Ayer inauguraba un negocio en la capital. Se lanza al vacío en un país que no es el suyo, pero que en estos once años ha convertido en su hogar. Mujer y rumana, una nacionalidad que la ha costado lágrimas por el rechazo social que coloca alegremente etiquetas sin reparar en las personas. "Tenemos mala fama, por desgracia", vinculada con la delincuencia. "Lo he pasado bastante mal, me daba vergüenza decir que era de Rumanía". Pero puso todo su empeño en demostrar que "no todos somos tan malos" y se prestó a hacer de intérprete en los juzgados de Zamora y Valladolid de forma gratuita.

Con 23 años, sin más patrimonio que sus dos manos para trabajar, llegó a España, a Zamora el 26 de agosto de 2006. Atrás dejó a su familia, un trabajo en una empresa estatal de proyectos de construcción importante, pero en la que cobraba tan solo 75 euros al mes, "llevaba la parte económica y de control de material".

En Zamora se ha curtido en sobrevivir. Ha trabajado duro. Desde limpiar casas, cuidar ancianos con Alzheimer y niños a dar clases particulares y emplearse en un bar. Licenciada en matemáticas y con estudios terminados de electromecánica de locomotoras, Daniela cursa ahora segundo de Historia del Arte en la Uned, "solo porque me gusta", mientras espera concluir la convalidación en España de esos títulos por si en un futuro decide cambiar de gremio. "A no ser que me haga policía", comenta en tono jocoso.

Ese "era mi sueño de pequeña", ríe, con ese gesto dulce que le acompaña mientras habla. Un sueño por cumplir, pero que casi rozó el pasado 2 de octubre, rodeada de uniformes de la Policía Nacional en el Teatro Principal. Cuántos cafés servidos a "polis" y mandos en los últimos años. El lunes la aplaudían a rabiar: La primera ciudadana que recogía una distinción por su colaboración imprescindible para detener a una atracador. "Ha sido muy emocionante, más cuando me enteré que lo inauguré". Una emoción que no pudo contener cuando recogió el galardón ni después, cuando vio a la inspectora Nuria Roncero Martín, con quien se fundió en un abrazo.

Daniela no dejaba de dar las gracias a unos y otros, policías y mandos que se acercaban a darle la enhorabuena. "Ver los uniformes, que para mí son de respetar mucho, estar rodeada de gente a la que conoces de hace años... Eso te hace crecer, sentir bien", dice en su casi perfecto castellano, aprendido a base de perseverancia, "viendo la televisión, leyendo mucho..., mi primera obra en castellano fue Ana Karenina, de León Tosltoi, que ya había leído en mi país. Iba leyendo con el libro en una mano y el diccionario en la otra". Llegó a Zamora "sin saber nada de este idioma que me encanta, me gusta más que el mío". Las primeras lecciones de castellano las recibió en Cáritas, en cursos gratuitos, "durante cuatro meses".

Daniela, que ultima los detalles de su negocio, recibió el domingo otro regalo, su madre llegó a Zamora. "A ella le gusta mucho venir a España, aquí es libre". En Rumanía, "los hombres" siguen siendo los que "mandan" en las familias, "las mujeres no pueden salir del país si no les dejan y mi padre le ha permitido venir". Con la bayeta en la mano, la madre, asiente con una amplia sonrisa, "me gusta" España. Es la tercera vez que viene a ver a su hija en once años.

La historia de Daniela es una historia de coraje, el mismo que le echó el 8 de marzo pasado para perseguir, reducir y retener hasta que llegara la Policía Nacional a un ladrón armado con un arma blanca que acaba de atracar el supermercado Lidl, en la capital, y de herir a una mujer. "Estaba pagando en la caja y noté mucho movimiento fuera, dejé toda la compra, salí y vi a una mujer con un corte feo en la cara, un hombre corría y lo relacioné" con lo que la herida. Así que, sin freno, "salí detrás de él. Le encontré en la zona de discotecas".

¿Miedo?, el justo para poder actuar con serenidad cuando le tuvo "cara a cara". Le pilló desprevenido, "no se esperaba que yo llegara", entonces, relata, "le cojo por la nuca y le siento de culo en el suelo". Su estrategia fue conversar con él, siempre sujetándole de tal modo que controlaba sus manos, para impedir que sacara el cuchillo. Daniela intentó "rebajar la tensión, darle confianza", comenzó a preguntarle quién era, con quién estaba, por qué hacía esto, "yo creo que pensó que era una policía", sonríe de nuevo.

El atracador, que era portugués, "me comenzó a contar con quién estaba practicando robos a mano armada, me dijo que lo hacía para consumir drogas y le convencí de volver los dos al supermercado". Se dirigieron hacia el establecimiento, ella siempre sin soltarle, "llevaba agarrado sin que pudiera hacer movimientos raros porque temía por mi vida", que realmente vio peligrar cuando se les aproximó una furgoneta "que me rozó la pierna. Pensé "estoy vendida", porque creí que era alguien que venía con él", pero resultó ser otro cliente que venía a ofrecerle ayuda.

Una ayuda que rechazó para evitar que el delincuente se pusiera más nervioso y agresivo, "él trató de revolverse y lo tuve que agarrar de otra forma". Y afirma que "en ningún momento puse mi vida en riesgo, mantuve la frialdad". Ya en el Lidl, "él quería que no le dejara solo, así que le metí entre los carritos de la compra y le pedí al encargado que le vigilara hasta que llegara la policía". Ella fue a ver como se encontraba la mujer herida. La Policía Nacional llegó de inmediato y detuvo al ladrón.

Esta mujer rumana, luchadora, relata su heroicidad sin darle la más mínima importancia, "no sé por qué reacciono así, no es la primera vez, me sale". Se confiesa "enamorada de Zamora, me siento bien aquí". ¿Qué le retiene en esta ciudad?, "es pequeña, me gusta el mundo de la cultura y del arte, tiene el mayor número de iglesias románicas..., la Semana Santa, la primera vez que la vi, me impactó, pensé "¡cómo se lo están pasando!". Y la gastronomía..., impresionante, es la de mayor riqueza de Castilla y León, se come muy bien y a mí me encanta comer".

Otro atractivo, curiosamente, es "su población, me gusta porque tiene personas mayores, los adoro por su sabiduría". Y, a "a pesar de los muchos ratos malos, me ha acogido bien, la gente es mejor, hay mucha cercanía". ¿Se quedará a vivir en Zamora?, "Sin duda, salvo que encuentre un príncipe azul". De Rumania echa de menos "el invierno, las montañas y a su familia. Los amigos están todos fuera". Volverá, pero "de visita. A vivir no porque la mentalidad, la forma de vida y muchas otras cosas no las comparto. Aquí, sí, he encontrado mi sitio".