El cómico Moncho Borrajo actúa este domingo, día 7, en el Teatro Ramos Carrión

-En la última ocasión que actuó en Zamora fue con espectáculo de "Yo Quevedo". En esta nueva visita vuelve a su esencia, a su humor irónico, a la improvisación?

-Vuelvo al Moncho de siempre (risas). Tras hacer la trilogía "Golfus hispanicus", "Yo Quevedo" y "Moncho Panza", que tuve que suspender la función prevista en Zamora por enfermedad pues caí en una fuerte depresión, ahora vuelvo con "¡Madre mía! ¡Cómo está España!" donde el título lo dice todo. Con este espectáculo vuelvo a ser el Moncho de siempre, el que las chaquetas, el de los broches, el que habla con el público, el que improvisa?

-¿Qué le hace volver a esta faceta?

-Porque creo que forma parte de mí. Todo el mundo me recuerda así. Al igual que no he cambiado el concepto de mis gafas porque las sigo llevando redondas y se han vuelvo a poner de moda. A mis 68 de edad y 46 de profesión tengo ganas de seguir siendo el Pepito Grillo de la profesión porque quedamos pocos que lo hagamos.

-Háganos una radiografía de la situación actual del humor.

-La mayoría se ha hecho políticamente correcta, lo que es muy peligroso. Es ser políticamente correcto en el fondo es una censura camuflada, una autocensura. Creo que en la época de Franco hablaba con más libertad que ahora, aunque por decirlo me puedan llamar de todo. Estamos en un momento de hipersensibilidad por parte de los políticos, pues en este país ya no se admite la más mínima crítica. Estamos llegando a un nivel en el que no podemos contar ciertos chistes. Hace unos días un grupo de personas feministas dijo que yo era homófobo cuando conté un chiste de maricones cuando yo soy homosexual? ¡es el colmo que ya no pueda ni reírme de mí mismo! Además, tenemos una vara de medir elástica. Nos rasgamos las vestiduras porque se gasta una broma sobre la muerte de Carrero Blanco, salen personas muy ofendidas y esos mismos individuos no hacen nada ante los niños que pasan hambre o ante los cientos de mujeres maltratadas.

-¿Se puede hacer humor de todo?

-Yo personalmente creo que no. En los 46 años que llevo dedicado al mundo del espectáculo jamás he hecho chistes de cojos, tartamudos o minusválidos? una cosa es hacer un gesto, pero nada más. Una cosa es ser punzante y otra cuestión muy distinta es ser insultante. Recuerdo cuando hice el espectáculo "El bufón del rey", donde el monarca estaba representado por un maniquí muy grande con ruedas que manejaba, una persona me dijo que no me metía mucho con el rey. Está claro que quería un insulto sobre el escenario porque él no tenía el valor de hacerlo. Yo puedo hacer bromas y utilizar la ironía, pero no voy más allá. En la época de la censura no había que decir las cosas tan claras, el público estaba preparado para leer entre líneas. Ahora todo hay que decirlo a lo bestia.

-¿Por qué sucede?

-Sin duda porque el nivel cultural de este país ha bajado. No hace falta más que ver el humor que se hace. Cuando vi que las mujeres comenzaban a entrar en el mundo del monólogo me alegré muchísimo porque creo que la mujer es inteligente, aguda, perspicaz, no va en línea recta sino dando curvas... y me he encontrado con que siguen la pauta de los machos, salvo algunas excepciones. Aquella ironía que tenían Tip y Coll con "Mañana hablaremos del gobierno" ahora no podría hacerse porque saltarían las alarmas.

-Y Gila hablaba de la guerra.

-Efectivamente, entre los personajes que más admiro están Gila, Cantinflas y Chaplin. Los tres utilizaban el humor como arma y como medicina. Yo termino el espectáculo hablando de la memoria histórica, narrando una historia con una gran ternura y al público se le humedecen los ojos, pues creo que es necesario.

-¿Cómo concibe el humor Moncho Borrajo?

-El humor es arma y medicina. Es el arma del humilde contra el poderoso. Si se analiza la historia del humor, Cantinflas es un pordiosero, los Marx se burlan de la riqueza o Gila habla de la guerra. Y también es una medicina porque reírse de uno mismo es muy sano.

-Sin embargo, lo hacemos muy poco.

-Nada, nada... En este país demasiado poco (risas) y en el Congreso de los "disputados" mucho menos. (Risas).

-Usted se considera cómico, humorista?

-A mí la palabra cómico me parece muy bonita porque es muy amplia. La frase que se decía en los pueblos de "vienen los cómicos" hacía alusión a personas que podían hacer desde a Shakespeare hasta una comedia bufa. Humorista limita mucho y yo actor... me suena muy grande. Una vez un periodista mencionó que yo era un manipulador de sentimientos y en el fondo el teatro es eso, llevar al público por un camino fijado por el actor o el director para contar algo.

-¿Ahora cuesta llegar y llevar al público hacia donde uno quiere?

-Sí porque la gente entra en el teatro con un sentido del ridículo muy grande. Tenemos un gran miedo a que se rían de nosotros y a colaborar. En este espectáculo saco a personas al escenario y he optado por las mujeres porque son mucho más valientes y se lo pasan a lo grande conmigo. Además, el 80% de los espectadores de mis espectáculos son mujeres porque un domingo los hombres suelen quedarse a ver un partido de fútbol. Uno pone la tele y ve cada cosa y escucha a ciertos tertulianos que te hacen pensar que ser imbécil últimamente es un oficio y lo pagan bien.

-La vorágine de los acontecimientos políticos de los últimos meses...

-Ha supuesto que en el espectáculo haya tenido que hacer cambios hasta en cinco ocasiones porque entre los Pujoles, los Puigdemonts y sino Gabriel Rufián con su impresora... (risas).

-Usted hace humor con todo lo que pasa en España, pero como ciudadano ¿qué le duele más?

-Que los políticos nos traten como si fuéramos tontos porque en este país nadie se acuerda de nada. ¡Cómo el PSOE puede atacar al PP por la corrupción cuando ellos tienen muchos casos detrás! o ¡cómo el PP puede decir algo sobre elecciones y con mayoría no cambiaron la ley electoral! A mayores, llega la Navidad y muchas bombillitas, pero pocos garbanzos, lo que es terrible. Es increíble que la gente sencilla haya puesto en marcha Bancos de Alimentos para ayudar a mantener a otros mientras que las altas esferas están de vacaciones. Las organizaciones no gubernamentales han sido una crema maravillosa para que el Gobierno nos la meta cruzada y deriven los servicios sociales, cuando ellos son los que tienen que solucionarlo, no la ciudadanía. Cuando pasas por delante de los comedores de Cáritas te das cuenta de que eso no puede ser y... ¡menos mal que está Cáritas y otras asociaciones! Está muy bien que se suprimiera el servicio militar, pero sería muy interesante que los jóvenes hicieran un servicio social para ayudar a la sociedad, para acudir a comedores sociales o ir a visitar a personas mayores.

-¿Por qué?

-El joven de los 16 a los 25 años tiene que aprender que se paga la luz, el agua y la comida... que vivir tiene un coste que hay que afrontar. En este país se ha olvidado el concepto de pertenecer a una comunidad. Ahora se vive en celdas cuando antes no era así. En el bloque en el que vivía había alguien enfermo y mi madre me mandaba a ver cómo estaba y si le hacía falta algo se le subía.