Leo Hernández es una de las doce voluntarias que acude todas las semanas a la cocina social de San José Obrero para preparar las comidas y entregarlas a las familias que se benefician de este servicio de ayuda en el barrio, que se extiende más allá de sus calles.

-Desde su experiencia, ¿cómo ha evolucionado este servicio desde su puesta en marcha, hace casi cuatro años?

-Considero que la situación está cada vez peor, sobre todo porque ahora hay también gente que no les había ido mal en la vida, pero se han visto en esta circunstancia y encima les da mucho reparo acudir a solicitar ayuda a estos lugares.

-¿Cuáles son las razones por las que vienen a pedir auxilio?

-Sobre todo es por necesidades económicas. No acuden aquí si no lo necesitan realmente y las personas que atendemos son aquellas a las que la vida les ha pegado un revés. Hay situaciones muy tristes.

-¿Hay usuarios de ida y vuelta?

-Cuando la gente encuentra algo, aunque sea un pequeño trabajo, deja de venir, porque considera que hay otros que lo necesitan más. Por ejemplo, ahora hay personas que tienen una ayuda del Ayuntamiento a través de un trabajo temporal de seis meses. Esos seguro que volverán más adelante.

-¿Algunos son ya habituales desde la apertura de la cocina?

-Hay personas que vienen desde el principio, sobre todos los mayores de 50 años, a los que les es más complicado encontrar algún empleo.

-¿Cómo se financia esta iniciativa?

-Principalmente con donaciones particulares. También ha habido ayudas puntuales, como las que hemos recibido de algunos afectados por las preferentes, que nos han donado parte del dinero que consiguieron tras la celebración de los juicios.