El psiquiatra Miguel Ángel de Uña Mateos presenta hoy (a las 20.00 horas) el libro "Suicidas que no se fueron solos" en la Biblioteca Pública acompañado por José Ignacio Calvo Arenillas, catedrático de la Escuela de Rehabilitación y Fisioterapia de Salamanca.

-¿El hablar de suicidio todavía es tabú?

-Sí, pero al mismo tiempo se está produciendo el fenómeno contrario. Esta sociedad es un poco pendular y estamos pasando de una situación casi de silencio, por lo doloroso que es, a una situación de cierto exhibicionismo, propiciada por la efervescencia de Youtube o Instagram donde se están suicidando en directo personas cuando la muerte es algo íntimo. Encontrar un equilibrio entre lo que era lo anterior, que quizá era excesivo, y lo que es ahora resulta complicado.

-¿Por qué pasamos de un externo a otro?

-Cuando Marilyn Monroe llevaba a cabo un intento de suicidio salía en los medios, pero ella no presumía de ello, mientras que ahora algunas "estrellas" cuando realizan un intento lo exhiben en los medios y en redes sociales. Estamos perdiendo la vergüenza ante los demás, cuando antes la intimidad era uno de los bienes más preciados.

-¿Por qué profundiza en esta temática?

-La otra autora, Arancha Ortiz, y yo teníamos interés por el tema del suicidio y además en nuestro departamento de Psiquiatría de Zaragoza tuvimos un par de casos especialmente llamativos. Hicimos un listado de unos 600 suicidas históricos y acotamos con los suicidas que no se fueron solos. Cómo podemos explicar la situación de personas que no se fueron solas y cómo es posible en el seno de la misma familia, como sucede en la Hemingway, exista una cascada de suicidios en tres o cuatro generaciones. En el libro aportamos casos, todos ellos conocidos, como el de Stefan Zweig, el de Ernest Hemingway o el de Picasso, pues, aunque él no se suicidó, algunas de sus mujeres sí.

-¿Existe un componente común en esta situación de cascada?

-Por un lado, está presente el aspecto genético en el seno de algunas sagas, pero una de las conclusiones que sacamos es que hay, sobre todo, un componente cultural y familiar. Cuando tú en tu entorno más inmediato ves a una persona que su salida ante unos problemas, una situación de estrés o de desesperación absoluta es el suicidio, te da el modelo a seguir. Se quiera o no se quiera, el contagio es real. En un momento determinado cuando un suicidio cobra relevancia luego se suman otros en su entorno porque ha dado esa salida.

-¿Se puede prevenir?

-Es un tema muy complicado, pero en pacientes que tienen una intención suicida clara o que han tenido un intento se pueden implementar medios para que las tasas sean algo menores. Desde la perspectiva de 40 años de trabajo soy bastante pesimista con que se puede lograr una reducción de las tasas de España que no son tan elevadas como en otros países. El lenguaje y el suicidio son condiciones humanas, solo se dan los hombres, y romper el esquema de funcionamiento creo que no es nada fácil. Se suicidan más los varones que las mujeres, casi el doble de hombres, porque tienen un mayor factor de impulsividad. Además, ahora preocupa el tema del suicidio entre los jóvenes porque se ha convertido en una de las primeras causas de muerte entre los 18 y los 35 años al disminuir drásticamente los accidentes labores y los de tráfico. Ahora hay dos picos, los jóvenes, que son más impulsivos y porque están en contacto con las drogas un elemento que facilita mucho el suicidio, y los ancianos, que viven en soledad y con escasa de afectividad que deciden tomar ese camino.

-¿Resulta positivo abordarlo en público y en los medios de comunicación?

-Hay profesionales que defienden que hay que dar a conocer los casos, pero otros no por la posibilidad de contagio. No es una cuestión baladí. Un estudio realizado tras la muerte del actor norteamericano Robin Williams indica que aumentaron un 10% los suicidios de la misma manera que él lo hizo. Debería de existir una mayor presencia asistencial con los intentos de suicidios que, muchas veces, se banalizan.