LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA inicia el próximo sábado 23 de septiembre un coleccionable destinado a hacer historia dentro de los estudios sobre sus tradiciones más ancestrales. El etnógrafo e historiador Bernardo Calvo Brioso es el autor de "Mascaradas de Invierno en la provincia de Zamora", una obra resultado de muchos años de investigación que aporta datos, muchos de ellos poco o nada conocidos sobre el origen de unas manifestaciones que se remontan más de veinte siglos y que aún se conservan, con variaciones a lo largo de los tiempos, en muchos pueblos de la provincia. En otros ya han desaparecido pero el profesor Calvo Brioso, a lo largo de la investigación, ha encontrado datos de su existencia.

El historiador publicó su primera obra sobre la Máscara Ibérica en 2005, para una editorial de Oporto. En aquella ocasión, a invitación de un colega profesional, indagó sobre las conexiones de este tipo de celebraciones con la cultura romana, su especialidad. Cuatro años después fue el encargado de un estudio más amplio incluyendo a Castilla y León. Participó, además, en el informe de la Junta que se editó únicamente en formato digital.

Esa labor de años nunca ha sido interrumpida en la búsqueda incansable de fuentes documentales que, por primera vez, toman forma en el libro por fascículos que edita LA OPINIÓN-EL CORREO con el patrocinio del Patronato de Turismo de la Diputación de Zamora y Caja Rural.

Entre los pueblos que contaron con mascaradas y cuya pista ha seguido Calvo Brioso se encuentran localidades como El Perdigón o Castronuevo de los Arcos. La profunda investigación también analiza el papel de las obisparras y obispillos, llegando a la conclusión de que la manifestación no simboliza la lucha entre el bien y el mal como concluyeron estudiosos de la talla de Francisco Rodríguez Pascual. Personajes a los que se identificaba con el bien, como el galán y la madama, analiza Calvo Brioso, "son meros espectadores, luchan los personajes que representan a los menesterosos (el ciego, el gitano...), que acaban por vencer a los poderosos, representados por los diablos.

Las representaciones de las mascaradas equivaldrían, por tanto, a toda una crítica social. Evidencias de ello existen en Aliste, donde el profesor ejerció durante 13 años, comarca de fuerte tradición de representaciones teatrales. "En la Filandorra de Pobladura, un personaje se identifica con la hija descarriada de los marqueses, que tuvo un hijo y va vigilada por un soldado".

Esa denuncia simbólica de los abusos de los poderosos sería heredada en la Edad Media por los carnavales, pero con una diferencia sustancial. En las carnestolendas sí existe un papel de contraposición que es la Cuaresma, la que termina dando sentido al Carnaval.

Este proceso de "adaptación" también existió durante la dominación romana, cuando las mascaradas se acomodaron a las fiestas saturnales o las calendas. La evolución de la manifestación ancestral continuó bajo el cristianismo a pesar de los intentos de la Iglesia por erradicarla. Finalmente, fueron asimiladas por la religión oficial dando lugar a la creación de cofradías relacionadas con la martirología: San Esteban o San Sebastián.

El más profundo trabajo sobre tan ancestrales tradiciones, que llegará gratis, a los lectores de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA todos los sábados con el ejemplar diario, deja claro los orígenes prerromanos de las mascaradas de invierno. La celebración iba asociada al tiempo cíclico y esconde, también, un ritual de purificación y de fertilidad de sociedades que ansían la vuelta de la primavera. Es innegable un trasfondo de religiosidad, puesto que responde a creencias paganas, en un principio, siempre con el anhelo de purificar las tierras, el ganado y a las propias personas.

Tras una primera parte de la obra en la que se abordan orígenes y simbología, "Mascaradas de Invierno en la provincia de Zamora" aborda cada una de las celebraciones que aún se conservan en una veintena de pueblos de las distintas comarcas zamoranas. Alguno de ellos, como Bercianos de Aliste, solo la pone en escena cuando alguien del pueblo contrae matrimonio, habiendo desaparecido las representaciones propias de los pastores en los meses invernales.

Las mascaradas se dividen, según las características de sus personajes en demoniacas, zoomorfas (en los que son recurrentes las formas del toro, la vaca y el caballo), mixtas y religiosas. Todas ellas, sus personajes así como la teatralidad y las aportaciones de artesanos que aún existen, por ejemplo, en Villanueva de Valrojo, están contenidos en una obra imprescindible y definitiva, que marcará un hito en la investigación de un fenómeno ancestral que lucha para ser reconocido por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Una cuestión ardua, según Calvo Brioso, por la dificultad de establecer límites en el tiempo y en el espacio a un tipo de celebración que hasta cruzó el Atlántico de mano de los conquistadores españoles. El profesor lamenta que, en el caso de Zamora, históricamente, no se haya prestado atención a una tradición milenaria que pasó prácticamente desapercibida incluso para maestros de la etnografía como Julio Caro Baroja. "Atribuía la exclusividad del personaje del caballo a Cantabria cuando en Villarino tras la Sierra tiene una manifestación mucho más rústica". Calvo Brioso aborda la Mascarada como seña de identidad y de sentimiento de comunidad a través de rituales como la petición del aguinaldo recorriendo todas las casas del pueblo para culminar con la unión de todos los vecinos.

También existen referencias a otras celebraciones en Castilla y León y Portugal. Un prolijo, ameno e imprescindible documento que LA OPINIÓN-EL CORREO regala a sus lectores a partir del 23 de septiembre.