Desde hace varios días se ha creado un revuelo en nuestra ciudad a causa de una campaña publicitaria que "censura", de manera muy desafortunada, el machismo, a través de unos chistes de muy mal gusto plasmados en algunas de las marquesinas situadas en distintos puntos de la ciudad. Hemos salido en todas las cadenas de televisión, y no para nada que nos beneficie. Estos chistes sin gracia, plasmados en las cubiertas de las paradas de los autobuses, han sido los del lío. Chistes, a los que no me quiero referir de forma explícita para no seguir con este absurdo.

Lo que sí me hizo gracia fue la ocurrencia que tuvo Álvaro ("EL HUMOR DE ÁLVARO", en la Opinión de Zamora) publicado el miércoles 22 de noviembre y dice así:

Dos señoras hablando entre ellas. Y le dice una a la otra mirando a las marquesinas objeto de debate:

¡Por lo visto hay que leer la letra pequeña!

¡Vaya pues no me he traído unas gafas de cerca!

Contesta otra a lo lejos.

En mi opinión, con respecto a lo que manifiesta Álvaro en su publicación, no hay mejor manera de decir: "Señores responsables de todo esto, os habéis confundido".

No quiero apuntar a nadie dando nombres porque no es necesario. Ni a la creativa ni a la empresa que dio paso a esta idea, ni a los que subvencionan a unos y a otros, pero quiero decirles a todos ellos, y a alguno más, que ven todo esto con buenos ojos, que se han equivocado. Pero ya que lo han hecho, no hagan una "Puigdemontada" y reconozcan el error. No intenten más tarde, torpemente, defender lo indefendible, justificándose con estupideces como: "Lo que queríamos era provocar polémica". Pues, desde luego, que lo han conseguido. Pero, oigan, si quieren crear solamente polémica, sin tener en cuenta más que la controversia, se me ocurren un montón de ideas estúpidas para lograrlo.

Sinceramente, en los tiempos que corren y en la sociedad en la que vivimos, sin una base como es la educación sexual de la que, por supuesto, carece una gran mayoría de la población a nivel mundial, no me imagino a unos cuantos adolescentes, o ya no tan adolescentes, reflexionando delante de las marquesinas y comentando: "Es verdad, lo que importa es la letra pequeña. Y tanto las violaciones, como los asesinatos o cualquier tipo de maltrato hacia la mujer no es un chiste. Es algo muy grave y a mí tampoco me hace gracia".

Mi opinión sobre esta campaña, que "muchas" (siéntanse aludidas) la catalogan como un éxito, es repelente.

Y me van a perdonar todos los defensores de esta campaña publicitaria pero, LA VIOLENCIA DE GÉNERO HAY QUE LEERLA CON LETRA GRANDE.

Me parece muy inquietante que la educación en la sociedad de hoy, por algún motivo misterioso, se haya convertido de manera inagotable e incansable en una continua retahíla de imbecilidades. Estoy segura de que las redes sociales tienen mucho que ver con esto, que actúan como altavoces de toda sandez que se le ocurra a todo idiota ocioso. Está claro que la estupidez existe desde que el mundo es mundo, pero nunca había estado tan organizada como lo está ahora. Antes, cada payaso soltaba su payasada y quedaba en su circo, en su casa, en el bar, o como mucho, en una conversación telefónica. Había poco riesgo de contagio. Pero hoy, cualquier majadería suele tener éxito de inmediato. Las jaurías aparecen rápidamente y hacen presión para imponer sus ideas, criterios y así, reafirmarse en lo imbécil, ridículo, o absurdo, que puede llegar a ser el grupo.

Una asignatura asfixiada por las incompatibilidades morales y la hipocresía política. Así debería llamarse en España la carpeta que contiene los programas escolares de educación sexual.

La educación sexual debería brindar herramientas científicas a las personas, para que estas más tarde decidan la vida íntima que desean seguir, según sus gustos y creencias. Es decir, para que gocen de autonomía.

Esta materia, fundamental para la salud y el bienestar de las personas, jamás ha sido capaz de superar las presiones religiosas y las soluciones irrisorias de los partidos políticos (sean de izquierda o de derecha, y así nadie se sienta ofendido por la incapacidad mental de ambos bandos, eso sí, uno demostrándolo más que otro. Que cada uno tire por el suyo). De esta forma los jóvenes se "arreglan" como pueden y, como siempre en esta vida, unos con más suerte que otros, si es que les toca una familia responsable, o un instituto comprometido. Mientras los otros aprenden de los amigos, la televisión, o de sus "seudoproductos" culturales.

La sociedad española anda mal porque los jóvenes siguen teniendo como fuente de información los amigos y los medios. Y la familia, la escuela, y los profesionales, no legitiman esas nociones; por lo tanto, no educan. Al no estar legitimada esa información, o la usan menos, o de forma errónea y dentro del contexto de lo prohibido. Eso les conduce a asumir más riesgos, a ser menos responsables en sus conductas, o a vivir más confusamente la sexualidad, sobre todo, en la primera adolescencia.

Siempre salta a la palestra una pregunta: Pero ¿a quién le corresponde el papel principal de educar en sexualidad: a la familia o a la escuela? Pues mi opinión es que a ambas partes, aunque con roles diferentes. En su entorno, la familia debe transmitir valores, modelos, estilos de vida, creencias. La escuela y los profesionales tienen la obligación de ofrecer información profesional. Los niños, por un lado, tienen que tener los criterios de la familia y por otro, una información adecuada. Se trata de una ayuda específica que cada niño necesita para vivir una sexualidad saludable y así poder resolver dudas, aprendiendo incluso técnicas, sin la necesidad de transmitir creencias, sino simplemente, opiniones profesionales.

Y como profesional, debo abstenerme de organizar la vida sexual y amorosa de las personas. Cada uno tiene que tomar sus decisiones. Yo solo debo brindarles la información para que puedan hacerlo entregando las herramientas para que las personas adopten conductas adecuadas y saludables. El profesional debe saber qué y cómo informar, tanto en anatomía, naturaleza sexual humana, afectos, enamoramiento, métodos anticonceptivos, fisiología, sexualidad afectiva, igualitariaetc. Enseñar a intimar para que se le dé importancia a los afectos, a las emocionesen fin, la ética de las relaciones amorosas, que yo llamo. Una ética de principios universales. Ni de derechas ni de izquierdas. Ni del norte ni del sur. Un comportamiento que se asienta en pilares como la igualdad entre géneros, el consenso y la libertad, y que rechaza la presión y el engaño. Las relaciones sexuales comprenden mucho más que la mecánica del coito.

Por lo tanto, usted es dueño de su sexualidad. Impida que la prensa, o los malos profesionales, escriban el guión de su vida.