Tiene 96 años, al menos oficialmente, porque sospecha que en realidad son 94 y así lo deja intuir también su aspecto. Sus padres, los fermosellanos Pedro Carrera y Concepción Marcos, le revelaron que tuvo una hermana que murió dos años antes de su nacimiento también llamada Natividad. Cuando fueron a inscribir a su nueva hija «el notario, contaba mi madre, dijo que no me registraba porque me dejaba con la fecha de nacimiento de mi difunta hermana. Decían que había ido la noche anterior a la taberna a tomarse unos tragos y no estaba con ganas de escribir...», rememora. Oficialmente vino al mundo el 27 de enero de 1909.

Cuando el matrimonio tiene ya ocho hijos, todas mujeres, muere Pedro, y deja a la viuda con la responsabilidad de sacar adelante a la familia. Su fortaleza se la llevó por delante una repentina neumonía. A pesar de la ciencia, «los rezos y las sanguijuelas» falleció en 1913, cuando Natividad tenía dos años (o era recién nacida). Algunas de las hermanas, desde la niñez y la ingenuidad, sonreían contentas cuando la madre las vistió de negro por la novedad que ello representaba.

El fallecimiento del cabeza de familia marca el devenir de Concepción y sus ocho hijas. Trabajaba detrás de los jornaleros, en las viñas, y criaba a sus hijas. Cuando se hacía la cosecha iba a Vitigudino en una mula y con los pellejos de vino al costado para venderlos por cuartillos. Lo mismo hacía con el aceite que producían sus dos olivares. Tras una etapa en la que se enfrenta a diversos trabajos decide que hay que ir a Argentina.

Primero lo hacen las dos mayores, Leonor y Teresa. A ellas les siguen Carmen y Aurora; en un tercer viaje Consuelo con Natividad y, finalmente, la madre con María, la menor, ya después de haber enterrado a los abuelos. Las casas y viñas u olivares quedaron en manos de Manuela, la única hija casada en Fermoselle. Aún hoy Natividad Carrera recuerda con detalle el momento de llegar a Buenos Aires con su hermana Consuelo, de 17 años, y a bordo del "Frisia", de bandera alemana. Ella tenía entonces 10 años (de nuevo según su documento oficial). De hecho, al ser menor y para no tener problemas, viajó en el barco con el nombre de otra de sus hermanas y el apellido González, de una familia española que les acompañaba. Su hermana Teresa, su cuñado Jorge, a quien no conocía, y su sobrino Antonio se convirtieron en su nueva familia. «Pocas veces lo confesé, pero sentí la pérdida de mi país. Lloré con dolor, pena y amargura esa separación familiar y la pérdida de la seguridad a la que estaba acostumbrada», admite. «Fue desacostumbrarme a usos de mi país para entrar a conocer todas las novedades de una ciudad bulliciosa y deslumbrarte que era Buenos Aires». Pero pronto comprendió que nada es lo que parece. «Toda aquella fantasía que en nuestras tierras se fabulaba sobre que en América se caminaba por calles empedradas en oro no eran ciertas».

La madre decide posteriormente que vaya a vivir con su hermana Leonor, casada y que residía en la provincia de Córdoba. En la confitería en la que trabajaban «Naty era la piba de los mandados», cuenta. Por la mañana iba a la escuela y por la tarde limpiaba, envolvía los caramelos y repartía los pedidos. A veces se quedaba dormida sobre ellos y entonces, rememora como si fuera hoy, la despertaban con una «fuerte golpiza». En invierno, en alguna ocasión, la dejaban encerrada tiritando de frío en un baño». Al final, cansada de la situación, escribió a sus hermanas a Buenos Aires para que la reclamaran. Así regresó. Aprendió creación y confección de sombreros, con lo que se gana la vida hasta que en 1939 se casa con José Suárez Fernández, que falleció en 2004 a los 99 años. La madre, Concepción, lo hizo en 1957.

Vivieron bien hasta que el Gobierno decidió expropiar y tienen que vender la casa. «Pero seguimos trabajando» hasta recuperar la estabilidad económica. Tuvieron una única hija, Susana, que le ha dado dos nietos y un biznieto. Nunca ha vuelto a «la madre tierra» desde que llegó a Argentina siendo una niña, «pero la llevo en mis recuerdos como el más hermoso, preciado y feliz tesoro de mi vida».

Nota: Los principales datos para confeccionar el reportaje se han extraido de la narración de Natividad Carrera, desde Argentina, que obtuvo uno de los dos primeros premios del concurso sobre la Emigración Zamorana