El arqueólogo Fernando Miguel, uno de los mayores expertos en el monasterio de San Martín de Castañeda, expuso ayer en las jornadas organizadas por el IEZ Florián de Ocampo las principales fuentes de recursos utilizados por los monjes durante los siglos de vida que ocuparon las instalaciones de montaña. El investigador ha explorado hasta encontrar de dónde obtuvieron los religiosos "la piedra, el agua, el hierro y la sal", elementos indispensables en el día a día de la vida monacal.

Pero además Fernando Miguel expuso un aspecto novedoso: cómo los monjes acondicionaron los restos de "morrena izquierda" para establecer una llanura en la que asentar la actividad del monasterio. Es en este lugar, a 500 metros de altura, donde la comunidad religiosa se aseguró el terreno necesario para su vida y expansión.

En cuanto a los elementos más clásicos, el arqueólogo ha realizado el viaje inverso: desde los recursos hasta sus fuentes, hasta encontrar de dónde obtuvieron los monjes todos aquellos elementos indispensables. Es sabido que las comunidades de la época buscaron el retiro frente los desmanes del clero urbano. En San Martín encontraron uno de los lugares más elevados, no solo de la península, sino también de todo el continente europeo para situar un establecimiento de actividad religiosa.

Desde allí habían de procurarse todos esos recursos básicos en las zonas aledañas. En cuanto a la piedra, Fernando Miguel explicó el trabajo desarrollado -y ya conocido- junto con la arqueóloga Hortensia Larrén, hasta fijar las canteras del pueblo de Quintana como origen de los sillares que dieron forma al monasterio. Además, Miguel acaba de localizar el segundo emplazamiento primitivo, que hasta ahora se desconocía.

En cuanto al agua, el conferenciante apuntó que los monjes se valían de un molino. "He investigado el cace hacia arriba hasta encontrar la captación y la he recreado en un mapa", anunció el experto. El hierro, por su parte, procede de las explotaciones mineras localizadas por varios investigadores en la Sierra de la Culebra, mientras que la sal llegaba de las Lagunas de Villafáfila, donde "Castañeda tenía una posada".