Recién finalizada su participación en la última edición de la Seminci -donde ha sido parte del jurado de la sección Castilla y León en Corto y ha presentado su primera película "Europa"- el zamorano Miguel Ángel Pérez Blanco se embarca en la promoción de su ópera prima, que le llevará hasta el Festival de Tesalónica, antes de que la obra se pueda ver en los cines españoles.

-¿Como se ha recibido su primer largometraje en la 62 edición de la Seminci, aunque haya sido fuera de concurso?

-Muy bien, me he sentido muy arropado, porque siempre que voy a Seminci tengo el apoyo de programación y de su director. El hecho de haber sido jurado y de que la película se programase después del pase de los cortos ayudó.

-¿Es como volver a casa?

-Todos los medios locales se hicieron eco de mi participación y la verdad es que me siento como en casa cuando presentó ahí mis películas, porque noto que las entienden. Es importante a la hora de que se programe una película tuya que el festival entienda en alguna medida tu estilo y tu filosofía de hacer cine.

-¿Rodar en seis idiomas diferentes fue lo más complicado de la producción de "Europa"?

-Es un proyecto complejo a todos los niveles, tanto de forma como de tratamiento estético e incluso a un nivel de diseño de producción. Tuvimos que rodar en apenas ocho días, por una cuestión de presupuesto, y en seis idiomas, con dos intérpretes (la francesa Virginie Legeay y el ruso Alexei Solonchev) entre los que era complicado comunicarse. Eso dificultaba las tomas, pero, al mismo tiempo, situaba la película en un nivel de incomunicación de la pareja que a mí me interesaba que estuviese en el corazón mismo de la película. Sabía que iba a ser complicado para mí como realizador y también para el resto del equipo, porque eso hace que se ralenticen las cosas y se trabaje un poco más lento. Pero, al mismo tiempo, te obliga a llevar todo muy preparado, porque es una película que está muy trabajada durante la preproducción. De hecho, mi compañero Luis Juanes y yo estuvimos escribiendo catorce o quince versiones diferentes del guión, al tiempo que buscábamos localizaciones. Fueron cinco meses reales de preproducción con el equipo para llevarlo sin que fallara nada.

-Sin embargo, "Europa" en principio no iba a ser su primer largometraje.

-La verdad es que este proyecto ha salido de manera un poco sorpresiva, porque mi primer largometraje tenía que ser otro proyecto, que está todavía en fase de desarrollo.

-Las primeras críticas apuntan a que la película es de corte experimental, ¿eso puede complicar que llegue al público general?

-Evidentemente, no es una película para ponerla en la sobremesa, pero está hecha con vocación de llegar a un público de mi generación, porque la hice pensando en amigos y gente cercana. La película tiene una naturaleza muy particular que es exigente, porque requiere por parte del espectador una participación. Hay un trabajo muy fuerte a nivel estético, de imagen y de sonido, y un lenguaje que trabajar fuera de campo continuo. Lo que se ve y se escucha en el película guarda una especie de diálogo que te obliga a estar atento para descifrarlo. Pero, al mismo tiempo, hace que la película sea algo especial y se convierta en una experiencia hipnótica a medida que vas entrando en la historia. Para mí, cualquier película es una experiencia audiovisual. Y esta además juega con la imagen y con el sonido. Como cineasta, es lo que me interesa. Todas las películas tienen que tener una voluntad estética y eso va a llevar implícitas unas ideas que se han trabajado mucho en la fase de guión. Pero la voluntad de forma al final es lo que creo que va a predominar en cualquier obra.

-¿Su generación se sentirá identificada con la historia?

-Está pensada para jóvenes de entre 27 y 35 años. Yo tenía la idea de hacer una película sobre Europa y sobre la juventud europea, pero tampoco sin entrar en algo muy categórico, que metiese el dedo en la llaga y se volviese panfletario. Quería que la película tuviera una transmisión de ideas un poco libres. Pero creo que sí que se muestra una generación a la deriva, que somos nosotros. Todas las ideas que tiene la película y todos los planos tienen una actitud política, porque la idea era hacer una película política. De hecho, todo cine es político en general, pero en esta película quería ir un poco más allá. Además, los grandes autores que han hecho una película sobre Europa en el pasado en cierto sentido hay sido muy radicales para su tiempo. No me quiero comparar con ellos, pero esta voluntad de usar y renovar el lenguaje me parecía que era necesario para hablar de un continente que está en ruinas, que es de lo que habla la película. Y al mismo tiempo subyace un deseo de regeneración de todo eso.

-Viajará con su proyecto el próximo mes al Festival de Tesalónica, ¿qué espera?

-No he estado nunca, pero el director de programación vio la película en junio y me llamó. Es un festival especializado en óperas primas y tiene una sección, donde va mi película, donde se proyectan las más radicales en cierto sentido. Mi trabajo juega con el sentido de no haber ni pasado ni presente ni futuro, no tiene un tiempo o espacio concretos. Y eso lo entendieron muy bien en el festival. Me apetece mucho, porque la selección que han hecho es de películas muy potentes, de primeros y segundos trabajos de gente que ha pasado por grandes festivales, como Venecia o Locarno. Por otra parte, existe allí un mercado en el que me podré entrevistar con distribuidores y jefes de venta para ver si me pueden ayudar, porque ahora mismo estoy haciendo todo y es una locura en el caso de un largometraje.

-¿Cuándo se podrá ver en cines españoles?

-El preestreno de la película va a ser el 30 de noviembre en el Festival Márgenes y luego recorrerá varias ciudades. Es algo muy agotador el tratar de encontrar distribución para que me ayude con la gira itinerante que va a tener la película a partir de enero.

-Volviendo a la Seminci, ¿cómo valora su participación de jurado?

-Ha sido una experiencia muy buena. Me hizo mucha ilusión que me llamasen como jurado, aunque al mismo tiempo me resultaba de una responsabilidad enorme, porque la gente seleccionada son compañeros. El nivel era bastante alto y había buenas producciones, así que las decisiones fueron complicadas y estuvimos deliberando largo y tendido para dar un resultado.

-¿Es más complicado cuando pertenece a ese mundo?

-Había varios cortos que gustaron mucho, pero solo había un premio. Personalmente, me suelen gustar mucho todas las películas, a menos que sea una experiencia abominable, aunque no me suele pasar eso. Siempre trato de ver los puntos positivos, quizá porque soy cineasta y soy consciente de lo difícil que es hacer un corto, y más en Castilla y León. Pero las producciones tenían un nivel muy alto y estaban dignamente dirigidas.