El actor Antonio Molero actúa hoy en el Teatro Ramos Carrión con el montaje titulado "El test", que se basa en una prueba que se hace en Estados Unidos a los niños para saber si van a ser triunfadores o unos fracasados.

-Usted es un hombre que alcanzó la popularidad con la televisión, pero ha hecho de todo en teatro, desde el Tenorio hasta las más diversas comedias.

-Es una faceta que quizá tenga menos cobertura mediática, pero he hecho muchas funciones. He tenido distintas etapas en mi vida y creo que cada director te marca de una forma en tu forma de actuar. Los inicios son muy importantes y si tienes la suerte de caer en buenas manos, como fue mi caso, vas dando paso progresivamente. He trabajo con Verónica Forqué o Josep María Pou, con directores de muy distinta procedencia que me han ayudado ser el actor que soy.

-Viene a Zamora con la obra "El test".

-Esta obra llega tras trabajar durante varios años con la productora de Pedro Larrañaga, con la que hice "Un dios salvaje", con Aitana Sánchez Gijón y Maribel Verdú, y a partir de ese momento Pedro ha seguido contacto conmigo para varios proyectos más entre ellos este.

-El montaje arranca a partir de un ofrecimiento singular.

-A mi mujer, interpretada por Maru Valdilvieso, y a mí nos hace una proposición que nos desestabiliza. Al principio parece que todo es una broma, pero, poco a poco, se va a tornar más serio. La proposición inicialmente es económica, pero cuando el dinero entra a formar parte de la vida de la gente ya se deteriora todo porque se empieza a pudrir el amor, la fidelidad... todo entra un oscuro proceso que dura hora y media de la vida de una persona.

-¿Cómo reacciona el público ante esta propuesta que muestra la esencia humana?

-Es una comedia que trasciende. He hecho muchas comedias y puedes sentir que el público se ríe con las situaciones que se plantean sobre el escenario. En este caso reaccionan implicándose cuando ocurre giros inesperados, pues la decisión de los personajes fluctúa de un lado a otro. El público se siente muy identificado y desde el escenario lo percibimos.

-Quizá porque cualquiera se puede sentir aludido.

-Sin duda. Mi personaje es el que está más claro desde el principio y quizá sea el más agradecido de la función. Él tiene un problema económico que se solventaría con los 100.000 euros que le ofrecen al principio. Tiene un bar que no funciona y cree que al hacer una reforma comenzaría a dar dinero y de esa manera podrían pagar la hipoteca que tiene. Una situación que le pasa a la gente normal pues todos estamos entrampados con el banco y con una cantidad así dejaríamos de tener deudas. Sin embargo, la otra posibilidad que le ofrecen, que diez años fuera millonario, se pone sobre la mesa y hace que comience todos los problemas. La historia es muy real, lo que hace que el público también conecte, un mérito que se debe a Jordi Vallejo el autor del texto porque nuestra labor es hacer creíble una historia que es muy cercana. Además, estamos a las órdenes de Alberto Castillo-Ferrer quien también es actor, lo que facilita nuestra labor. Los directores-actores hacen que se ahorre mucho tiempo a la hora de preparar los montajes y él, además, ha hecho mucha comedia y sabe cómo hacer reír a la gente.

-Lo más complicado del rol que interpreta es?

-Todos los papeles tienen su complejidad, pero creo que en mi caso la cuestión es no relajar al personaje, pues cobra intensidad según avanza la trama. Cada vez se pone más nervioso y a mitad de función entra la psicóloga que es quien hace la proposición, el papel que interpreta Itziar Atienza, que es mi antagonista. Comparto escenario con tres compañeros que llevamos haciendo ese viaje juntos desde hace año y medio. No nos conocíamos prácticamente. Yo con Luis Merlo trabajé hace muchos años y con el resto no había coincidido. Cuando interpretas a amigos de toda la vida tiene que existir una conexión entre los actores, existir una química, porque de no lograrlo no se lo cree el público que acude a la representación.

-Usted compagina esta obra de teatro ahora con la televisión, con la serie "Amar es para siempre".

-Estoy por segunda temporada en el reparto de esta serie tan consolidada. Trabajas con mucha tranquilidad en un proyecto que lleva tanto tiempo, porque el problema de la televisión, cada vez más, es que los proyectos cada vez duran menos. Cuando te embarcas en un proyecto estás en un sinvivir porque no sabes cómo resultan las audiencias. Cuando yo empecé en televisión, con "Médico de Familia" o "Los Serranos", había bastantes series que tenían un recorrido largo mientras que ahora escasean las que prosiguen varias temporadas en las horas de máxima audiencia. Las cadenas se tienen que concienciar de que tienen que apostar por los proyectos más tiempo para el público fidelice porque no se trata de ir cambiando el proyecto cada dos por tres. Además, tras una serie hay mucha gente y muchas familias que necesitan de una estabilidad económica. Personalmente lo que me ha dado estabilidad ha sido el teatro.

-Los papeles de Alfonso en "Médico de familia" y Fiti en "Los Serranos" le permitieron llegar al gran público.

-Esos personajes los recuerdo con mucho cariño, para mí no son ningún lastre. Si hubiera sido solo con una serie, quizá hubiera sido el sanbenito pero me ha pasado en dos ocasiones con dos papeles muy distintos. Hay una época en la que te cuesta mucho asimilar el éxito, y más cuando eres joven, pues pasas de ser anónimo a no poder hacer ciertas cosas sin sentirte observado. A mí en un cierto momento de mi vida me costó asumirlo. Todavía hoy no puedo hacer ciertas cosas cotidianas como la gente desconocida. Cuando lo asumes, eres feliz pese a tengas que renunciar. Ningún trabajo es perfecto y ser actor tiene este contrapunto porque a mí me gustaban llegar a un sitio y observar a la gente y ahora no puedo pues todo el mundo te pide la foto o bien te la roban, pues das la vuelta y te están grabando con el móvil.

-Alude quizá a la parte menor agradable de su profesión. Todo lo negativo tiene un aspecto positivo que para usted correspondería a?.

-Lo mejor de esta profesión es poder recuperar la capacidad de juego que tenemos cuando somos pequeños. El encarnar otros papeles y vivir otras vidas lo tenemos de serie cuando somos niños, una cualidad que se pierde cuando se va madurando. Para mí que te paguen por jugar, me parece un privilegio.