Un nuevo país, nuevos compañeros, nuevo hospital pero las mismas ilusiones con las que comenzó su carrera de Medicina en la Universidad de Salamanca. La zamorana Tania Rodríguez Gabella se encuentra realizando un "fellowship", una especialización dentro del ámbito de la cardiología, en el Institute de Cardiologie et de pneumologie de Quebec, tras más de una década como "salmantina de adopción", centrándose en los problemas del corazón. "La oportunidad de irme a Canadá surgió cuando mi anterior jefe, el doctor Pedro Luis Sánchez, me presentó en un congreso a mi actual jefe, el doctor Josep Rodés-Cabau, director de hemodinámica e intervencionismo coronario en ese hospital de Quebec. Tras esa primera entrevista, tres meses más tarde acudí a Canadá para una segunda y ahí empezó todo", resume.

Allí desarrolla su especialización en hemodinámica y cardiología intervencionista, donde se centra "en intervenciones poco invasivas con objetivos diversos, desde tratar infartos hasta sustituir válvulas cardiacas disfuncionales. Además de la labor asistencial que va unida a este tipo de intervenciones, también desarrollo una labor investigadora en el mismo ámbito de la cardiología", explica. Todas estas tareas le llevan a desarrollar la mayor parte de su día a día en el hospital. "Paso la jornada en el laboratorio de hemodinámica, donde realizamos los cateterismos y también acudo al hospital infantil, realizo jornadas de investigación, consultas de revisión a pacientes o reuniones clínico-quirúrgicas", enumera. Un ritmo al que asegura que está acostumbrada desde que comenzó la residencia en España.

A lo que sí se ha tenido que hacer es a vivir en el extranjero, pues es la primera vez que viaja tan lejos de casa. "Estoy a 5.000 kilómetros de España, seis horas de diferencia horaria y muchas conversaciones por skype. Aún con ello, la experiencia es magnífica, la recomiendo a todo aquel que esté indeciso", aconseja. "Al llegar todo era diferente: el idioma, las costumbres, la gente, la moneda y los horarios. Las primeras semanas casi todo suponía un reto e incluso la tarea más sencilla se convertía en algo complicado pero una vez superado, la vida en Canadá está siendo fácil y gratificante", describe.

A esta sensación también ha ayudado mucho la manera de ser de los canadienses. "Al menos los quebequenses son increíblemente acogedores. En general, tienen fama de afables y educados, pero creo que superan con creces todas las expectativas. En mi caso, al llegar no dominaba el francés, pero lejos de ser un impedimento para mi trabajo, tanto los pacientes como el personal sanitario se comportaron de forma muy receptiva, facilitándome enormemente la integración", agradece. Además, al compartir especialización con un grupo de cardiólogos de diferentes países, ha sido sencillo hacerse un grupo de amigos. "Todos nos aventuramos en esta experiencia del mismo modo y el ambiente del grupo es inmejorable", destaca.

Sobre las diferencias de la manera de trabajar en ambos países, la zamorana apunta que las tareas en el laboratorio de hemodinámica son muy parecidas, "pero el número de cardiólogos con los que trabajo ahora son más del triple de los que trabajaba en Salamanca y eso hace que la diversidad técnica sea mayor". Se siente además afortunada por esta oportunidad. "Tengo mucha suerte de trabajar en la que considero una de mis pasiones. Aprender, aprendo a diario. Hay dos aspectos que eran desconocidos para mí y que estoy desarrollando en Quebec: el intervencionismo congénito, es decir, el diagnóstico y tratamiento de ciertas enfermedades cardiacas que se tienen desde el nacimiento, y la investigación. Sobre todo esta última se está convirtiendo en una de las tareas principales de esta especialización en el extranjero", explica.

Aprovecha también esta doctora zamorana para presumir de tierra entre sus nuevos compañeros. "Les gusta mucho España, porque para ellos equivale a vacaciones, sol, playa y buena comida. Les sorprende nuestra cultura, les agrada nuestra forma de ser un pelín más temperamental que la suya y les llama la atención nuestro horario de comida, que para ellos es muy tarde", describe. Por su parte, ella ya ha descubierto las bajas temperaturas de Canadá, con inviernos a 20 grados bajo cero. "Esta estación creo que es lo más peculiar de la ciudad, acompañada por varios metros de nieve desde noviembre hasta abril. La inmensidad del invierno en Quebec es impresionante. Paisajes completamente blancos, gente que se pasea con esquíes por la calle para ir a cualquier parque cercano o niños que en lugar de ir en sillas van arrastrados por su padres en trineo. Aunque para una zamorana pueda parece que es demasiado frío, ha sido mi estación favorita del año", reconoce.

Esta especialización en el extranjero tiene una duración de dos años. Sus planes de futuro pasan por continuar su carrera dentro del ámbito de la cardiología intervencionista, "si puede ser, en España. Pero hasta entonces aún me queda mucho por aprender en Quebec".