Manuela Carrasco nos ha presentado su espectáculo "Naturaleza gitana" en un intento de demostrar una vez más su gitanería transformada en poderío, en sensibilidad, en capacidad de improvisación, en amor a lo suyo, pero Manuela no necesita demostrar nada, ella es la Naturaleza misma y simplemente con interpretarse a sí misma es suficiente para emocionar con su arte racial y, a la vez, impactante y maravilloso. Llevo muchos años viendo bailar a esta deslumbrante bailaora y confieso que cada vez que esto sucede me da la impresión de encontrarme ante una bailaora renovada, distinta, con la carga del tiempo a cuestas, pues no pasa en balde, pero hermosamente impávida ante su forma de entender el baile flamenco, tan esencial y personal.

Por eso Manuela no necesita más aditamentos sino simplemente bailar y su Naturaleza gitana hará el resto, ya que su alma de gitana pura la conduce, hace que sea capaz de improvisar en cualquier momento, y salir airosa, pues su baile visceral transmite en todo momento verdad al espectador, sin necesidad de otros elementos, aunque el agua, la tierra, el fuego y el viento ayuden a conducir el espectáculo.

La obra va dando referencia de la situación del baile gitano actual con una Manuela deslumbrante por tarantos y la voz quejumbrosa y sabia de Enrique El Extremeño. Elegancia, colocación, fuerza y un compás trepidante forman las primeras señales que nos transmite esta inimitable bailaora, para seguir con unos fandangos camaroneros de El Rubio y Antonio de la Calzá que cantó el joven Ezequiel Montoya y dar paso a otra manera de interpretar el baile gitano, la de Oscar de los Reyes, trianero de la escuela de Canales y Farruquito, con una forma de bailar trepidante y espectacular, más hacia afuera, buscando sensaciones efectistas muy acorde con los momentos que está viviendo el flamenco actual, en unas alegrías que dejaron un buen regusto en el público.

De nuevo un giro radical en la manera de interpretar el baile trianero, la de Antonio Amaya, gitano impregnado de la maestría de Bobote, con un baile más recogido, pleno de emoción y jondura, que tenía poco que ver con el baile que le precedió. Son dos maneras muy válidas de entender el baile flamenco que Manuela Carrasco ha querido mostrar en su espectáculo.

Y de nuevo el magisterio, el cante de El Extremeño con unas tonás impregnadas de cantes de trilla para dar paso a la Señora del baile, a la Diosa y Musa a la par, en los cantes que más domina por ser más genuinamente gitanos, soleá por bulerías, soleá y bulerías. Ahí radica la verdad del baile gitano y Manuela no se evade nunca de su responsabilidad y magisterio, así nos lo mostró, con entrega, con poderío, demostrando que aunque el tiempo pasa, la huella indeleble de su forma de bailar permanece convertida en esencia del baile gitano, algo que no se puede perder porque forma parte ya de las entrañas del flamenco.