Tras su licenciatura en Traducción e Interpretación y un máster en Diplomacia y Relaciones Internacionales en la Escuela Diplomática de Madrid, la zamorana Natalia Martín Martín tenía claro dónde quería seguir formándose. "En la institución más antigua y especializada en asuntos europeos". Así califica la joven al Colegio de Europa, con sede en Brujas, donde ha estado estudiando el pasado curso. "Desde que decidí estudiar idiomas con 18 años, supe que quería dedicar mi carrera académica y profesional al sector externo, tanto europeo como internacional, y por ello este centro aunaba todo lo que buscaba: calidad educativa, reputación, programa bilingüe en inglés y francés y una inmersión total en el corazón de Europa", enumera.

Con este objetivo solicitó una beca al Ministerio de Asuntos Exteriores y "después de muchos esfuerzos y meses de cartas de motivación, de recomendación y de entrevistas, logré ser aceptada y me mudé a Brujas llena de ganas de autosuperación, pero también de miedos", recuerda.

"En un principio pensé que sería muy difícil hacer amigos dentro del colegio, ya que habría mucha competitividad. Sin embargo, la realidad resultó ser completamente diferente: todo el mundo muy abierto, muy servicial y listo para ayudarte con cualquier cosa", asegura. Y respecto a los compañeros del máster "no he visto competencia feroz por ningún sitio y hemos conseguido crear una gran comunidad, donde todos nos sentíamos en familia", describe. Lo que no ha podido es establecer mucho contacto con los propios habitantes de Brujas "ya que la denominada burbuja del colegio te hace relacionarte normalmente solo con la gente del colegio. Allí había cerca de sesenta nacionalidades y aunque todos estamos bastante unidos, se puede apreciar como italianos y españoles somos los que más salimos y a los que menos nos cuesta abrirnos a los demás", razona.

En este sentido, a pesar de las clases hasta las diez de la noche en muchas ocasiones y los módulos de especialización durante los fines de semana, la zamorana también ha podido descubrir Brujas. "En época de exámenes el día a día se reduce a la biblioteca y la cantina. Pero en otros periodos también te da tiempo a salir por la ciudad, tomar cervezas con los compañeros y aprovechar las fiestas temáticas organizadas por las residencias de estudiantes. Ocasionalmente, cuando recibíamos visitas, también nos hemos acercado a ciudades cercanas, como Gante, Bruselas o Amberes", resume.

Los belgas conocen sobre todo de España su costa y las grandes ciudades, como Madrid o Barcelona. "Resumen nuestro país en buen tiempo, buena comida y ambiente alegre y festivo. Pese a que Zamora es considerada una gran desconocida, allá por donde voy promociono nuestra ciudad, sus costumbres, su Semana Santa, su historia y su comida", reivindica.

Precisamente la gastronomía es lo que más ha echado de menos durante el curso. "Tanto la comida como la calidad de los alimentos. El precio de los supermercados es desorbitado en comparación con lo que te puedes encontrar en Zamora", comenta. Junto a la buena mesa, el ver menos de lo que le gustaría a su familia ha sido otro de los lastres de estudiar fuera, "aunque hoy en día, con los dispositivos electrónicos y programas de los que disponemos, las distancias se acortan mucho más y se hace todo más fácil", reconoce.

Una de las nueve residencias con las que cuenta la institución repartidas por Brujas ha sido su hogar en los últimos meses. "Una de las metas es que los estudiantes formemos una comunidad, que compartamos clases y vida fuera de las residencias, para establecer vínculos fuertes que en un futuro en Bruselas nos servirán para ayudarnos los unos a los otros. Esta estrategia es conocida como la mafia del Colegio Europa, ya que hay antiguos alumnos diseminados por Bruselas que siempre estarán dispuestos a ayudar y orientar a los que entramos a formar parte de ella", indica.

El objetivo principal del Colegio de Europa "es formar a una élite especializada en asuntos europeos para trabajar en las instituciones", explica la estudiante, quien ahora tiene un futuro prometedor a sus pies, ya que regresa a Bruselas "para trabajar o bien para las instituciones o bien para compañías que tratan con ellas en su día a día".

Tras su experiencia, aconseja perseguir este mismo sueño "a aquellos que se apasionen por el proyecto europeo y por conocer nuevas culturas y vivir en entornos internacionales. Ha sido el mejor año de mi vida, sin dudarlo".