Los trabajadores de parques y jardines lo tienen claro. Lejos de preocuparse por la caída de ramas en diferentes puntos de la capital, consideran que este tipo de tormentas y sus consecuencias vienen bien para el mantenimiento y la salud de los árboles. Los que han cedido fruto del peso de la nieve son aquellos que se encuentran enfermos o viejos. Seres vivos con problemas difíciles de detectar y tratar porque, simple y llanamente, no se puede llegar a todos los árboles que existen en la ciudad. Por eso, esta suerte de "selección natural" debería repetirse dos o tres veces al año para que sea la propia naturaleza la que vaya marcando el curso de los acontecimientos, como siempre ha sido. De hecho, se asume que el próximo vendaval se lleve por delante otras tantas ramas.