A los cinco años un día se despertó en su pueblo, Sanzoles, y al día siguiente ya estaba en Vigo para embarcar rumbo a Argentina. Era el año 1926 y ese pequeño creció en la provincia de Buenos Aires guardando como un tesoro los escasos recuerdos que conservaba de su tierra natal. Ahora, 82 años después, Atilano Hernando vuelve a pisar Zamora y no puede evitar exclamar: «¡Si llego a venir de joven ya no volvía!».

La mayor parte de su vida, 73 años, trabajó en Argentina vendiendo diarios. Así conoció algunos acontecimientos relacionados con Zamora, como el dramático accidente del río Orbigo en el que fallecieron escolares que viajaban en un autobús. Cree que no tiene familia que le pueda esperar en la provincia, aunque la esperanza es lo último que se pierde. De momento disfruta con Zamora, «un verdadero sueño» que le hace emocionarse una y otra vez. «Me he quedado asombrado porque esto es como el día y la noche, y no me lo imaginaba así ... ¡Cuando le cuente a mi señora y a mis hijos todo lo que estoy viendo...!».

Desde Cuba acaba de llegar a Zamora Ermelina Jambrina, de 76 años, hija de dos emigrantes de Gema del Vino, primos hermanos, que contrajeron matrimonio en la isla a la que llegaron él siendo un niño de 12 años, y ella a los 20. Allí formaron una familia en la que siempre se conservó intacto el recuerdo de Zamora. «Nos hacían a todos los hijos los cuentos de cómo iban a buscar el agua con los cántaros hasta la fuente, y cómo tenía animales en la casa y ellos dormían al lado». Ermelina tiene varios primos en la provincia, con los que espera reunirse en breve. Cuando le preguntan por la experiencia afirma que «Zamora está buenísima y es maravilla la limpieza, con toda la basura tapadita». Sólo ve un problema: «Ojalá fuera verano, porque yo estoy enferma y hace mucho frío». Junto a ella también ha viajado desde La Habana Edelfina Blanco, de 77 años e hija de un emigrante de Morales de Valverde. Su padre se fue a la isla siguiendo la aventura que ya habían iniciado antes dos de sus primos y que le convencieron «diciéndole que se ganaba mucho dinero, aunque luego los bancos quebraron y se quedó sin nada», relata. Allí se casó con una cubana y formó su familia. Como otros tanto, nunca pudo regresar a su tierra, «ni tan siquiera cuando murió su mamá, a la que ya no vio más». Con sus hijos «hablaba mucho de todo esto, y yo nunca pensé que lo podría ver».

Olivero Gómez, de 74 años, relata que su madre nació en Tábara y que partió hacia Cuba con 17 años invadida por una nostalgia que la acompañó hasta su muerte, ya que nunca pudo volver. Ahora es él quien cumple con ese anhelo al visitar por primera vez Zamora. Ya ha tenido oportunidad de conocer Tábara, «que me gustó mucho por los recuerdos de la familia». El día 5 espera encontrarse con uno primo que vive en Valencia y que vendrá expresamente a verle.

Una de las que emigró más recientemente fue Aurora Cortés, de 75 años, que dejó Fermoselle en 1950 para establecerse con su esposo en la ciudad argentina de Mar del Plata. Allí trabajó duro para poder comprar una casa, primero en la industria textil, y luego como tejedora por su cuenta. Más adelante, explica, «puse un quiosco de golosinas al que todos llamaban el de la gallega». Viuda y sin hijos, el regreso a la tierra la hecho «inmensamente» feliz.

«Al llegar a la que fue mi casa besé la puerta»

A sus 89 años, Miguel Blanco Santos, natural de Argañín, es este año el veterano de la "Operación Añoranza", con la que ha llegado a Zamora acompañado por su esposa María del Carmen Blanco, de 82 años y también natural de Argañín, y una hija de ambos, María del Carmen, los tres residentes en la ciudad argentina de Bahía Blanca. Acaba de hacer realidad un sueño: volver a la tierra que dejó atrás hace ya 55 años, cuando siendo un joven agricultor decidió cambiar el rumbo de su vida. Todavía se emociona al recordar lo que sintió al visitar hace dos días su localidad natal. Reconoció la que fue su casa «y besé la puerta». Lo que más le ha impactado ha sido «ver todas las calles del pueblo asfaltadas. ¿Cómo hacen aquí para tener las calles tan limpias?», se pregunta entre risas y admiración. El emigrante eso sí, teme el momento de regresar a Argentina. «Si al principio no quería venir era por miedo a la despedida, porque piensa que será la última vez que esté en Zamora», explica su hija.