Regresa seis años después a Zamora para compartir su pasión por la poesía con alumnos de bachillerato. Raquel Lanseros fue la protagonista de los Encuentros Literarios, organizados por la Biblioteca Pública del Estado.

-Hace dos años fue elegida como la poeta más relevante en lengua española nacida después de 1970. ¿Es un elogio o una dura carga para su carrera?

-Cuando algo así tiene una generosidad en el halago tan grande, lo que uno siente ante todo es gratitud, antes de pensar si es merecido o no. Es difícil estar a la altura, pero confieso que lo que más ilusión me hizo fue el hecho de que se trataba de una encuesta internacional. Siempre he tenido una voluntad muy internacionalista y he creído en el español como un territorio común de una gran patria más allá del océano Atlántico, algo que intento poner en práctica yendo mucho a Hispanoamérica para conocer su vasta poesía. Para mí es una aspiración el tender puentes entre ambos lugares, un leitmotiv vital en el que sinceramente creo.

-¿Las traducciones de sus libros a otros idiomas las hace usted misma?

-Aunque gustan mucho los idiomas y los estudio desde pequeñas, solamente me atrevo a traducir hacia mi lengua materna. Hacerlo de la mía a otras me parece muy complejo, siempre lo he dejado en otras manos.

-¿Es complicado poner el mismo sentimiento cuando se traduce poesía?

-Traducir poesía es una empresa en la que hay que ser consciente de que uno va a salir derrotado seguro, en el sentido de que no puedes trasladar el cien por cien significado, ritmo, musicalidad o evocaciones. Así que hay que ir eligiendo, en negociación permanente con las palabras, optar por la belleza estética o por el significado. Yo doy por buena una traducción que más o menos salga airosa en el sentido de que en la negociación no lo pierda todo.

-¿Y qué sucede cuando se traduce, como ha hecho usted, a figuras como Allan Poe o Carroll? ¿Infunde más respeto?

-Sobre todo en el caso de Poe, cuya breve faceta poética está architraducida. Quería hacer algo diferente, así que cuando me propusieron ese trabajo, cometí la mayor osadía como traductora al decidir mantener la rima, por preservar la música decimonónica del periodo romántico que acompaña al universo de Poe en inglés. La mayoría de las traducciones de este siglo son literales, sin respetar ese ritmo.

-¿Qué le aporta a su faceta de poeta su trabajo como traductora?

-Siempre he mantenido que la labor de un poeta, de un escritor en general, se apoya en la lectura. No puede haber grandes escritores que no sean grandes lectores. Traducir no deja de ser leer, pero de una manera en la que sumerges tu cuerpo y tu alma, es una lectura muy honda y profunda, de la que se aprende mucho del lenguaje y del universo de ese autor y te impregnas para la creación propia sí que es positivo. Al final no deja de ser servir a la poesía, que es una auténtica pasión.

-Desde Poe hasta la actualidad, ¿cómo ha evolucionado la poesía?

-Desde el XIX la poesía ha transcurrido a la par de muchos movimientos filosóficos y artísticos, posiblemente el más revolucionario, al menos en occidente, han sido las vanguardias de finales de siglo, porque despojaron a la poesía de los antiguos corsés y normas estrictas de métrica y prosódica. Se ha generalizado el verso libre y eso es un cambio de forma, aunque es verdad que el verso libre no es suelto y sigue sujeto a un ritmo interno. No se ve, pero se siente, sigue las normas de la musicalidad y el ritmo. Durante el siglo XX también ha habido muchas fuentes que han intentado aportar algo al río de la poesía. Yo así me la imagino, cada generación intenta añadir unas gotas nuevas y el río se hace más caudaloso. Ahora mismo, en pleno siglo XXI, la poesía en diferentes países está regida por el eclecticismo, porque hay abordajes sumamente distintos, enfoques diferentes que la enriquecen. No hay una sola moda, como en la forma de vestir. Y eso es muy sano, saludable y robustece.

-Lo que no cambia a lo largo de todo este tiempo son los temas universales.

-Amor, desamor, paso del tiempo, fragilidad, entusiasmo, ilusión que se apaga... Eso sería el fondo, aunque cambie la forma. Así como la tecnología evoluciona mucho, lo humano no lo hace tanto, ni falta que hace. Seguimos siendo los mismos y por esa razón un poema de hace 500 años parece que está interpelando al lector actual. Los temas son los mismos, pero incluso si hay temas de actualidad que se introducen en la poesía, las conclusiones son universales también. Por ejemplo, hablar de corrupción es hablar del alma humana y sus miserias, y eso es algo muy antiguo.

-¿Se inspira delante de un ordenador o de un folio en blanco?

-Yo para escribir siempre estoy con cuadernos blancos y luego para mi labor investigadora ya uso el ordenador. La poesía me gusta sentirla, sin tener una postura forzada, para poder escribir en cualquier parte y tener esa relación física con ella. Así me gusta y no quiero cambiar. Aunque luego lo pase al ordenador , el primer impulso de escribir poesía es en papel.

-¿Y qué le hace coger el bolígrafo, qué le inspira?

-Depende de la época en la que esté, desde lo grande hasta lo más pequeño. Obviamente, los temas universales que son los que conforman las inquietudes del alma humana, como el estupor ante la muerte, el paso del tiempo, la delectación ante el amor o la admiración ante las cosas o personas están ahí. De hecho, creo que la admiración está un poco denostada en estos días y yo la reivindico. Considero que solo se aprende admirando. Luego también hay espacio para cosas pequeñas que pueden parecer cotidianas y que, de pronto, a mí me asombran y merecen ser también cantadas.

-¿Cómo acercar la poesía a las nuevas generaciones?

-La poesía no es una cuestión generacional, choca con gente de muchas otras edades. Pero siempre hay una especie de minoría receptiva, a la que ya aludía Juan Ramón Jiménez. Los jóvenes tienen fama de que no leen poesía, pero en España ha habido un resurgimiento vía redes sociales que ha sido espectacular. Hay un interés real en unos tiempos de crisis y de desolación muy claros y ha surgido posiblemente como resistencia y consuelo a ambas cosas. Y eso me parece muy positivo, porque estamos hablando de una generación que ha retomado el interés por el poema, o al menos por la palabra escrita, aunque sea en forma de tweet. La poesía está recibiendo un trato de favor por su parte y creo que es algo para celebrar.

-¿Usted cómo quedó atrapada por ella?

-Tengo con las palabras una relación muy estrecha desde la niñez, estoy enamorada de ellas, del lenguaje y, obviamente, de los cuentos y poemas. Tenía una relación muy natural con la lectura y la poesía me ha llamado siempre, me ha dicho muchas cosas desde que yo puedo recordar, cuando mi abuelo, que fue apuntador de obras de teatro, me recitaba "La vida es sueño".

-¿Qué puede aportar la poesía al mundo actual?

-Puede estar de acompañante siempre, porque en todas las culturas del mundo, las primeras manifestaciones artísticas son poesía oral. La poesía es nuestra forma de interpretar la realidad, convivir con ella y manejarla, es un bálsamo, pero a la vez también construye realidades. Y es que tiene su faceta reivindicativa y de resistencia, es crítica, es un territorio que no admite tragarse las verdades oficiales, es reflexión también y toma de conciencia, además de búsqueda de la armonía y la belleza con mayúsculas. Para todo eso, que es lo intrínsicamente humano, sirve la poesía. No hay una manifestación más humana que la poesía, forma parte de nosotros mismos, de nuestra existencia, si queremos tener una existencia despierta.