La Semana Santa de Zamora congrega imágenes de máxima devoción y obras de arte del máximo nivel. A este segundo grupo pertenece pertenece uno de los grupos cumbre de toda la Semana Santa: Redención, la genial aportación de Mariano Benlliure. Cuatro décadas más tarde de su incorporación en 1931, La Mañana decide incorporar un grupo que esté a la altura de las circunstancias. Pero, ¿quién podía asumir entonces ese arriesgado encargo?

La respuesta la tienen ante sus ojos los zamoranos cada madrugada del Viernes Santo, cuando tras Redención aparece una extraña composición. San Juan trata de consolar a María, con la Magdalena y María Cleofás en segundo término. No son las típicas figuras de tela encolada y tonos llamativos de Ramón Álvarez, ni tampoco las menudas imágenes de retablo que cierran el desfile. Parece que al autor se le hubiera olvidado dar el último toque a sus rostros y ropajes. Porque la madera aparece desnuda.

Nada, sin embargo, quedó al azar. Al "padre" de Las Tres Marías y san Juan le pareció más acertado y "contemporáneo" optar por aplicar una "pátina" a las tallas que simplemente policromar el resultado, el artificio buscado desde tiempos remotos para insuflar vida a las identidades recreadas. Con el paso de los años, el tiempo ha ido recubriendo el grupo de esa otra "pátina", la que integra las imágenes en los desfiles a base de años de calle, cuando ya parecen imborrables.

"La policromía era algo histórico que comprende la aplicación de un estucado. Mi padre creyó que la talla en madera, la más difícil de todas, tenía que mostrarse tal cual. Así optó por emplear transparencias de color que mantuvieran la madera a la vista". Son palabras de Álvaro Pérez Mulas, el hijo de Hipólito, que cuando aquella tarea era solo un niño. El resultado se observa hoy en un trabajo espectacular, en particular, en los pliegues de los ropajes.

A Hipólito ya no le llenaba solo de orgullo el encargo de "acompañar" a Redención. También el resultado. "Es una de las obras de las que más satisfecho se ha sentido en su carrera", opina Álvaro. Era, por así decirlo, "su obra". El encargo le llegó a Hipólito en un momento crucial en su carrera. Ya había fabricado alguna que otra mesa para la Pasión, pero nunca todo un grupo de imágenes que desfilaría en una de las cofradías más antiguas de la ciudad.

Un encargo que le obligó a encerrarse en su enorme estudio de trabajo, una especie de garaje con techos de cinco metros de altura encerrados por puertas grises, en la calle Leopoldo "Alas" Clarín. En aquel espacio engendró toda su obra vital, hasta que la enfermedad le dio permiso para poner el broche con uno de los Crucificados que acompañan las Palabras la madrugada del Martes Santo. Falleció en octubre de 2009, poco después de ver por ultima vez a Jesús, Luz y Vida aparecerse en el pórtico neoclásico de la Catedral de Zamora, en un reciente Sábado de Pasión.

De aquel mismo estudio salieron sus abundantes esculturas religiosas y civiles: el Corazón de Jesús de La Bañeza, el San Juan de Dios de Granada o el León Felipe de Tábara. Casi medio siglo de completar con éxito el encargo para La Congregación, la cofradía ha decidido "poner al día" las imágenes con una restauración superficial de uno de los grupos más singulares.

Tanto como el orgullo que exhiben sus propios cargadores, cuarenta y cuatro hermanos titulares que soportan con devoción el peso de la madera maciza sobre sus hombros, esa misma que Hipólito decidió conservar a perpetuidad para acompañar, desde la admiración, la obra de su colega Mariano Benlliure.