Sus vidas se cruzaron en la boda de un familiar, en Bahía Blanca. Estaban a miles de kilómetros de su tierra, Zamora, tras emigrar con sus respectivas familias en los años cincuenta, y el destino quiso que Argentina fuera testigo de una nueva vida juntos. Valeriano Rodríguez Carro, natural de Friera de Valverde, y Ernestina Ferreras de la Fuente, nacida en Villarrín de Campos, juntaron al otro lado del Atlántico sus destinos para formar una familia, con sus tres hijos -Juan Carlos, Mari Pili y Fernando- a quienes han sabido inculcar el amor y las tradiciones de la tierra de la que tuvieron que emigrar.

Fue un tío de Valeriano quien "abrió el camino" hacia Argentina. Cuando regresó al pueblo, se quedó "deslumbrado por lo que contaba sobre cómo se vivía, la abundancia que había. Así que inició todo el proceso de permisos para poder viajar a este país tan próspero", comenta su hija Mari Pili.

Mientras que él apenas tenía 16 años cuando viajó solo, Ernestina acompañó a toda su familia. "Mi abuelo, en 1921, había venido a Argentina y sabía qué posibilidades había aquí. Tras la Guerra Civil pasaron penurias económicas y aunque mi abuelo tenía trabajo, ya que era el telegrafista de Villarrín, no alcanzaba para una familia tan numerosa, con siete hijos. Las posibilidades laborales para sus hijas era trabajar en casas de familias y él no quería que hicieran eso toda su vida, así que lo dejó todo y se vino con la familia", resume su hija.

Atrás dejaron su vida en el pueblo. Valeriano con sus padres Juan y Victoria y sus cuatro hermanos en Friera de Valverde "donde ayudaba al abuelo en las tareas del campo, desde sembrar hasta cosechar y llevar a Villaveza a escondidas parte de la cosecha para molerla y así tener algo más de lo que el gobierno les dejaba para comer", describe. Ernestina, por su parte, vivía con sus padres Matías y Nicolasa, y sus seis hermanos en Villarrín de Campos, trabajando en casas de familias.

De una boda sale otra

Fue en el enlace de su hermana mayor, Pepa, con un primo de Valeriano, cuando sus caminos se encontraron. "Como mi abuelo Juan era su padrino de bautismo, dada la distancia, no podía venir a cumplir con la costumbre de apadrinar la boda. Entonces lo hizo mi padre y allí se conocieron", indica.

Se casaron y se fueron a vivir a La Colina, a poco más de 200 kilómetros de Bahía Blanca. Sacaron adelante a sus tres hijos gracias a su trabajo como panadero. Ella había sido empleada en una librería, pero dejó esta labor para dedicarse al hogar tras la boda. "Ellos nos han inculcado el amor por su tierra, pero no hemos sido nosotros curiosos activos, pues al tener la historia viva, ante cualquier inquietud o duda solo era necesario una llamada telefónica o aprovechar un domingo en familia para preguntarlo y resolverlo", agradece su hija.

Sobre las tradiciones que han seguido manteniendo a pesar de la distancia destaca la matanza "haciendo chorizos colorados, con mucho pimentón español", la paella de los domingos en familia, las rosquillas y mantecadas "y saludarnos por el día de nuestro santo", añade sobre costumbres que también han emigrado con ellos.

Valeriano y Ernestina han tenido la suerte de poder regresar en alguna ocasión a sus pueblos de nacimiento junto con sus hijos. Lo hicieron en 1970 por primera vez y en 2014 la última. "Tuvimos la bendición de poder viajar mi hermano Fernando y yo -Juan Carlos falleció en 2012- con mis padres, además de uno de mis hijos y nuestro sobrino mayor. Estar con ellos recogiendo sus recuerdos y compartiéndolos con familiares y amigos fue algo increíble y sumamente disfrutado", apunta Mari Pili.

"Algo que a mí me impactó es cómo celebran las fiestas en los pueblos, eso aquí no se estila. La alegre energía popular, la amabilidad de la gente... en general no solo en Zamora, sino en toda España. Las personas se muestran generosas, alegres, luminosas, dispuestas a dar una mano y hacer sentir bien al visitante de su tierra", rememora sobre sus viajes a la tierra de sus antepasados.

Recientemente, su hija les ha obsequiado con la publicación de un libro, en el que recopila todas sus vivencias. "Inmigrantes en primera persona", como se llama el libro "es el recuerdo vivo del tiempo vivido en la tierra de mis padres. Es su vida misma", finaliza su hija.