- Aunque nacida en Belver, usted ha vivido siempre en París, ciudad a la que viajaron en busca de un futuro mejor sus padres. ¿Se siente aún emigrante?

- No, en absoluto. Precisamente porque he vivido en París prácticamente toda la vida me siento totalmente integrada. No obstante, no he olvidado mis raíces gracias a la educación de mis padres que siempre nos hablaron, a mis hermanos y a mí, en castellano y nos transmitieron la memoria de nuestros antepasados y su vida en España. Así pues, nos sentimos herederos de la cultura francesa por nuestra integración y de la española por nuestro origen. Ahora, que somos catedráticos de filología francesa, española y ciencias humanas, en la Sorbona, es una satisfacción poder transmitir ese doble saber en la universidad que nos lo impartió.

- ¿Mantiene relación con su localidad natal? ¿La visita con frecuencia?

- Sí, voy con bastante frecuencia, casi todos los años. Es muy agradable, cuando se vive en una gran ciudad, como París, gozar de vez en cuando de la tranquilidad de un pueblo zamorano.

- El relato de la historia de sus padres, emigrantes zamoranos, ha obtenido el segundo premio del concurso Memoria de la Emigración de Castilla y León. ¿Qué ha supuesto para ellos revivir aquellos duros años?

- Ello ha supuesto relativizar. Y ese análisis retrospectivo les ha permitido ver que los retos que se habían fijado al abandonar España, a saber, mejorar la vida, los han alcanzado con éxito desde un punto de vista tanto económico como familiar. Y como digo al final de mi relato, mis padres están orgullosos de que sus cuatro hijos hayan hecho elevados estudios universitarios y éste es su mejor galardón, porque nos inculcaron el gusto por la cultura, el saber y los viajes, lo que fue siempre su prioridad. Prioridades éstas tanto más cuanto que ellos no partieron de nada, pero han logrado una superación personal y se han elevado en la escala social que les permite hoy vivir con holgura gozando de todo lo que han conseguido por su propio esfuerzo.

-¿Cómo definiría la trayectoria de sus padres?

- La definiría como una trayectoria que se fue mejorando en cada etapa. En efecto, después de las experiencias de Bilbao y Suiza, mi padre no quiso contentarse con una vida mediocre y siempre trató de mejorar su situación. Tras las penalidades pasadas en España, llegó a París y vio la oferta laboral y las perspectivas de futuro que se ofrecían. Enseguida se dio cuenta que aquello era lo que buscaba y que, si conseguía adaptarse, no se plantearía el retorno. Y así fue. Al pensar quedarse definitivamente en su país de adopción enfocó la vida en su aspecto cotidiano instalándose en un piso grande para vivir cómodamente, y no como lo hicieron gran parte de los españoles, ahorrando todo lo que podían y muchas veces malviviendo, pero pensando en el retorno. Las pequeñas dificultades, mis padres las conocieron los primeros meses, pero muy rápidamente la situación mejoró. Creo que el mejor resumen de la trayectoria de mis progenitores es, como digo en mi relato, el homenaje tributado en su último trabajo al jubilarse, porque valoraron el éxito del emigrante que había sido, de dónde había partido y a lo que había llegado.

- ¿Resulta también duro para estas personas, tras vivir alejadas de sus lugares de origen, regresar a sus pueblos?

- Podría existir algún resentimiento respecto a la tierra que no supo darles los medios de existencia pero, en definitiva, no es duro volver a su pueblo porque ahí es donde están las raíces. Como mis padres nunca han cortado los vínculos y han seguido manteniendo relaciones con la familia, los amigos o el pueblo, siempre es un placer volver a Belver de los Montes.

- La inmigración ha provocado importantes conflictos sociales en Francia. ¿Cree que la tolerancia que se tiene ahora con los inmigrantes es menor, por lo general, que la que tuvieron los países de acogida con los emigrantes españoles?

