Ochenta años. Este es el tiempo que ha transcurrido hasta que dos familias, radicadas en Zamora y en Cuba, han podido entablar contacto tras la separación forzosa que a finales del siglo XIX provocó la masiva emigración.

Ozaida Arteaga, de 61 años y profesora de ballet jubilada, nunca olvidó las entrañables conversaciones con su abuela, Josefa Martín Lastra, nacida en Cibanal y que con apenas 18 años se embarcó rumbo a Cuba, donde contrajo matrimonio con el también zamorano Lorenzo Nieto (Fermoselle), y donde ambos murieron sin poder cumplir el anhelo que les acompañó hasta la tumba: regresar a su tierra y poder abrazar a todos los que dejaron en ella. En Cuba tuvieron nada menos que doce hijos.

Ozaida recuerda que su abuela «pasaba horas hablando de su tierra, de su España, y se ponía muy contenta cuando yo le hacía preguntas. Siempre tengo ese recuerdo de ella en mi memoria y siempre tengo nostalgia de mi abuela. Por eso siempre tuve el deseo de encontrar a los familiares que allí pudieran haber quedado». Tras numerosos intentos, un día Ozaida y su esposo, el médico Rodolfo Alonso Novo, pasa por delante de la Casa de Zamora en La Habana. Allí es donde establecen contacto con su presidente, Sergio Rabanillo, y donde conocen la existencia de la sección "Zamoranos en el Mundo", de La Opinión-El Correo de Zamora.

La publicación de un pequeño anuncio en el que solicitaba información sobre posibles familiares en Zamora da resultados de forma inmediata, cuando la nieta de un hermano de la abuela de Ozaida, desde Cibanal, contesta. A partir de ahí se desatan los sentimientos a ambos lados del "charco". «Cuando contacté con mis familiares fue una emoción que no sé cómo explicarle. Tanto tiempo en esa búsqueda y de pronto encontrarla, me parecía mentira porque es que había hecho intentos anteriormente sin haber tenido éxito que, en ese momento, me pareció todo tan rápido... ¡Al fin encontraba algún familiar! La alegría que sentí fue muy grande y a mi memoria vino el rostro de mi abuela...Fue un momento muy bello», rememora con detalle Ozaida desde Cuba.

De forma inmediata la comunicación comenzó a ser fluida con la familia recién encontrada y en cuestión de horas ya se habían intercambiado fotografías, informaciones e incluso, poco más tarde, hasta entablaron conversaciones telefónicas. La persona que obró el milagro fue la zamorana Gloria Martín Peñas, de Cibanal. Ella fue quien leyó la reseña que hizo Ozaida desde Cuba y que publicó La Opinión-El Correo de Zamora, y la primera en contactar con su familia en la isla caribeña. Su padre, Manuel Martín Castro, es el hijo de Julián Martín Lastra, a su vez hermano de Josefa, la zamorana que emigró desde el pueblo zamorano a Cuba.

Gracias a este contacto, Ozaida ha podido conocer que el abuelo de Gloria, Julián Martín Lastra, también emigró al igual que su hermana Josefa a Cuba, en concreto a Guantánamo, donde se casó y tuvo un hijo que se llamó Manuel Martín Castro (el padre de Gloria). Al poco tiempo esta parte de la familia regresó a España, momento en el que se perdió todo contacto. Pendiente queda aún seguir la pista de su abuelo Lorenzo Nieto Beneítez, del que sólo sabe que nació en Fermoselle y que era hijo de Tomás y Teresa

Hijos de humildes familias de trabajadores, el destino hizo que Josefa Martín, de Cibanal, y Lorenzo Nieto, de Fermoselle, partieran de Zamora sobre el año 1900 y se conocieran ya en Cuba. Josefa tenía entonces 18 años. «Ella vino a la isla con una carta de recomendación para trabajar e una casa de una familia acomodada aquí en La Habana», relata Ozaida. «Tiempo después esa familia se fue a la provincia de Oriente, en la ciudad de Guantánamo, donde tenía tierras. Fueron a vivir allá y mi abuela partió con ellos. Conoció a mi abuelo y en el año 1906 se casaron».

El fermosellano Lorenzo Nieto trabajó en la construcción de la vía del tren, que en aquel momento era una obra importante para el desarrollo del país. Tiempo después se fueron a vivir a Palma Soriano, otra ciudad de la provincia de Oriente donde permanecieron el resto de sus vidas. Tuvieron doce hijos. «Mi padre, que vivía en La Habana, viajaba a provincias por cuestiones de trabajo y así conoció a mi madre.

Ozaida piensa en Zamora y admite que le gustaría pisar la tierra que antes pisaron sus abuelos. «Quizá algún día pueda hacerlo».

Mientras tanto evoca a la abuela Josefa y la recuerda hablando de Cibanal, «de su aldea» y revive «como le ponía alegría a las palabras y sus ojos brillaban». Lo que tanto añoró está ahora más cerca para los suyos. Más allá de la memoria.