La llegada de Fidel Castro al gobierno cubano cambio por completo sus vidas. Sebastián Calvo, natural de Valer de Aliste, se vio obligado a abandonar la isla junto a su mujer y su hija de 14 años prácticamente con lo puesto, sin ni siquiera poder acceder a su domicilio para recoger sus pertenencias y renunciando a la considerable fortuna que había logrado cosechar después de años de duro trabajo y esfuerzo. «No quiero ni acordarme de lo duro que fue» recuerda ahora su viuda, Juana Calvo, que conserva el apellido de su marido.

Corría el año 1965 y después del exilio forzoso, el regreso a tierras zamoranas fue la opción a la que recurrió esta familia como país intermedio para burlar el embargo implantado en Cuba respecto a Estados Unidos, destino al que decidió dirigir sus pasos esta familia en busca de un futuro mejor. «En Zamora por aquellas fechas el nivel de vida era muy malo y las posibilidades de futuro eran escasas, por eso optamos por emigrar a Miami para empezar una nueva vida» argumenta Juana Calvo. Su hija, Milagros Calvo, rememora el esfuerzo que tuvieron que hacer entonces sus padres para que ella pudiera cursar sus estudios de Ingeniería Eléctrica. «Mi madre, de buena familia y sin estar acostumbrada a trabajar, lo hizo por primera vez en una fábrica textil, mientras que mi padre combinaba, a sus 60 años, dos trabajos fregando platos y tintando toallas de playa».

A pesar de las dificultades, la familia logró salir adelante a base de sacrificios y mucho esfuerzo, la misma receta que había utilizado con éxito en Cuba, donde el padre había llegado con 14 años en 1921 sin saber leer ni escribir, pero logrando ampliar poco a poco sus ganancias a partir del cultivo de cañas de azúcar, en un principio y después, con la gradual adquisición de propiedades y negocios, incluso en el extranjero, con Estados Unidos y Canadá. Todo ello, «nos permitió alcanzar una posición acomodada y poder ser considerados como millonarios en aquella época», señala su viuda. Entre los negocios abordados por este emprendedor zamorano se encontraban el alquiler de hasta 16 casas, la explotación de una tienda de ropa infantil y también de un supermercado.

Estados Unidos se convirtió en la patria adoptiva de esta familia, y la de muchos otros cubanos, que se vieron obligados a abandonar Cuba por mantener ideas contrarias a la dictadura castrista. Sin embargo, la viuda de Juana Calvo, asegura que su marido «nunca se metió en política y siempre fue neutral, aunque el simple hecho de mantener negocios con Estados Unidos era ya todo un problema».

A pesar de los más de 40 años que ha permanecido esta familia en Miami, hasta la muerte del padre de familia hace siete años, «yo siempre digo que sigo siendo cubana», asegura Milagros Calvo, quien confiesa sentirse «sin patria» y afirma rotundamente que no volverá a su país natal «hasta que Fidel Castro se vaya». Respecto a la posibilidad de que esto ocurra en un futuro próximo, esta descendiente zamorana se muestra convencida de que «la dinastía Castro tiene los días contados».

A lo largo de este tiempo, la familia ha tenido la oportunidad de comprobar los cambios y la evolución experimentada por la provincia zamorana en las sucesivas visitas que ha realizado cada tres años. Milagros Calvo recuerda la primera visita que realizó a Zamora en compañía de su esposo en 1946, cuando el nivel de vida en Cuba era mucho mayor y «yo no esperaba encontrarme con que aquí se dormía en los sobraos y todavía se usaban palanganas». La situación ahora es radicalmente distinta, afirma su hija, quien destaca «el buen estado en el que se encuentran los edificios de Zamora y la limpieza de sus calles». Madre e hija se sienten zamoranas, tanto por todo lo que les contó su marido y padre antes de venir, como a partir de las frecuentes visitas que han realizado y que nos han permitido «mantener un contacto permanente, ahora facilitado por medios como Internet».