LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA entrega mañana el siguiente fascículo de la colección "Mascaradas de Invierno de la Provincia de Zamora", obra del historiador y etnógrafo Bernardo Calvo Brioso. La publicación, que cuenta con el patrocinio de Caja Rural y la Diputación de Zamora, se adquiere de forma absolutamente gratuita con el ejemplar diario del periódico.

Bernardo Calvo Brioso analiza los orígenes y elementos definitorios de unas representaciones ancestrales que todavía se conservan en una treintena de pueblos de las distintas comarcas zamoranas. En este número se presta atención al análisis del concepto de lo festivo, "un fenómeno complejo y variable en el espacio y en el tiempo", que ha dado lugar a diferentes teorías y definiciones entre los autores que se han dedicado al estudio de este tipo de acontecimientos.

La fiesta permite manifestar las relaciones de una sociedad con la naturaleza y también con otros seres humanos, al tiempo que expresa sus relaciones jerárquicas.

También suponen la regeneración del Cosmos con la coincidencia de la primavera o del Año Nuevo. "Las fiestas de estos dos últimos períodos aparecen con celebraciones que se califican de invernales, festejando el paso del Año Viejo al Nuevo, al tiempo que servían como refuerzo de la cohesión de la comunidad que las celebraba". Las variaciones que ha sufrido el comienzo del año a lo largo de la historia, desde Roma asta el papa Gregorio XII que en 1582 estableciera el calendario actual acercando el equinoccio de primavera al 21 de marzo en lugar de el 2 de febrero como ocurría antes, tienen como consecuencia que exista cierta homogeneidad entre los rituales que se realizaban en diciembre y los de marzo.

Calvo Brioso destaca, además, que las fiestas "no son estáticas por muy tradicionales que se consideren. Todas han sufrido y están sufriendo una evolución".

"Desde el siglo XVII el número de fiestas se ha reducido drásticamente y sigue haciéndolo. Al mismo tiempo, se aprecia una expansión en la celebración de las fiestas mayores, que ocupan más días". La homogeneización y la aparición de la sociedad industrial también han dejado su poso, de forma que muchas fiestas más tradicionales han sido suprimidas y han dejado de ser la referencia en la ordenación temporal. Las tareas del campo, que determinaban antes la celebración de cada una de ellas, han dejado paso a un espíritu funcionalista y participativo en la que los pueblos buscan, por ejemplo no coincidir con las de la localidad vecina. Los cambios sociales también tienen su traducción con la incorporación de las mujeres a actos que anteriormente solo estaban protagonizados por hombres. Ayuntamientos y asociaciones culturales han tomado el relevo de mozos y quintos. La tradición sigue, por tanto, viva, pero adaptada a los nuevos tiempos.