Las incidencias no pasaron de resbalones, ramas de árbol caídas o pequeños sustos con el coche -de quienes pudieron sacar los vehículos de sus garajes o retirar la nieve caída por la noche y hacerlos arrancar en plena calle- pero los zamoranos se mostraron más que molestos por lo que consideraron "falta de previsión" del Ayuntamiento con esta inclemencia meteorológica, respecto a las medidas que tomaron. Aunque algunos vecinos aseguraron que ya desde la noche del martes vieron a efectivos repartiendo sal por algunas calles, como la avenida Portugal, parece ser que las catorce toneladas de fundentes y el medio centenar de operarios municipales que trabajaron intensamente durante toda la jornada no fueron suficientes para normalizar una jornada teñida de blanco, a la no está acostumbrada la ciudad.

La queja general se situaba en que estos trabajos solo eran visibles en las calles del centro, dejando "olvidados" a los barrios, sobre todo los de la periferia. En San José Obrero, por ejemplo, era casi deporte de riesgo bajar por la cuesta del Bolón, al igual que en otras pendientes de la capital, desde Balborraz hasta la cuesta de La Morana o la calle Granados, que estuvo incluso cortada al tráfico.

En los centros escolares e institutos a primera hora de la mañana también se provocaron momentos de aglomeración de vehículos, ya que muchos padres optaron por llevar a sus hijos a clase. En el caso del Corazón de María, que tiene servicio de autobús, los usuarios habituales de las rutas tuvieron que buscarse otra alternativa, puesto que los vehículos no podían salir, lo que desencadenó que muchos alumnos llegaran tarde a sus clases. Una situación que se solucionó a las pocas horas, así que los estudiantes pudieron regresar a sus casas en autobús.

Las líneas urbanas también sufrieron múltiples retrasos, las más llamativas en la zona de Peña Trevinca, donde algunos usuarios aseguraron no haber visto ningún autobús en toda la mañana.

Especial cuidado debían tener también los conductores más madrugadores puesto que, aparte de evitar las placas de hielo -que se fueron convirtiendo en roderas que facilitaban el tránsito del tráfico a medida que avanzaba el día- y reducir la velocidad, también se encontraban en su camino con muchos peatones, que preferían caminar por la calzada antes que por la acera, mucho más peligrosa por el hielo, que hacía resbalar a cada paso. Aparte de mirar al suelo, los viandantes también tenían que estar atentos al cielo, sobre todo cuando pasaban por zonas ajardinadas, puesto que el peso de la nieve provocó que algunas ramas cayeran. Por otra parte, aquellos conductores que trabajan a las afueras o en pueblos cercanos, también tuvieron que armarse de paciencia para llegar a su destino.

Los animales tampoco se libraron de los estragos de la nevada. Más allá del frío que pasaron los perros que salieron con sus dueños al habitual paseo matutino -donde disfrutaron de la novedad de la capa blanca sobre el parque- las cigüeñas, que habitualmente se ven sobre los campanarios y sobrevolando la ciudad en busca de comida y material para sus nidos, ayer se cruzaban con los viandantes por la calle, como un peatón más. La razón era que el intenso frío, la nieve y el hielo había congelado sus alas y les era imposible alzar el vuelo. De las cinco que se encontraron en la capital se encargaron tanto agentes medioambientales como la Policía Municipal, para ayudarlas a recuperarse de este temporal, que trastocó -de alguna u otra manera- a todos los ciudadanos.