- Sí, sencillamente porque la coyuntura económica ha cambiado notablemente. Los emigrantes de los años sesenta llegaron a un país en el que había una extraordinaria oferta laboral. Con las crisis económicas, el trabajo se ha hecho cada vez más precario y los primeros acusados, cuando se evoca el paro, son los inmigrantes. Por otra parte, los de antaño tenían reales deseos de trabajar y prosperar, mientras que hoy día se nota la llegada de cierta categoría de personas que vienen más bien con un objetivo de asistencia. En efecto, Francia siempre ha practicado una política de ayuda social importante y muchos intentan sacar partido de esto, lo que provoca recelo. De ahí que se verifique un aumento de la intolerancia. Sea como sea, las oportunidades de integración y de ascenso social que se ofrecían hace cuarenta años ya no son tan asequibles hoy en día. Lo paradójico estriba en que los inmigrantes actuales llegan con otras exigencias mientras que los españoles de antaño se adaptaban a todo como ocurría en la "Petite Espagne" de La Paline Saint Denis, un barrio obrero del norte de París donde las condiciones de vida no siempre fueron un valle de rosas. Los tiempos han cambiado y, lo que para Francia fue una solución en los años cincuenta y sesenta, con la llegada masiva de inmigrantes, es ahora un problema, tema éste candente en la campaña electoral de los candidatos a la presidencia de la República.

- ¿Cómo evolucionan los emigrantes españoles en Francia?

- Podemos hablar de dos categorías: los que se han integrado plenamente en la sociedad francesa, casándose los hijos con franceses, optando por la nacionalidad francesa y dando nombres franceses a sus propios hijos, etc., y que han evolucionado hacia puestos administrativos o de ejecutivos contrariamente a sus padres, que eran obreros.

- ¿Y sus descendientes? ¿Lo tienen ahora más fácil?

- Por supuesto, los descendientes lo tienen ahora más fácil por formar parte integrante de la sociedad francesa, aunque persista el problema del desempleo. Un buen ejemplo de la integración es Ana Hidalgo, teniente alcalde de París, que siendo hija de emigrantes ha conseguido un puesto relevante e intenta siempre que puede ayudar o participar en las asociaciones españolas. La otra categoría es la de los emigrantes de primera generación que han retornado a España para la jubilación. No obstante, noto un fenómeno algo sorprendente entre mis estudiantes de origen español -que forman parte de la tercera generación y por ende son ya totalmente franceses- y es que sienten una verdadera fascinación por España y a menudo tienen grandes deseos de instalarse en el país del cual partieron un día sus abuelos. La verdad es que la cultura y el modo de vida españoles atraen mucho a los jóvenes europeos.

- En la primera mitad del siglo pasado los colectivos de emigrantes tendían a unirse para prestarse ayuda. ¿Se ha perdido esa solidaridad?

- Aún perduran casas regionales como la de Galicia o Asturias, pero ya no tienen el cariz solidario del principio y se han convertido en centros de reunión y de cultura para las personas mayores. Los jóvenes, al estar integrados, ya no necesitan esa solidaridad y van perdiendo contacto. Es una pena porque, como se evocó durante el encuentro de las casas regionales de Castilla y León el pasado mes de febrero en Zamora, esas casas necesitan remozarse y dinamizarse para seguir transmitiendo nuestra cultura. Mis padres siempre han participado activamente en las asociaciones, siendo mi padre tesorero durante algunos años. Nosotros también hemos intentado poner nuestro granito de arena . En cuanto a los inmigrantes actuales, esencialmente latinoamericanos, asiáticos y de Europa del Este, sí reproducen el modelo de solidaridad y se agrupan espontáneamente.

La Zamora desconocida por los parisinos

- ¿Cómo se ve Zamora desde París?

- Zamora para los parisinos es un lugar totalmente desconocido. Cuando se me pregunta por mis orígenes, siempre tengo que entrar en especificaciones geográficas situando Zamora entre Valladolid y Salamanca. De ese modo consiguen ver más o menos dónde se ubica.

- ¿Qué le gusta más de su provincia?

- Lo que más me gusta de mi provincia son sus amplios paisajes que con tanto realismo poético pinta Antonio Machado en Campos de Castilla ¡Esos mares de rubias mieses salpicados de palomares me parecen tan apacibles! En cuanto a la capital, puede jactarse de ser la ciudad del mundo que más arte románico encierra, y también me fascina. Sin olvidar la Semana Santa. Sé que la promoción turística de estas riquezas ha progresado y soy partidaria, y solidaria, para que nuestro patrimonio cultural y artístico sea mundialmente conocido y reconocido.