Mariano Rajoy llegó y se fue en tren. En el tan manido AVE que el PP defiende como uno de los grandes avances de los últimos años para Zamora. En medio, el presidente tuvo tiempo para hablar sobre Siria, escuchar los elogios de Javier Faúndez y Ricardo Flecha, ponerse la capa alistana y asistir a una clase gratuita de historia cortesía de Mañueco que, antes de entrar junto al líder nacional en el Ramos Carrión, le quiso comentar algunos aspectos sobre los orígenes de la región castellano y leonesa, con los ecos de las protestas de fondo.

Tras su discurso y la consiguiente clausura del acto, Rajoy se dio su gran baño de masas. No en vano, tardó su buen cuarto de hora en ir del teatro a la Plaza Mayor. Mientras tanto, se afanó en agacharse para repartir besos y recibir cariñosos tortazos, unos más fuertes que otros. Sin ánimo de hacer daño esta vez.

A eso de las dos, el presidente se desplazó al Restaurante Las Aceñas para degustar un bacalao que acompañó con queso, arroz a la zamorana, croquetas y cañas de postre. Comida pesada para reposar rápidamente en el vagón. En un abrir y cerrar de ojos, Madrid.