Amando Rodríguez, presidente del Grupo Recoletas realiza un balance muy positivo de los diez años de funcionamiento del único hospital privado que funciona en Zamora. Reconoce que ha pasado años difíciles, pero por fin, desde hace ya algunos ejercicios "vamos con el viento de cola en lugar de darnos de cara"
-¿Llegan a Zamora con el Centro de Diagnóstico de Tres Cruces?
-Sí, fue uno de los primeros que abrimos, trajimos a resonancia magnética a Zamora y posteriormente el Hospital Recoletas, en el año 2007. Estábamos en Valladolid, Burgos o Palencia y decidimos expandirnos a Zamora. Además la familia de mi mujer proviene de Benavente y consideré que Zamora se merecía un buen hospital privado, dentro de mi apuesta por Castilla y León.
-¿Fue muy costoso?
-Pues entre suelo, construcción y equipamiento se fue a diez o doce millones de euros. Para meterte en esta inversión hace falta mucha fe y mucha intuición de por dónde pueden ir la atención al paciente. Es un proyecto a largo plazo que necesita la sociedad, Zamora y nosotros para expresarnos desde el punto de vista empresarial.
-¿Han sido fáciles estos diez años?
-Lo hemos pasado muy mal porque hasta que consigues que la población te identifique y que los médicos confíen en tu proyecto es duro. Pero ahora estamos en un periodo muy bonito, porque la gente acude, los profesionales se integran con nosotros y creamos unidades que son punteras en España, compartidas por varias especialidades y tenemos doctores de cierta relevancia nacional. Hemos soportado la tempestad de frente y ahora vamos con viento de cola.
-Al poco de abrir el Hospital Recoletas compran el Centro Médico y lo cierran.
-Más que comprar nuestra vocación es integrar. En Zamora no tenía sentido el Centro Médico y el Hospital Recoletas, era evidente, teníamos que integrarnos porque contábamos con un objetivo común. Nos trajimos al personal, que sigue con nosotros, algo de equipamiento y tanto los médicos como los pacientes estaban mejor aquí.
-Posteriormente se deshacen del negocio de diagnóstico por imagen.
-Hicimos una operación que teóricamente debía de haber sido con una compañía que se llamaba Mercápita para el desarrollo de consolidación de los centros de diagnóstico en España y realmente no estuvieron a la altura, como ha demostrado el tiempo. Porque la gestión sanitaria no es para fondos de capital riesgo que miran el beneficio inmediato. Es un negocio de gestión de médicos y servicio al paciente y si sólo miras la rentabilidad estás eliminando el futuro.
-¿Cuál es el secreto para hacerse con tantos concursos de Sacyl, incluso ganándole la tostada en Salamanca a la Santísima Trinidad, que se quejó pública y amargamente?
-Nosotros no tenemos ni a la Iglesia ni a la Universidad detrás, sólo la fe del inversor, el trabajo del gestor y la dedicación de nuestros médicos y personal. Con eso conseguimos ganar concursos, incluso en Salamanca y lo que nos han quitado ha sido en general no por méritos de otros, sino porque somos incapaces de ir a la prensa a quejarnos. Si no ganamos nos conjuramos para hacerlo mejor otra vez. Como reza el dicho, "ladran, luego cabalgamos".
-¿Qué importancia tienen para ustedes los conciertos con la sanidad pública?
-Se magnifican. Sinceramente, yo lo veo mucho más como un servicio de un colaborador que está implicado en la sanidad y con la sociedad. Porque podríamos vivir perfectamente sin hacer nada de lista de espera. Pero si lo sabemos hacer mejor que otros, lo debemos hacer, y por supuesto, todo lo que sea trabajo nos viene bien, porque estamos preparados para eso.
-¿Qué papel debe tener la sanidad privada en un país donde la pública les lleva ventaja?
-Nos lleva ventaja porque lógicamente tiene más población a la que atender, más médicos y más estructura. Pero en algún otro sentido seguramente no nos lleve tanta ventaja. Si en el hospital público entran cinco mil personas al día y aquí 400 dudo que allí la atención pueda ser tan personal. Y lo mismo donde hay más médicos y cada día te toca uno diferente. Esa cercanía en la atención es una de nuestras ventajas.
