanabresa de Buenos Aires, luego Centro Sanabrés Zamorano, fundado en 1923 y continuado ahora en el Centro Zamorano de Buenos Aires. La vinculación con las sociedades de origen y sus instituciones han dado lugar a evoluciones distintas en esas asociaciones de zamoranos y descendientes. Así, mientras en Argentina que recibe emigración zamorana hasta los años cincuenta del siglo pasado, a finales del mismo tenía casi 400 socios de los que 132 eran nativos zamoranos y de ellos 86 menores de 30 años. En la actualidad la nómina social de miembros se ha reducido a 293 (también hay que considerar la pandemia sufrida) de los que solo 39 son menores de 30 años. Solo 42 son zamoranos nativos y sin embargo 91 tienen nacionalidad española, sin duda por el efecto de la Ley de 2007 que amplía las posibilidades de acceder a la nacionalidad a hijos y nietos de españoles. En Argentina hay miles de zamoranos y descendientes que hay que intentar relacionar con esa asociación centenaria y a través de ella con Zamora. 

En relativo contraste, la asociación zamorana en La Habana, que corrió serio peligro de desaparecer a finales de los años ochenta del siglo pasado, por distintas circunstancias entre las que juega un papel fundamental la relación continuada con la Diputación y otras instituciones ha tenido un crecimiento en asociados y actividades espectacular desde mediados de los años noventa, siendo reiteradamente considerada como un ejemplo a seguir por una figura tan emblemática en Cuba como el añorado Eusebio Leal Spengler, Historiador de la ciudad de La Habana. Y valoración similar hace la representación diplomática española en Cuba. La Colonia Zamorana de Cuba tenía al empezar el actual siglo 529 asociados, de los que habían nacido en España solo 57 y eran menores de 30 años solo 49. En conjunto, eran españoles 112 y cubanos 360. En abril de este año el padrón social se ha elevado a 782. De ellos solo 9 han nacido en España y los menores de 30 años son 69. Lo más llamativo es que en aplicación de la ley de ciudadanía mencionada en la actualidad son cubanos 297 y españoles 476.   

Inauguración de la Casa de Zamora en Cuba, en 2003.

Muchos zamoranos emigrantes en América se integraron en sociedades castellanas y ahora castellanas y leonesas, alguna como la Beneficencia Castellana de Cuba que sigue existiendo desde 1885 o el Centro Castilla de Rosario, que existe desde 1922. En conjunto, los zamoranos y descendientes constituyen un núcleo muy importante en asociaciones que agrupan a los castellanos y leoneses en Argentina especialmente, pero también en México, Uruguay, Chile o Guatemala. Y también están presentes en sociedades españolas de ciudades de otros países como Los Ángeles, Miami, Nueva York, Colonia, Munich, París, Lyon, Londres, Frankfurt, Essen o Ginebra.  

Antes del éxodo rural desde los cincuenta del siglo pasado ya se habían constituido asociaciones zamoranas en ciudades como Madrid, donde la Casa de Zamora existe desde finales de los años veinte. La Casa de Zamora en Madrid, remozada y revitalizada con el apoyo de la Diputación Provincial, cuenta hoy con 518 socios de los que la gran mayoría, 470, han nacido en Zamora. Y los zamoranos de otras ciudades como Baracaldo, Vigo o Sevilla también mantienen vivas sus asociaciones, ahora en un proceso de estrechamiento de sus contactos con la Diputación Provincial.  

Reinauguración de la Casa de Zamora en Madrid el pasado año. Emilio Fraile

También es importante la presencia de zamoranos emigrantes en lo que llevamos de siglo en las nuevas formas de asociacionismo con soporte de Internet. Nuevas formas de sociabilidad algunas más formales, registradas de acuerdo a las normativas nacionales, como pasa con la “Asociación Española Alba”, de Edimburgo, o la “Coalición de Españoles en Londres” o el “Foro Hispano Alemán” de Colonia. Y junto a ellas un asociacionismo no formalizado, canalizado a través de las redes sociales como pueden ser “Españoles en Alemania Unidos”, “Alemania en Español” o “Españoles en Reino Unido”. Asociaciones con una compleja relación con las asociaciones más tradicionales pero que los jóvenes deben impulsar y los dirigentes veteranos de éstas no impedir. 

Y hay otro asociacionismo pujante relacionado con esta población vinculada. Me refiero a las asociaciones existentes en muchos pueblos, que en ocasiones surgen de la articulación de algunas demandas concretas o la organización del ocio en verano y otros periodos de vacaciones y ha derivado en asociaciones de soporte virtual en las que están presentes residentes en nuestros pueblos y emigrantes y descendientes que pasan en sus lugares de su origen o el de sus padres o abuelos una parte del año, periodo que las jubilaciones y prejubilaciones alargan en ocasiones desde abril a noviembre. Existen muchas y de actuación de diversa intensidad según periodos del año, pero que revitalizan nuestros pueblos más allá de las clásicas vacaciones veraniegas. Por citar algunas mencionaremos La “Mayuela”, la peculiar “Argusino Vive”, “Los Amigos de Monumenta”, “Los Antruejos” de Villanueva de Valrrojo, que no se limita a potenciar el carnaval del pueblo, la asociación cultural “El Muelo”, de Otero de Bodas, dirigida por emigrantes que viven en Cataluña y Madrid, o la federación de sociedades de Tierra de Campos “Espigas”.  

Centro Zamorano en Buenos Aires (Argentina)

Este asociacionismo tiene una orientación diversa y un dinamismo también diverso, pero incuestionable. En un mundo despoblado y envejecido lo que se necesita en primer lugar es dinamismo social, cuya falta presagia la inanición y finalmente la desaparición. Alimentar ese dinamismo, coordinarlo en la defensa de los indudables activos que tenemos en nuestra provincia, huyendo de falsos chovinismos que finalmente son inoperantes, es una apuesta factible que en algunos ámbitos similares al nuestro en cuanto a los problemas de despoblación y envejecimiento ha tenido notable éxito. 

Es verdad que en ocasiones no es fácil conjugar los intereses de quienes residen en nuestros pueblos con un desarrollo posible cada vez más hipotecado y quienes con legitima vinculación vienen a disfrutar un medio que debe mantener su personalidad sin renunciar al desarrollo que evite su desaparición.       

La población vinculada derivada en buena medida de los lazos que mantienen e impulsan los emigrantes y descendientes no resolverá a corto plazo las urgencias demográficas de nuestra provincia, pero puede ser un factor que ralentice el proceso de despoblación y envejecimiento y contribuya a un desarrollo económico y también sociocultural que será el que, de producirse, revertirá la situación. En la dirección expuesta trabaja la Cátedra de la UNED de “Población, Vinculación y Desarrollo”, que cuenta con el apoyo de la Diputación Provincial, los Ayuntamientos de Zamora, Benavente y Puebla de Sanabria y entidades y empresas como Caja Rural de Zamora, COBADU, GAZA, Ibereólica, Asovino y Consorcio del Ovino.