En 1853, Vigo tenía menos de 6.000 habitantes. Era una villa agrícola y marinera, bulliciosa, dinámica y emprendedora. Sus angostas y empinadas calles estaban malamente iluminadas por farolas de aceite de oliva. El puerto empezaba a desarrollar su musculatura, con nuevos muelles y terminales. Sus playas de arena blanca que llegaban hasta las faldas del municipio empezaban a ser reemplazadas por instalaciones industriales (astilleros y conserveras promovidos por la burguesía catalana, fundamentalmente). Fue el precio, hoy diríamos que desmesurado, de la modernización. En aquellos años 50, la urbe carecía de conexión por tren. Por supuesto nadie tenía teléfono y el correo se entregaba a caballo en el extrarradio. Vigo era apenas una joven aldea asentada sobre una extraordinaria bahía y habitada por ciudadanos inquietos, osados y sin complejos, que veían el Atlántico como una inmensa oportunidad de crecimiento. De futuro.

En ese microcosmos, impregnado de vientos de cambio, el impresor Ángel de Lema sacaba a la calle “Faro de Vigo”, el primer periódico con una inequívoca vocación de compromiso con los intereses de la sociedad viguesa. “Faro veía la luz hace casi 170 años para servir a los ciudadanos, para ser útil, para defender sus intereses, para ser altavoz de sus demandas. Y se comprometía a hacerlo con información, rigor, independencia, pluralidad…

Hoy Vigo es una ciudad de 300.000 habitantes, tras haber experimentado el mayor crecimiento de población de Europa en el siglo XX. Tiene el mayor puerto pesquero del continente, recibe cruceros de 350 metros que mueven a 7.000 personas, y posee una de las fábricas de vehículos más eficientes del mundo. Es el gran referente urbano, junto a Oporto, del noroeste ibérico. Su dinamismo empresarial, su emprendimiento, su vocación de apertura, su cosmopolitismo y transversalidad la hacen única. Acoge una universidad joven y pujante y su atractivo turístico -con las islas Cíes como icono- es cada vez mayor. Es una ciudad sin complejos ni temores, deseosa de aprovechar las oportunidades que le salen al paso. 

Podría parecer que el Vigo de 2022 nada tiene que ver con aquel de 1853. Sin embargo, en esa dilatada trayectoria de éxito hay dos elementos que permanecen: la capacidad de los ciudadanos para superar obstáculos y progresar y la presencia diaria de “Faro de Vigo” para dar fe de ello. Porque nuestro periódico les ha acompañado durante estos casi 170 años en esta apasionante singladura. Hemos estado a su lado, compartiendo triunfos y lamentando tragedias, reivindicando y celebrando. Empujando. Defendiendo. Nuestro compromiso y nuestra lealtad han sido y son permanentes. Y los vigueses nos han compensado con creces. Por eso “Faro de Vigo” es hoy el periódico decano de la prensa nacional. Un honor del que nos sentimos inmensamente orgullosos. Y un legado que estamos decididos a preservar.

Este orgullo que siento como director de “Faro” es el mismo que deben sentir la dirección y los trabajadores de La Opinión-el correo de Zamora, nuestro periódico hermano, cuando se disponen a cumplir 125 años. Una cima al alcance de muy pocos. Un hito que merece un aplauso general.

Porque cuando todavía estamos bajos los efectos de un temporal -económico, sanitario y político- sin precedentes. Cuando los instrumentos de desinformación, manipulación, presión y propaganda son cada día más potentes. Cuando las “fake news”, o sea las mentiras, campan impunemente y las redes sociales se han convertido en una corrala. Cuando el pirateo de nuestras informaciones por medios marginales es una práctica delictiva que se extiende como una plaga por el ambiente de impunidad. Cuando el ruido comunicativo entorpece la información veraz y elaboradora; el debate sereno y plural; el análisis exhaustivo. Cuando los medios se ven envueltos en una tormenta en la que priman los mensajes simples y los enfoques primarios, la demagogia o la descalificación… Cuando todo esto está ocurriendo, que La Opinión-EL CORREO de Zamora cumpla 125 años de periodismo solvente, valioso y confiable, lo debemos celebrar como una noticia extraordinaria.

Como director de otro periódico centenario, soy consciente de lo extremadamente complicado que festejar un aniversario como el que se celebra en Zamora. Es casi una heroicidad, pero no es un regalo. Porque han sido 125 años sorteando tiempos convulsos, durísimas crisis e infinidad de cambios. Y los que vendrán. La vitalidad de La Opinión de Zamora es la mejor señal del trabajo bien hecho. De que su entrega y profesionalidad tienen recompensa. De que han logrado mantener la confianza de sus lectores.

La Opinión de Zamora, como “Faro”, es hoy un referente para sus ciudadanos, que buscan en sus páginas (de papel o en la versión digital) la información necesaria, útil para entender qué está pasando en sus ciudades y pueblos. Pero también el análisis de por qué ocurre y qué consecuencias tendrá. Con opiniones plurales e independientes que aportan claves, contextos, precedentes y efectos. Es un espejo en el que mirarse cada día.

Pese a todos los obstáculos que podamos encontrarnos, y créanme que no son pocos, los periodistas estamos convencidos de que hoy más que nunca nuestra labor es vital. Sin querer parecer presuntuoso o falsamente trascendente, la batalla por la libertad se libra en gran medida en los medios. Somos los periódicos los garantes de esa libertad, de la pluralidad, del derecho inalienable que tienen los ciudadanos a conocer la verdad, a saber qué está pasando y a que se lo contemos sin mordazas ni intereses espurios. Con claridad, sin eufemismos. A que los tratemos como personas adultas. A que piensen, se formen un juicio propio y eviten caer en las consignas. A que sean exigentes, críticos, reivindicativos, pero siempre sobre la base de la información rigurosa, responsable, profesional. A que sean libres y ejerzan su libertad con todas las consecuencias. 

Mi felicitación sincera a LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, a su directora y amiga Marisol López y a sus grandes profesionales por este aniversario. Habrá otros muchos otros que celebrar. Y esa será la mejor de las noticias, porque significará que el periodismo sigue cumpliendo su misión fundacional: trabajar con honestidad y rigor en la defensa de la libertad, trabajar cada día para ser útil a los ciudadanos. A ustedes, nuestros lectores.