Con la jubilación, llegó el final del negocio. Los hijos no quisieron heredar la empresa, orientaron sus vidas hacia otras actividades que nada tienen que ver con la venta de naranjas y otras frutas y hortalizas que ejercía el padre. Mariano González García vendió la sociedad a Frutas Crifemar, Cristóbal Fernández Marín. Preparó a su dueño, viajé con él a para ponerle en contacto con el almacenista de la localidad valenciana de Sedaco, quien le servía desde hacía años. Pero la irrupción de los supermercados fue haciendo mella en su negocio. Cuando se deshizo de la empresa ya los beneficios no eran tantos como los que le permitieron hacer su pequeña fortuna, "viví muy bien, pero con mucho sacrificio, como la familia". Dormía unas cuatro horas al día, "mi mujer se levantaba a las cinco de la mañana hasta que nos jubilamo, porque abría a las seis el almacén. Yo iba con el camión, en coche los últimos años a comprar a Puig, donde estaba el mercado de Valencia, que abría a las tres de la mañana, para comprar fruta y verdura; después iba a Corbera y Xeraco a por las naranjas "MG" ya etiquetadas. Ha hecho millones de kilómetros, trabajado duro, "cuando los hijos fueron mayores, nos turnábamos par ir 15 días de vacaciones. Los últimos 15 años, ya sin vacaciones".