Si hubiera una casa del arte taurino, José Tomás sería la puerta y Morante de la Puebla, la ventana. El de Galapagar deja que el arte se mueva a su antojo, como el viento del norte, y el de la Puebla del Río se esconde en la habitación de las emociones y para verlo y disfrutarlo hay que tener su misma sensibilidad, el espectador tiene que ser también artista y verlo a través del espacio limitado de la ventana. La afición zamorana tendrá ese privilegio en junio, en la feria de San Pedro. Hará el paseíllo en uno de los dos festejos que ya tiene ultimados la empresa de Carlos Zúñiga hijo, "dos corridas rematadas, de campanillas y para enmarcar", según fuentes cercanas a la empresa. Y que tienen muy en cuenta en su calendario las combinaciones del Mundial de Fútbol.

Morante es así. Anuncia su retirada de los ruedos en agosto y a los cuatro meses aparece acartelado en la feria de San Miguel de Sevilla, en Gijón y en Zamora. Así lo ha adelantado un medio especializado de la capital andaluza (Los Toros de Sevilla), a través de su Twitter. En la nueva etapa que inicia ahora el sevillano hay una novedad: no habrá televisión. No quiere intermediarios, espectáculo puro, descarnado, sin filtros que puedan desviar un ápice lo que está pasando en el ruedo: hombre y toro frente a frente, y como testigo el espectador que pone la emoción, el arte a tres, la trinidad imprescindible para que haya creación transcendente.

El torero de la sensibilidad camina solo por el filo de la tauromaquia. Es difícil entender sus decisiones. El 13 de agosto del año pasado anunció que se iba otra vez ¿Motivos?

Que se aburría y que el sistema "no está a favor del torero". A él le gusta que lo mimen, que lo cuiden y y le den cariño. Él es así, un jardín en medio de la soledad que bebe aplausos.

Pero la fiesta nacional anda a otra cosa. Busca, sobre todo, sobrevivir en medio del campo de abrojos que ha sembrado una sociedad proteccionista y llena de contradicciones, que ha olvidado pronto de donde viene y no sabe a donde va.

A Morante le gusta la feria de San Pedro. Y por lo que parece también a su apoderado, Manuel Lozano, que ve en el coso zamorano el campo abonado para que el artista deje aflorar esa sensibilidad casi enfermiza que transciende a la técnica y los movimientos mecánicos aprendidos en las escuelas taurinas. Morante transmite, es pura emoción y conseguir eso, no nos engañemos, no es fácil, solo está al alcance de un puñado de privilegiados.

El de la Puebla toreó en la feria de San Pedro del año 2015. Lo hizo junto a Talavante y Perera. Fue todo un espectáculo. Solo hubo pinceladas, porque el toro no le ayudó, pero bastó para que los espectadores salieran de la plaza dando pases, sintiendo que el toreo es mucho más que un ejercicio de exposición innecesario al dolor y al horizonte de la muerte.

Vuelve el torero de las retiradas a San Pedro y lo hará, claro, por la puerta grande. La Zamora taurina tendrá una nueva oportunidad de acercarse al precipicio de la emoción, ese que se abre solo para unos pocos. Morante, cuando destila lo que lleva dentro, abre la grieta del sentir. Que venga a Zamora es un privilegio y una nueva oportunidad para la emoción.