Mañana sábado, los lectores de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA recibirán, gratis, el segundo de los fascículos de Mascaradas de Invierno en la provincia de Zamora, obra del profesor Bernardo Calvo Brioso, que se adentra en los orígenes de las celebraciones ancestrales en una obra científica sin igual hasta ahora, basada en doce años de investigación de este tipo de manifestaciones culturales. En este segundo fascículo nos adentraremos de lleno en el análisis, atendiendo primero a la metodología empleada, en la que además de la base documental ya recogida ha sido fundamental la aportación oral de los mayores de cada uno de los pueblos visitados por el historiador y etnógrafo.

Como bien apunta Calvo Brioso, "el hombre es el único ser festejante y festivo", una acción que supone la suspensión de la vida cotidiana y, por tanto, de la sucesión lineal del tiempo. "Las fiestas son hitos que sirven para la ordenación temporal de la religiosidad, de las actividades socioeconómicas y de las identidades de los pueblos. Ellas son las que marcan los ritmos de la naturaleza y los momentos vivenciales de los individuos y de las sociedades". Su estudio otorga, por tanto, muchas pistas sobre las características y las formas de pensamiento de la sociedad en que se desarrollan. La fiesta representa un paréntesis en el que se tienen licencias inconcebibles en la rutina diaria. Al ser una reunión comunitaria permite establecer relación con los vecinos y es motivo de reunión para los que emigraron fuera.

"El sistema de fiestas en la sociedad tradicional agrícola-ganadera conllevaba ordenar el tiempo cosmológico que, con sus estaciones, marcaba el ritmo de los trabajos y con ellos el de la visa social de ña comunidad". Es por ello, explica el historiador, que muchas de las fiestas se situaban al final de los trabajos agrícolas de mayor envergadura, como la siembra o la cosecha. El invierno, una estación de poca actividad, es propicia para las fiestas, tiempos propicios para invocar al sol o fustigar adversidades desde la máscara.

Actualmente, sin embargo, la fiesta ha perdido ese carácter y se circunscribe a las fechas que quedan fuera del calendario laboral habitual. Eso ha hecho que algunas mascaradas hayan desplazado su celebración al Carnaval, como ocurre en Cardenillo de Sayago, Pereruela o Palacios del Pan. Aquellas en las que intervienen numerosos personajes se celebran ahora en verano, porque en los inviernos apenas queda juventud que las sostenga. Pobladura de Aliste, La Torre o San Vicente de la Cabeza se encuentran entre estos últimos. Fiestas religiosas y profanas, entre la razón y la emoción pero con un denominador común que es la ligazón con los ancestros. Si quiere conocerla de cerca, mañana sábado, en su quiosco junto con el ejemplar diario de LA OPINIÓN-EL CORREO y con los patrocinios de Caja Rural y Diputación de Zamora.