D., el menor y autor confeso de la muerte de Leticia Rosino en Castrogonzalo, atacó a la mujer impulsado por un violento ataque de ira, pero no la agredió sexualmente según confesó y según recoge el informe forense preliminar que, a expensas del resultado de las pruebas de toxicología que resultarán definitivas, no detectó en la autopsia indicios externos de intento de violación. Así consta en la instrucción del sumario, según ha podido saber LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA.

El menor negó la agresión sexual y dijo haber actuado por un arranque de violencia bruta, por una descarga de ira, reconoció asintiendo cuando le preguntaron. D. estaba tendido en la cuneta, sobre la hierba, alejado y despreocupado del rebaño de ovejas paterno. Leticia pasó caminando por la acera junto a la cuneta, la asaltó por detrás apresándola con el antebrazo por el cuello y tapándola la boca con la mano.

¿Que pasó realmente? Esta es la reconstrucción de los hechos realizada con la presencia del chaval:

Entre las cuatro y las cuatro y media de la tarde del viernes 4 de mayo el menor de la familia había tenido un incidente con su padre cerca de su casa, en un picadero del pueblo. Así figura también en la instrucción. El padre golpeó a su hijo con una fusta varias veces. En sus distintas declaraciones el chaval habló de una paliza; su padre por el contrario reconoció haberle golpeado, pero levemente, según dijo.

Tras el incidente, D. habría cumplido la orden paterna de subir el rebaño a pastar cerca de la fábrica de quesos, frente a la planta de transferencia de residuos y del repetidor de televisión, como había hecho otras veces. Lo hizo por un camino que sale del pueblo junto a la carretera, remontando una ligera pendiente que desemboca en la explanada del emisor. Antes, en el trayecto, el rebaño se había entretenido en la propiedad de un vecino. Las ovejas se pusieron a comer. El vecino (que luego corroboraría con su testimonio este encuentro) salió de su casa y le dijo que no se preocupara, que no pasaba nada. El chaval respondió que ya se iba y se llevó al ganado.

Tras subir la loma y alcanzar la explanada, cruzó la carretera con el rebaño, se adentró en una parcela lindante con la fábrica y dejó a las ovejas pastando. Luego se tendió alejado, junto a la carretera, sobre la hierba de la cuneta. Eran las cinco y media de la tarde.

Una cámara de vigilancia de una instalación pública cercana grabó el instante en que, a lo lejos, el chaval pasa fugazmente con el rebaño coronando el altozano unos minutos antes.

No pasó tampoco mucho tiempo cuando por la carretera llegó su padre con el tractor desde el pueblo. El vehículo llevaba incorporada una pala delantera. El padre entró en la explanada del repetidor, junto a la pista de tenis vallada y rodeada de brezo y aparcó el vehículo con la pala mirando hacia Castrogonzalo, bajó y se dirigió a su hijo. Le advirtió de que tuviera cuidado de que las ovejas no se desmandaran y entraran en una finca colindante cultivada y causaran daños. Luego se fue andando por un camino que desciende hasta la carretera nacional N-610, que cruzó hasta el Hostal Paradero, donde tomó café. De nuevo, así figura en la instrucción. La coartada del padre fue corroborada por testigos, pese a que su hijo menor le había imputado inicialmente el crimen.

Tras marcharse su padre, D. siguió tumbado en la cuneta, junto a la acera, sobre la hierba. Alrededor de las seis y cinco de la tarde apareció Leticia Rosino caminando.

Cómo y qué motivó el ataque y la descarga de ira con la mujer, o si medió palabra con Leticia, no ha trascendido, pero D. confesó que se incorporó, le agarró del cuello, le tapó la boca y la obligó a cruzar la carretera. El chaval, pese a la complexión de Leticia, fue capaz de forzarla a recorrer forcejando casi 50 metros junto al perímetro de la pista de tenis. Al final, Leticia perdió las zapatillas intentando zafarse del joven a patadas. Detrás de la pista deportiva, el muchacho la golpeó con una piedra en la cabeza. Luego la siguió desplazando y golpeando hasta que acabó con su vida. Finalmente le arrancó una prenda de vestir, envolvió con ella la última piedra que había utilizado y la lanzó lejos, arrojó el cuerpo por el barranco, entre la vegetación, y se lavó las manos en un abrevadero de ganado cercano.

El padre de D. reapareció por el mismo camino por el que había bajado al Hostal Paradores cuando ya se había consumado el crimen. No vio al chaval y lo llamó a voces. Al principio no contestó. El padre se fue acercando hasta el tractor y vio aparecer a su hijo detrás del vehículo junto al vallado cubierto de brezo de la pista de tenis. Ambos coincidieron en este extremo en sus declaraciones. El padre se fue con el vehículo tras ordenarle que regresara al pueblo y el chaval recogió las ovejas y volvió a Castrogonzalo. La cámara de vigilancia volvió a grabar la imagen del joven, esta vez regresando apresurado.

La autopsia, además de las lesiones mortales en cráneo y cara, detectó heridas traumáticas en el cuello pero, al parecer, no apreció golpes, moratones o contusiones en la espalda. En toda la investigación realizada solo queda por hallar el teléfono móvil de Leticia, que no ha aparecido, y según las hipótesis perdió durante el forcejeo con el menor.

Horas más tarde del crimen, cuando los vecinos alertados de la desaparición comenzaron a buscar a Leticia, D. fue uno más de los voluntarios que trataban de dar ya de madrugada con su paradero.