Como si fuera el primer día de clase ríen, se preguntan por lo que ha sido de antiguos profesores y compañeros de pupitre y, en momentos, hasta lloran de emoción con las anécdotas. Tienen muy presentes los años de colegio, siendo unas niñas, pero de ello hace ya más de medio siglo, el tiempo que llevaban sin verse.

Margarita Martín Ríos, de origen zamorano y residente en Miami, no se lo pensó dos veces cuando supo que su hermano Guillermo saldría de Cuba con destino a Zamora, en la Operación Añoranza de la Diputación, y tomó un avión para reunirse con él después de 15 años sin poder encontrarse. Pero el destino le deparaba otra agradable sorpresa, puesto que junto a Guillermo viajaban en la expedición Dolores Méndez Fernández y Guillermina Cristóbal Barredo, ambas descendientes de zamoranos y que en la niñez y adolescencia fueron sus compañeras de estudios en el colegio que dirigía el Centro de Castilla en Cuba. La última vez que coincidieron las tres juntas fue en la isla sobre 1956, rememoraban.

Han pasado dos semanas juntas en la capital zamorana y ayer, de nuevo, se imponía la distancia. Dolores, Guillermina y Guillermo, con los miembros de la Operación Añoranza, volaban con destino a Cuba. Margarita y su esposo Héctor Fernández rumbo a Miami. «Nada más verla enseguida la conocimos, porque es la misma cara», comentan emocionadas las dos mujeres residentes en Cuba. «Yo tampoco tuve dudas cuando las encontré en el aeropuerto», apostilla Margarita. Con ellas Guillermo, su hermano, y al que no había vuelto a ver desde quince años atrás, cuando pudieron reunirse provisionalmente.

A sus 75 años, Margarita Martín Ríos guarda con celo las experiencias y herencias de la emigración de sus padres. Hija de Felipa Ríos, de Villalcampo, y de Lorenzo Martín, de San Vitero, ella nació en Cuba aunque se siente zamorana por los cuatro costados. «Por supuesto que me siento zamorana y tengo el orgullo de una zamorana». La primera vez que pisó la tierra donde nacen sus raíces fue en 2001, «y me emocioné muchísimo en Villalcampo al ver la casa en la que nació mi mamá».

Sus padres emigraron siendo unos adolescentes a Cuba. Curiosamente, relata ahora su hija, «por lo que luego hablaron hicieron el viaje a la isla en el mismo barco, pero se conocieron allá en Cuba cuando les presentó un amigo de mi papá. Allí se casaron y tuvieron tres hijos, pero ya nunca más pudieron regresar a Zamora...». En las noches la mamá les contaba a los tres cómo de niña tenía que cuidar en el pueblo de las ovejas e incluso pasar varios días fuera de casa cuando era el momento de la vendimia.

La mayor de tres hermanos, Margarita relata que sus padres hicieron verdaderos esfuerzos por sacarles adelante, «con mucho trabajo y necesidades, pero siempre tratando de darnos una vida mejor». En la isla cursó estudios primero básicos y luego de Secretariado Comercial en el Centro Castellano, donde coincidió con Guillermina y Dolores. Toda la familia siempre mantuvo estrechos lazos con la colonia de zamoranos en Cuba. De hecho, los Martín-Ríos no se perdía nunca las actividades y encuentros de los emigrantes y Zamora era una constante en sus vidas. También en la isla la joven conoció al que se convertiría en su marido, Héctor Fernández, el hijo de un matrimonio de emigrantes gallegos con el que tiene tres hijos y siete nietos.

El 6 de agosto de 1960, cuando Margarita tenía 29 años, la pareja decide abandonar Cuba y viajar a Puerto Rico con dos hijos de 7 y 4 años de edad. «Lo hicimos en busca de la libertad y de una mejor vida para ellos». Allí trabajó codo con codo junto a su marido para sacar a la familia adelante y desempeñó diversos trabajos «en el mercadeo e incluso en cosméticos». No se arrepiente de aquella decisión, aunque cuando sus padres enfermaron, años después, «no me dieron entrada y no les pude ver antes de morir. La separación de la familia es lo que más duele. Eso es un trauma». Desde hace un año vive en Miami.

Uno de los momentos más felices de su vida, y que pudo compartir con sus padres y hermanos, fue cuando se convirtió en la "Señorita de Castilla" (título equivalente al de Reina) en representación de los emigrantes de las distintas provincias de la Comunidad. Aunque competían jóvenes de la mayor parte de la región, en junio de 1947 la gloria se la llevó el colectivo de zamoranos cuando su candidata se alzaba con el título y derrotaba al resto de aspirantes. Comenzaba así un reinado que aún hoy recuerda como si lo volviera vivir en pequeños instantes. Tenía sólo 16 años. «Fue algo divino que creo que recordaré toda mi vida. Perdura la satisfacción».

Corona a la zamorana

En 1947 la colonia de emigrantes conseguía que su candidata se convirtiera en la Reina que representaría a toda la región

Lorenzo Martín, el emigrante que dejó San Vitero para probar fortuna en Cuba, «no sabía qué hacer» el día en que su hija fue designada "Señorita de Castilla" y tan pronto «reía como lloraba... Estaba orgullosísimo». El acto se organizó en los jardines e instalaciones de la cervecería La Tropical, uno de los puntos de encuentro habituales de la colonia. Para la fiesta y la elección de la Señorita se vendieron entradas a beneficio del hospital en el que recibían asistencia estos emigrantes castellanos, "La Quinta Castellana".

Margarita, estudiante en el Centro Castellano, era una joven de 16 años muy popular entre sus compañeros. Dolores y Guillermina recordaban durante en su encuentro en Zamora que siempre, estos últimos años, la habían visualizado «como la Señorita de Castilla, con sus lindos vestidos». El momento de la elección la llenó de «nervios» en la pugna entre las ocho chicas que representaban a ocho de las nueve provincias de Castilla y León. «Pero tuve muchísimos votos y me apoyaron incluso los de otras de las provincias», explica. Minutos antes había posado, junto a sus compañeras, con trajes típicos de la Comunidad que, en su caso, habían enviado expresamente desde Zamora para la ocasión. Su nombramiento también se vivió con júbilo entre la familia de Villalcampo y San Vitero. En esta última localidad Margarita y su esposo han tratado sin éxito de localizar ahora a parientes de su padre, Lorenzo Martín Carballés, con quien les gustaría retomar el contacto desde Miami. Para ella la Operación Añoranza, asegura, ha sido mucho más que el reencuentro con la tierra de sus padres. En la capital zamorana ha podido cumplir un sueño, el de convivir durante quince días con su hermano Guillermo, residente en Cuba y al que hacía ya 15 años que no veía. Con él llegó el regalo que ha supuesto encontrar a Dolores y Guillermina, dos de sus compañeras de estudios. Todos juntos han compartido recuerdos de pupitre y vivencias, unas muy distintas a otras, pero con anhelos comunes, como Zamora.