Hace más de 60 años que Desiderio Blanco dejó Santa María de la Vega para emprender un largo camino que lo ha llevado a vivir experiencias tan intensas como las que quizás nunca imaginó.

Nació en 1929, y hasta el día de hoy lo persigue un recuerdo: «la espléndida vega de mi pueblo y su luminosidad esplendorosa». Su madre, Adelina, se dedicaba a las tareas del campo, mientras que su padre, Secundino, era un ebanista, que trabajaba la madera con esmero de orfebre, además de ser intelectualmente muy inquieto y un gran lector. Fue él precisamente quien inculcó en el pequeño Desiderio el deseo de estudiar: «Como las condiciones de la post guerra no permitían el lujo de ir ni siquiera a Zamora a estudiar secundaria y menos universidad, decidí irme con los Padres Agustinos a León». Eso fue en 1943, año que dejó la provincia de Zamora para no volver a vivir nunca más aquí.

Al cabo de 12 años de estudios se ordenó sacerdote e, inmediatamente, sus superiores lo enviaron a Perú, donde reside desde 1956. Durante los primeros diez años de ejercicio sacerdotal se dedicó a la enseñanza en los colegios de los Agustinos y paralelamente desarrolló otra actividad en un área singular para un sacerdote: la cultura cinematográfica, dirigiendo sesiones de cine fórum bajo el lema ¡Hablemos de Cine! Con el tiempo sus teorías llevarían a la fundación de una revista que se editó durante 20 años creando polémica y renovando la crítica de cine en el Perú.

«La vida fue dando sus vueltas y cuando menos lo pensaba, dentro de una fuerte crisis religiosa, me encontré con una linda, exquisita y excelente mujer, que fue el impulso final para dejar la Orden religiosa y el ejercicio del sacerdocio, y casarme, previa autorización de la Santa Sede, por supuesto», cuenta. De ese matrimonio nacieron tres hijos Desiderio, Marianne y Dominique y cuatro nietas: Isabella, Nicole, Belén y María José.

De regreso a la vida civil, Desiderio Blanco se dedicó a la docencia universitaria haciendo una fructífera carrera en la Universidad de Lima donde fundó la facultad de Comunicación Social -de la que fue decano durante 12 años-, además de llegar a ocupar el cargo de rector y de director de la escuela de post grado. En su larga trayectoria, este infatigable intelectual, que en 1993 fue distinguido por el Rey Juan Carlos con la Cruz Oficial del Mérito Civil, ha escrito un libro sobre crítica cinematográfica, tres de semiótica e incluso uno de poemas, editado el año pasado.

A pesar del largo tiempo vivido lejos del pueblo que lo vio nacer Desiderio Blanco nunca ha olvidado sus raíces y mantiene un estrecho contacto con Santa María de la Vega a través de sus hermanos Vicenta y Aurelio. «De Zamora ciudad conservo la imagen medieval de su catedral. De Benavente, observo la evidente fuerza de su desarrollo moderno. De Santa María, el silencio congelado de los años de infancia».

Confiesa que lo que más echa de menos son «las sopas de ajo, pero también el chorizo y el jamón caseros. Y el vino de Toro, que, de vez en cuando, encuentro en Lima. De los dulces, las rosquillas de yema en Pascua Florida». Además, cada vez que puede viene de visita para disfrutar de las fiestas del pueblo que se celebran el 15 de agosto. «La infancia tiene algunos momentos de un fulgor tan particular que se graba para toda la vida, como el de las fiestas patronales, que no tenían nada de extraordinario, pero que la fantasía nos las hacía esperar con exaltado entusiasmo, tal vez porque se comía mejor y había animado baile en la plaza. Hoy se come bien todos los días y las fiestas son una pura fantasía pero, si puedo ir al pueblo, trato de ir por esa fecha», comenta este hombre que se siente zamorano y español pero también peruano. Un académico que ha creado escuela en el Perú, introduciendo innovaciones importantes en los campos de la semiótica y la crítica cinematográfica. Hoy, al mirar hacia atrás y hacer un balance de su vida, Desiderio Blanco, no puede más que sentirse «satisfecho por la labor cumplida».