El próximo día 26 hubiera cumplido 72 años, una fecha que sin duda habría celebrado en Cuba, pese a sus escasos recursos económicos, con un trago de ron y en compañía de sus vecinos y amigos. Tránsito Luis Calvo, conocida como "Tania" o "La niña de la guerra", falleció en un hospital de La Habana el pasado 6 de mayo a consecuencia de los graves traumatismos que le ocasionó una caída por las escaleras del portal en el que residía. La fatalidad hizo que los responsables del centro sanitario no pudieran contactar con familiares o conocidos, por lo que Tránsito murió sola. Cuando la noticia de su ingreso llegó a la Casa de Zamora, donde era una mujer muy apreciada y querida, ya había sido enterrada de oficio por el Estado. Este hecho ha causado gran tristeza en el colectivo de emigrantes zamoranos, como explica desde Cuba el presidente de la organización, Sergio Rabanillo. A la pérdida de Tania se une el dolor por no haberla podido acompañar en esos últimos momentos y enterrarla posteriormente en el panteón que la colonia tiene en el cementerio habanero.

También en la capital zamorana la muerte de esta mujer, de apenas metro y medio de estatura y amante de la conversación, se ha dejado sentir. Macu Hernández y su madre, María González, eran una especie de familia para la "niña de la guerra" desde que esta regresara por primera vez a la ciudad hace sólo unos años gracias a la "Operación Añoranza". Fue entonces cuando se reencontró con el ya fallecido Pepe Hernández, "Pinocho", su esposa María y su hija Macu. Ellos habían sido vecinos de Tania cuando esta era una niña. «Pienso que mi padre saldó una deuda pendiente con aquella pequeña que había conocido cuando pudo volverla a ver», explica Macu Hernández. «Y ella igual, porque así al menos supo que tenía a alguien aquí que iba a llorar por ella algún día por ella».

Abandonó Zamora con ocho años después de que Graciliana Calvo, su madre, de apenas 26 años y embarazada, muriera fusilada junto a la tapia del cementerio. En ese momento comienza una turbulenta historia en la que Tania se tiene que acostumbrar a huir, a ver a su padre disfrazado de mujer para no ser detenido en plena contienda civil, y a esconderse. Graciliana había contraído cuatro años antes matrimonio con Ramón Luis, nacido en Cuba e hijo de una familia de Viñas de Aliste conocida como "los cubanos". El apoyo de todos ellos a las opciones más liberales les granjean muchos enemigos políticos y la guerra es la excusa para los que claman venganza. Ramón consigue salvarse (cinco de sus hermanos son asesinados) escondido en un doble tabique en su domicilio de la capital zamorana. Su esposa en cambio es capturada y asesinada. Otros familiares cuidan de la pequeña Tania y, ya con ocho años, es reclamada en Cuba por sus parientes. En la isla consigue por fin reunirse con su padre y con su abuela.

Hasta muy poco tiempo antes de morir Tránsito Luis Calvo escondió un terrible secreto que sólo con los años se atrevió a compartir con sus personas más cercanas, lo que sirvió para que se liberase en parte de esa carga. Durante su huida por los pueblos de la provincia junto a su abuela, y ya muy cerca de Portugal, fue violada por un grupo de soldados. «De aquello aún recordaba el dolor que sintió y la imagen de su abuela limpiándole la sangre», rememora con tristeza Macu Hernández. «Nos dijo, además, que a los hombres que lo hicieron no les entendía cuando hablaban, pero no sabía de dónde podían ser».

En Cuba la pequeña Tania pasó su juventud, estudió, se casó y trabajó en servicios de limpieza y como planchadora. En la isla tuvo también un hijo que moriría con los años víctima de un accidente, algo que la sumió en la tristeza más absoluta. A partir de entonces vivió sola. Estas eran sus circunstancias cuando un buen día vio cumplido su máximo anhelo. A través de la Casa de Zamora pudo integrar, en 1997, el grupo de emigrantes que viajarían hasta la capital zamorana en la "Operación Añoranza". Aquella estancia fugaz y el reencuentro con las calles y edificios que le resultaban aún familiares dejó una huella importante en la mujer. Tal es así que, animada por los responsables de la Diputación y por sus compañeros emigrantes en Cuba, en enero de 2004 viajó de nuevo hasta Zamora para ingresar en la Residencia de Toro. «Ha sido difícil tomar la determinación, porque pensaba que aquí iba a parecer un gorrioncito en una jaula», admitía ella misma al poco de su llegada junto a su amigo Jesús Sandín, al que cariñosamente llamaba «mi barbarroja».

Apenas habían transcurrido cuatro meses cuando cambió de opinión y regresó a Cuba pese a los intentos por retenerla en un lugar en el que, se pensó, podía disfrutar de mayores comodidades. No conseguía adaptarse. En la primera etapa de su viaje de vuelta, hasta Madrid, la acompañó Palmero, un conductor de la Diputación «al que estaba muy agradecida y siempre enviaba recuerdos desde Cuba», detalla Macu. La maleta también regresó repleta de sus debilidades: fotografías de todos los rincones de Zamora, garbanzos y hasta una manta zamorana.

El mismo día de su muerte el teléfono sonó de forma insistente en el domicilio de Tania en La Habana. Al otro lado esperaba paciente su amiga Macu, pendiente de la operación de cataratas a la que se tenía que someter en breve. «A primeros de cada mes, porque así se lo pedíamos, nos llamaba a cobro revertido para decirnos cómo estaba y charlar un rato. Esta vez ya estábamos preocupadas al no tener noticias», reconoce. «Era una persona que necesitaba mucho cariño, pero que también lo daba. En Cuba estoy convencida de que era feliz».

En 2003, con motivo de la visita de la delegación zamorana a la isla, Tania se despidió con una reflexión a modo de testamento anticipado: «Hay que vivir y hay que luchar, porque todos tenemos algo muy grande, que es la esperanza».

Quería dar sepultura al cuerpo de su «mamita»

Tránsito Luis Calvo ha muerto con la espina clavada de no haber podido dar sepultura al cuerpo de su madre, fusilada junto a la tapia del cementerio pese a su estado de gestación, y cuyos restos no aparecieron, aunque sus familiares siempre han pensado que se encuentran bajo tierra en el mismo lugar en el que fue asesinada. Tania siempre conservó la única fotografía que le quedó de su madre. En ella, pese al deterioro, aún se puede distinguir a Graciliana Calvo, antes de ser asesinada, con su hija pequeña en brazos. «Mi mamita no sabía nada de mi padre y sin embargo la mataron», se lamentaba una y otra vez. Macu Hernández confirma que su deseo fue poder exhumar algún día los restos de su madre y darles una sepultura digna.