Tiene un brillo de esperanza en la mirada, a pesar de su rostro surcado por mil y una adversidades sufridas a lo largo de sus 55 años de vida, la mayor parte subsistiendo en la indigencia. El motivo de esta ilusión es que Vicente Conchero tuvo la suerte de cruzarse hace pocas semanas en la capital, donde pedía limosna, con el educador de calle de Cáritas, que se dedica a recorrer la ciudad buscando a indigentes para preocuparse por su situación y hablarles de las ayudas a las que pueden acceder. "Le recibí con mucha alegría. Me ha caído un ángel del cielo", agradece.

Tras este contacto, Vicente ha dado el paso y lleva dos semanas viviendo con otros usuarios en el centro de acogida Madre Bonifacia, aunque entiende a los compañeros de calle que no quieren acercarse a esta casa ni aceptan la mano tendida de entidades como Cáritas. "La gente sigue siendo generosa y muchos días podemos sacar entre 40 y 50 euros, así que la mendicidad se ha convertido en nuestro negocio. Y dejar todo esto para venir aquí es como encerrarnos", razona.

Viviendo en la calle desde los ocho años, este ponferradino asegura que ha residido en muchos albergues de toda España, pero que como el de Zamora, ninguno. "Nunca pensé que me fueran a dar un trato como el que estoy recibiendo. Cáritas ha sido mi salvación, porque pedir en la calle no es plato de gusto para nadie", insiste.

A este respecto, reconoce que ha tenido que sufrir muchas vejaciones. "Me gustaría que más de uno estuviera a mi lado solo un par de minutos, mientras yo mendigo de rodillas, con frío, para que supiera lo que significa estar ahí, escuchando que seguro que esas monedas te las vas a gastar en vino o drogas. No ven a una persona, no ven su realidad", lamenta.

Y es que jura que "gracias a dios" y a pesar de la vida que ha tenido, nunca ha pasado por ninguna adicción. "De los catorce hermanos que éramos, solo quedo yo. El último que se me murió fue por una sobredosis. He estado toda mi vida en la calle, pero no he caído en nada de eso", afirma con orgullo.

Sobre el nuevo perfil del usuario de Cáritas, el de jóvenes menores de 25 años que deben irse de sus casas por mandato judicial, Vicente lo tiene claro. "Vienen de familias acomodadas que se lo han dado todo, están acostumbrados y educados en la libertad y son muy caprichosos", describe.

Tanto a estos como a los mayores de 50 años -el otro rango de edad más extendido entre los mendigos en la actualidad en Zamora, la gran mayoría hombres- este usuario aconseja acudir a buscar ayuda a Cáritas u otras organizaciones, "porque en la calle no se puede estar en estos tiempos", advierte. "Antes, en los años 80 o 90 no existían albergues y tu única posibilidad era coger algunas monedas o aceptar un plato de comida de un vecino, que también podía dejarte dormir una noche en el cobertizo del ganado, pero en pleno siglo XXI hay más peligros", compara.

Los datos del primer año de puesta en práctica del programa de calle no pueden ser más halagüeños. Según Cáritas, desde el pasado mes de diciembre se ha trabajado a través de este servicio con setenta personas, para conocer su situación, su historia y las razones por las que están ejerciendo la mendicidad. De ella, un total de 32 -entre las que se encuentra Vicente Conchero- han recibido ayuda como cualquier otro usuario.

"Una decena ha preferido simplemente utilizar los servicios de ducha y comedor", explica la directora del centro de acogida Madre Bonifacia, María León, quien especifica que a todos ellos se les informa debidamente de la tarea que desarrolla Cáritas y los recursos y lugares donde pueden encontrar ayuda. Aquellos que rechazan cualquier tipo de apoyo son los que sienten que ello significa perder su libertad en algún sentido. "El recurso de la mendicidad es muy "fácil" y hay personas que, quizá por desconocimiento, es hacia lo que tienden. Después ya ven si encuentran ayuda por otro lado. Cuando a algunos les explicamos los requisitos para acceder a algún tipo de asistencia o para quedarse en la casa de acogida, los rechazan, porque ello supone ajustarse a una vida normalizada y seguir unas normas mínimas de convivencia y horarios", explica.

De todos los contactados, 16 personas son naturales de la capital o la provincia de Zamora, y casi una veintena de "sintecho" son extranjeros. Sobre las adicciones, quince tenían problemas con las drogas y siete con el alcohol, además de otros cinco que sufrían alguna patología dual. En la mayoría de los casos, el desarraigo es el principal problema de su vida en la calle -algunos con una estancia de entre siete y ocho años- pero en todos los casos los profesionales de Cáritas realizan un gran número de intervenciones, casi a diario, aunque sea en la propia calle, "hasta que la persona decide iniciar un proceso de cambio", explica León.