Una palabra: contratenor. Ese fue el término, el concepto, que sobrevoló la mente de los espectadores del concierto central del Pórtico de Zamora durante toda la noche. La orquesta Il Pomo d'Oro habría ofrecido un buen concierto, un recital excelente, de no ser porque un contratenor les robó el protagonismo durante buena parte de la velada y lo compartió y realzó con los músicos en la sorpresa final.

Sobre la escena, después de la sinfonía inicial, apareció el contratenor argentino Franco Fagioli para recuperar la figura surgida en los siglos XVI y XVII, los famosos "castrati", aquellos niños desprovistos de su hombría para conservar la ternura de la voz y combinarla, más adelante, con los atributos del adulto, el control y la potencia. En los años cincuenta del pasado siglo, la música quiso devolver el protagonismo a los contratenores. Anoche, Fagioli -uno de los mayores especialistas en la actualidad- volvió a provocar en el público el mismo efecto que los "castrati" de la época: una sensación perturbadora, la potencia masculina y los registros más agudos, propios de la voz femenina.

Lo hizo Fagioli para ser el digno contratenor que hubiese imaginado Handel, a cuya figura estuvo dedicado todo el concierto, con la orquesta Il Pomo d'Oro alternando sonatas con algunas de las arias que Fagioli acaba de grabar para el prestigioso sello Deutsche Grammophon. Piezas pertenecientes a óperas como Oreste o Rinaldo. Se lució Fagioli en la primera parte del programa, al que accedió con una pieza de la ópera Rodelinda, interpretando el personaje de Bertarido. Buscó el escenario en el presbiterio de San Cipriano, subió a la tarima lentamente, miró al público, tomó aire y comenzó a cantar. Y remató esa primera parte exhibiendo su virtuosismo, no solo en la voz, sino también en el control de la escena, con la pieza "Venti, turbini, prestate".

La segunda parte del recital repasó óperas de Handel como Alcina, Imeneo o Serse. Y con "Crude furie degl'orridi abissi" terminó el concierto, pero faltaba la propina. Precisamente, Fagioli se dirigió por primera vez al público con un "Gracias, Zamora" para ofrecer una segunda pieza de la obra "Serse". Y ahí acabó todo? o no. Porque el hispano-argentino se reservó para los minutos finales uno de los momentos más sublimes del Pórtico de Zamora. El contratenor eligió una de las arias más populares de Handel, la bellísima "Lascia ch'io pianga", para cerrar la noche. Tenía a los mejores compañeros en los músicos de Il Pomo d'Oro. Así que la interpretación de Fagioli prometía ser recordada. Pero eso, aunque cierto, no fue todo. En los versos finales, el contratenor con alma de director reservó la voz para dejar que fuese el público quien entonara el "Lascia ch'io pianga mia cruda sorte/ e che sospiri la liberta". Y los espectadores del ciclo zamorano de San Cipriano demostraron su conocimiento de la pieza acompañando al contratenor. Y la noche acabó con el público en pie, entregado. A la orquesta, Handel, a Fagioli, a la figura del contratenor.