"Mentiroso compulsivo". Así definió su padre al asesino confeso de la joven Leticia Rosino Andrés. Y así lo pudieron constatar quienes participaron en la búsqueda de la joven tabaresa el 3 de mayo, operación a la que se unió como un vecino más de Catrogonzalo, pero con un interés bien diferente: salvaguardar el lugar al que había lanzado el cadáver de quien él mismo había matado a golpes, destrozado el cráneo, con una gran piedra de cinco kilos.

De hecho, evitó que la persona con la que iba en el coche aquella noche para rastrear el pueblo, un jefe de Leticia, inspeccionara la zona donde él mismo había arrojado el cuerpo sin vida de la joven, en las inmediaciones de la fábrica Lácteos Cobreros, con la excusa de que ya habían buscado en el lugar sin encontrar rastro de ella. Al novio de Leticia, David Alonso, que impulsó la búsqueda la misma tarde del día 3 de mayo, cuando desaparece la joven, se le presentó delante y le dijo: "¡Que la vamos a encontrar!".

Frío y calculador. Quienes han intervenido en las diligencias policiales y en la investigación judicial han tenido ocasión de comprobarlo. El asesino confeso no tuvo ningún empacho, la menor duda, de dirigir la investigación hacia su propio padre, apodado "El Pastor" en Castrogonzalo, localidad en la que residen, donde Leticia trabajaba en Lácteos Cobreros, donde acababa de asentarse apenas dos años antes para compartir la vida con David, nacido allí, dispuestos ya a formar su propia familia en un pueblecito de apenas 400 habitantes, tranquilo y próximo a Benavente, mucho mejor situado que Tábara, donde la joven nació hace 32 años, donde vive su familia y donde está el negocio del padre, heredado por su novio.

Con nervios de acero, sin inmutarse, como le describe su padre, "El Pastor", tras encontrarse con él cuando ya había acabado brutalmente con la vida de la joven. Así se mostró el 4 de mayo en su primera declaración cuando afirma que el asesino es su progenitor el mismo día que detienen a "El Pastor" hacia las 14.30 horas, tras localizarse el cadáver a la una de la madrugada, arrojado a un terraplén, junto al río Esla.

Los guardias civiles ya saben, para entonces, que él y su progenitor, J.A.A.C., andaban por las proximidades de la finca "la Pedrerina", en la zona donde ocurrió el crimen, a las horas en las que se sitúa el fallecimiento de la joven. El dueño de una finca, a la que entraron las ovejas que pastoreaba el menor de edad a pastar sin su permiso, les había visto y las cámaras de seguridad de un edificio próximo inmortalizan al adolescente cruzando la carretera para dirigirse a la finca cercana a Lácteos Cobreros. En esa primera declaración, tras el registro del domicilio familiar del adolescente, donde se encuentran sus ropas llenas de sangre de la víctima, el menor relata que ve a su padre llegar a una distancia de unos 500 metros con las manos ensangrentadas. En todo momento, la Guardia Civil le mantiene retenido, bajo la figura de testigo protegido, esencial en el desarrollo de la investigación que puede prolongarse más de 24 horas, tiempo máximo que la Ley del Menor permitiría mantener al chaval arrestado.

El adolescente ya no puede sostener su mentira cuando la juez le pregunta cómo es posible que a 500 metros pueda distinguir la sangre en las manos de su padre. Ahí llega la segunda versión de los hechos, cuando, en la reconstrucción del suceso en el lugar donde cometió el crimen, afirma que vio cómo su padre mataba a Leticia, que "El Pastor" le pidió ayuda para deshacerse del cadáver y arrojarlo por el terraplén, lo que explicaría la sangre en su vestimenta. Sin embargo, el padre le insta a contar la que realmente ocurrió, "¡di la verdad, di la verdad!". Esas contradicciones y la coartada del padre echan por tierra sus argumentos. "El Pastor", a la hora del crimen, entre las 17.00 horas y las 18.00 horas, se encontraba en un establecimiento hostelero cercano al pueblo tomando café y coñac, y fumando un cigarro, como corroboran las cámaras del local y clientes que le vieron. A partir de ahí, el menor pasa de testigo a acusado.

La tercera y última versión ofrecida, por el momento, le sitúa sentado junto a la acera de la fábrica, herido ya en una oreja porque su padre le había propinado una paliza con la fusta de un caballo por haberse ausentado de las clases tras el recreo. El profesor del centro le había llamado para comunicarle la conducta del hijo. Leticia pasa a su lado y golpea con el pie a una piedra del camino -asfaltado, por cierto- que va justo a darle en la oreja, asegura. Ella continúa su camino, ajena al incidente, según relató el menor cuando confesó el crimen.

Entonces, él le arroja una piedra y va hacia ella, impulsado por un supuesto "ataque de ira", según parece haber justificado. La agarra desde atrás, la tapa la boca y forcejean, la joven, de 1,83 metros de altura y 63 kilos, cae al suelo, pero logra levantarse y sale corriendo. Él la persigue, la arrastra hasta la zona en la que se asegura que las cámaras de la factoría no podrán recoger la escena, y que no serán vistos por los viandantes. Y cruzan al otro lado de la carretera, la introduce en el parque, vuelven a forcejear, momento en el que coge la piedra de grandes dimensiones y la golpea en la cabeza hasta matarla.

Una vez que la ha asesinado, tira el cuerpo por el terraplén, que cae a un lugar de difícil acceso, por donde pasa el río Esla, para evitar que sea visto desde la parte de arriba de la zona frecuentada por las gentes de Castrogonzalo para el paseo. Grandes charcos de sangre delatan la brutal agresión que sufrió Leticia. Su móvil y su mochila aún no han aparecido.

Entretanto, Zamora sale hoy a la calle para reclamar penas más juras para los menores, con una marcha que parte a las 11.00 horas de La Marina. La Plataforma 18M en consenso con la familia recordarán el nombre de la joven y su brutal asesinato.