No era Semana Santa, pero había procesión? y llovió. Los peores presagios volvieron a cumplirse ayer con la suspensión de la procesión de la Virgen de la Concha. Veinticinco años después de aquel 8 de diciembre de 1992, fecha de su coronación canónica, la patrona de Zamora regresó a la Catedral donde el entonces obispo de la Diócesis Juan María Uriarte le impuso la corona real con aureola de plata.

Ataviada de blanco, la imagen mariana tuvo que ser trasladada hasta la Seo zamorana sin la compañía de los feligreses, quienes la arroparon en la tarde del viernes en la iglesia de San Andrés pero no pudieron hacerlo durante el rosario de luz, también cancelado a causa de la lluvia. Así, pese a las inclemencias meteorológicas, La Concha presidió ayer la multitudinaria misa pontifical de la Inmaculada Concepción de la Virgen celebrada en la Catedral. Ubicada sobre sus floreadas andas frente al altar mayor, la imagen de la patrona protagonizó la celebración litúrgica conducida por el obispo Gregorio Martínez Sacristán, quien lució la característica casulla azul celeste propia de la Inmaculada, un privilegio concedido por el Vaticano a los sacerdotes españoles en 1864.

La salve entonada por los devotos al término de la ceremonia y las palabras de agradecimiento del prelado fueron el preludio del sonoro "¡Viva la Virgen de la Concha!" que puso fin al solemne culto. Ante el murmullo de los devotos, el presidente de la Cofradía de San Antolín Florián Ferrero fue el encargado de disipar las dudas: finalmente la procesión quedaba suspendida. El alto grado de humedad del ambiente y la alta probabilidad de lluvia -la cual hizo acto de presencia pocos minutos después- no garantizaban el correcto desarrollo de la celebración ni de la salvaguarda de la imagen, recién restaurada. "Aunque nos duela mucho, no saldremos en procesión. Los zamoranos llevaban mucho tiempo pidiendo agua y ella nos la ha concedido", concluyó Ferrero.